El amor de la bestia

Capítulo 51

Narrador omnisciente.

 

—Ahora que sabes toda la verdad, es tu decisión quedarte para enfrentar a Aine y sus criaturas o encontrar un refugio. Eres la única descendiente con sangre real de Dorentria y mi prioridad es mantenerte a salvo —le dice el rey Luisandrium a la princesa Shani.

—Majestad, mi deseo es pelear esta guerra y defender Eirlea. Amo a Eire como a mi propia hermana. Defenderé su reino y lucharé hasta el final —asegura ella—. Además, Eirlea ha sido mi hogar desde hace muchos siglos. No les daré la espalda.

—Shani, aún sabiendo la verdad, antepones tu lealtad. La destrucción de Dorentria fue parte del plan para traer nuevamente a la vida a la princesa Luna. ¿No sientes rencor? —cuestiona el rey—. No voy a juzgarte. Me siento en deuda contigo y deseo protegerte.

La princesa le dedica una sonrisa triste al rey. En su corazón hay melancolía y resentimiento, pero sabe que todos fueron víctimas de las circunstancias y que cada uno obró en consecuencia a su corazón. Además, la misma Tirsha aceptó su destino. ¿Quién es ella para condenar? Sin embargo, aún amando a Dragfor, no puede perdonarlo, no por sus acciones, sino por su falta de confianza. Creyó que eran dos almas gemelas, que siempre podrían confiar el uno en el otro, pero él ni siquiera tuvo el valor para enfrentarla. 

—Mi decisión ya está tomada. Defenderé las fronteras de Eirlea a costa de mi vida si es preciso —responde con seguridad.

El rey asiente, sabe que en ella tiene una excelente guerrera. Shani se especializa en el arco y la espada. Lo hizo desde muy pequeña y es una de las mejores aún no poseyendo magia.

—Si es tu deseo, será mi honor pelear junto a ti.

Tanto el rey, como la princesa Shani, guardan custodiando los muros y la puerta principal de la ciudad de Eirlea que se alza tras de ellos junto a sus guerreros.

El rey Luisandrium teme la caída de Eirlea. Aún no ha recuperado toda su magia, la agotó la última vez para llegar al Valle del sueño profundo y frente al poder de la reina de Chandria, no es nada.

También tiene miedo por el castigo de los dioses. Anoche fue testigo de la señal del rompimiento del pacto. Su llama está casi extinta y los suyos están en peligro. 

En el horizonte, pronto se divisan las tropas enemigas quienes marchan alzando su emblema de Luna plateada.

—¡Han llegado! —anuncian los guerreros.

En lo extenso de las llanuras millones de guerreros entre ellos Delgars y cuervos espías se despliegan augurando destrucción y muerte.

Los tambores de guerra retumban con fuerza anunciando el inminente enfrentamiento entre los dos reinos.

—¡Póstrate ante mí y anuncia al mundo que yo soy la única reina y quizá muestre piedad a tus súbditos! —exclama la reina con su natural arrogancia.

—No le crea majestad, ella lo único que desea es verlo humillado —advierte Shani.

El rey aprieta su puño y luego alza su mano en señal para que comience el ataque. 

El grito de guerra resuena desencadenando el enfrentamiento. 

La reina Aine sonríe con satisfacción. Detrás de su etérea belleza se esconde una maldad aún más grande.

—¡Ataquen! —les ordena a sus huestes.

Los guerreros de Eirlea, portan con orgullo su armadura hecha del más duro metal mismo que protege sus cuerpos. Justo sobre su corazón el emblema de Eirlea brilla ante los rayos del Sol. Sus armas son espadas forjadas en fuego volcánico misma que fueron donadas en tiempos de antaño por el príncipe Mondrag.

Por su parte los guerreros de Chandria, comandados por el príncipe Breymont, visten ropas negras y en sus manos llevan filosas hachas y espadas forjadas con la luna plateada. No cabe duda que la ventaja la tienen ellos.

Con un grito unísono, ambos ejércitos se abalanzan uno contra el otro, como dos mareas chocando con fuerza. Los choques de acero resuenan en el campo de batalla con un estruendo ensordecedor.

La princesa Shani se apresura a todo galope cegando con sus flechas en cuestión de segundos la vida de cuanto oponente se atraviesa en su camino. Pronto queda frente a Breymont. Los dos se sumergen en la feroz batalla, chocando metal contra metal.

El extenso valle se convierte en un río de sangre. Uno a uno los soldados van cayendo. Los cuervos atacan a los guerreros de Eirlea, con sus filosos picos les sacan los ojos llevándolos a la desesperación. 

Los Delgars atraviesan la carne de sus oponentes con sus filosas garras extrayendo sus entrañas.

El rey observa la masacre que está sufriendo sus guerreros sin poder hacer mayor cosa. 

La reina Aine sonríe sabiéndose victoriosa. No lo esperaba, pero los dioses están de su parte. El rey Luisandrium no tiene suficiente magia ya que no está haciendo uso de ella. Pronto se abalanza contra de él. El rey se defiende haciendo uso de sus habilidades con la espada. 

—Siéntete honrado porque será mi espada la que cegará tu vida —sentencia ella.

Aine extiende su mano haciendo que cadenas hechas del brillo de su luna apresen al rey. Gotas de sangre tiñen las vestiduras del rey de Eirle. En su combate mano a mano ha salido herido.



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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