El amor de la bestia

Capítulo 48

Narrador omnisciente.

 

El gran palacio de obsidiana ahora se viste con colores vibrantes para celebrar la unión entre la princesa Eire y el rey Mondrag. Cientos de rosas adornan el gran salón principal y las lámparas ahora cuelgan majestuosas para iluminar el lugar.

A las afueras se encuentra el rey dragón practicando con su espada para apaciguar el fuego que se arremolina dentro de su ser. Él está feliz por su unión, pero persiste el temor al futuro, su existencia ha sido empañada por sufrimiento y dolor y ahora con tanta dicha presiente que el precio puede ser demasiado alto. 

Su pie derecho se desliza con sutileza hacia atrás mientras toma impulso para atacar a sus oponentes, el crepitar de las espadas hacen eco al chocar entre sí. Uno a uno sus soldados son derribados. El dragón se mueve con gracia y sutileza, pero cada golpe es certero.

Desliza su espada dentro de la vaina que cuelga detrás de su hombro y alza la vista en dirección a los aposentos de su princesa. Una sonrisa se dibuja en sus labios, solo faltan unas pocas horas para que sus vidas sean unidas. 

Pasa el dorso de su mano por su frente limpiando el sudor que perla su piel. 

—Excelente práctica —dice dirigiéndose a sus guerreros.

—Es un honor, majestad —responden ellos haciendo una pequeña reverencia.

Él asiente y enseguida su bruma lo envuelve para aparecer frente a la puerta de la recámara de la princesa.

Dentro de ahí una muy nerviosa princesa mira el vestido que posa en su cama. Desliza sus dedos por la tela apreciando los bordados de hilo plateado. El vestido es majestuoso y el color imita el brillo de la luna.

Unos suaves toques resuenan en su puerta. 

—Adelante —dice dejando pasar al dragón.

—Princesa mía, hace unas horas que no te veo y ya estoy sintiendo nostalgia por tu ausencia.

Ella le dedica una media sonrisa. En los corazones de ambos hay anhelos y un amor que ha perdurado por los siglos.

—Mi señor, también te he extrañado, pero no es de buena suerte que veas a la novia antes de la boda.

Él acorta la distancia que los separa y la sujeta por la cintura pegando sus cuerpos. 

—Mientras te tenga a mi lado, no existe tal augurio —asegura al tiempo que acomoda el pelo de la princesa. 

Ella le regala una sonrisa tímida. 

—¿Estuviste entrenando? —cuestiona ella.

—Solo para mantenerme en forma —afirma Mondrag.

—Aún faltan varias horas para la ceremonia. ¿Por qué no me entrenas por última vez como alumna y maestro? —propone la princesa—. La última vez te estuve esperando y no llegaste. Aún tengo ese deseo en mi corazón. 

—Un último entrenamiento para cerrar nuestro ciclo —afirma él—. Te llevaré a un lugar especial entonces —susurra—, cierra los ojos.

La princesa no duda en seguir instrucciones. El dragón mira detalladamente el bello rostro de la mujer que en pocas horas se convertirá en su esposa. Acerca sus labios a los de ella y la besa tiernamente mientras que su bruma los envuelve y los lleva al campo de entrenamiento.

Ella abre los ojos y sonríe.

—Me hiciste trampa —lo acusa.

Él levanta una ceja mientras que su boca se curva en una media sonrisa.

—Estaba cobrando mi premio por adelantado —se excusa.

Eire sigue la mirada del rey dragón, su respiración se estanca por un segundo cuando ve a su fiel amigo y guardián esperando por ella.

—¡Onix! —dice casi en un gemido.

—Sabía que te haría feliz. Dime cuantos besos más me merezco.

—Muchos —responde Eire, pero en vez de besar a su prometido corre en dirección a su guardián.

—Si no fueras un caballo yo estaría demasiado celoso —murmura— y quizá hasta borraría tu existencia.

—¿Qué has dicho? —cuestiona la princesa.

—Nada —responde él mientras la ve subirse al lomo del animal.

—También te amo a ti. Tengo un especial afecto por las bestias, sepa mi amado maestro que el primer lugar en mi corazón lo ocupas tú.

Onix relincha y Mondrag sonríe.

—Cómo nuestro último entrenamiento, tendrás que pasar la prueba de resistencia —anuncia al tiempo que los obstáculos empiezan a aparecer frente a la vista de la princesa—. Es el último nivel de principiante y el primero de los guerreros con mayor experiencia. Sepa usted, mi bella princesa, que como tu amado soy demasiado protector, pero como tu maestro seré exigente.

—Haré que te sientas orgulloso de mí, maestro —dice mientras los recuerdos del pasado llegan a ella. 

Mondrag le regala una sonrisa. La princesa toma su posición mientras escucha las instrucciones del dragón. Una sensación cálida envuelve su ser, recuerdos que perduran para siempre como vestigios de un amor infinito son sellados en su corazón.

—¡Vamos Onix! A todo galope —le grita a su guardián.



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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