Elián.
La alarma suena y no quiero levantarme, la juerga de anoche estuvo intensa. Hace tan solo un par de horas que llegué y enseguida quedé dormido, despierto por inercia y por costumbre, pero he tomado la decisión de que definitivamente hoy me quedaré en la cama.
No quiero salir; tengo sueño.
—Elián Daniel, hazme el favor de levantarte de esa cama. —Escucho el grito de mi madre y estoy seguro de que mis planes de quedarme en casa se han ido por un tubo.
—Puedes dejar de gritar, la cabeza está a punto de estallarme y cierra las malditas cortinas —le digo tapándome con la sábana todo el cuerpo, hasta la cabeza.
—A mí no me gritas, si el señorito quiso irse de fiesta, que se haga responsable, levántese que es hora de ir a trabajar. —En su regaño puedo notar algo más.
En lugar de cerrar las cortinas, lo que hace mi madre es abrirlas más, dejando entrar toda la luz a la habitación.
—Te doy media hora para que estés listo, te espero abajo. —Es su última palabra.
Escucho la puerta ser cerrada y aun en contra de mi voluntad me tengo que levantar, si no lo hago ella volverá con agua fría que tirará sobre mi rostro. ¿Cómo lo sé? Lo ha hecho en otras ocasiones. No es que esto sea muy recurrente, pero sí que lo ha hecho cuando no quiero levantarme de la cama, por resaca.
El baño me despierta un poco, pero no lo haré del todo hasta que me tome el menjurje que mi madre prepara cada vez que me encuentro de esta manera.
Bajo al comedor y mientras Lupita me sirve el desayuno, mi mamá me da el licuado que me tomo de un golpe, sabe horrible, y solo me lo tomo porque sé que mejorará mi estado.
—Ya no estés enojada conmigo. —La rodeo desde atrás con mis brazos, es mi madre y la amo, somos solo ella y yo.
—¿Cómo quieres que no lo esté? Sabes que no puedes darte el lujo de estar faltando a tus obligaciones. Tu abuelo ahora está más al pendiente de lo que haces y no quiero darle motivos para que nos quite lo que con tanto esfuerzo logramos tu padre y yo. —Su voz es más calmada.
—Lo sé mamá, no me justifico, pero la semana estuvo muy pesada y los empleados organizaron una reunión, así que les invité unos tragos para no verme como un mal jefe. Sabes que no hago estas salidas de manera constante, no tengo amigos cercanos para hacer esto y pues entre el cansancio y el buen ambiente una cosa lleva a la otra y se nos pasó el tiempo. Hace mucho que no lo hago.
—Si hijo, entiendo que desde muy joven adquiriste responsabilidades demasiado fuertes, solo te pido que seas más prudente para no darle más razones a tu abuelo para que te siga molestando. Sabes que te amo. —Me da un beso en la frente y despeina un poco mi cabello como cuando era niño.
Me despego de ella y tomo mis cosas dispuesto a marcharme, no voy a desayunar porque aún tengo los efectos del alcohol en mi cuerpo, más tarde que me dé hambre lo voy a hacer.
—Te amo mamá. Nos vemos en la noche.
Tomo las llaves de mi auto último modelo, uno que incluso no ha salido al mercado, fue un regalo del abuelo y me exige usarlo, no es de mis favoritos, pero precisamente hoy tengo una reunión con él y si no lo llevo lo más probable es que me obligue a regresar por él, así de voluntarioso es.
Al llegar a la empresa estaciono y me bajo, todavía me duele la cabeza y no quiero encerrarme en la oficina, así que, en lugar de dirigirme al elevador, lo que hago es caminar a la salida, observar el imponente edificio me hace ver pequeño comparado con su inmensidad; a la vez también me siento grande, ya que yo soy el encargado de mantenerlo en pie; un paso en falso y lo que mis padres lograron con años de trabajo se irá a la basura.
A veces hago esto, pararme frente al edificio para ser consciente de lo que soy y de lo que soy capaz de hacer.
Cierro un momento los ojos y respiro con fuerza, a mis fosas nasales llega un aroma exquisito, es una combinación de cítricos y flores, ese olor me obliga a buscar de donde es que proviene ese olor. Tan concentrado estoy que no veo cuando choco con un pequeño cuerpo haciendo que caiga al suelo, solo que eso no es lo peor, lo peor es que las flores que al parecer traía en la mano se han desperdigado alrededor de ella haciéndola ver como un ángel de flores.
Aunque las cosas no quedaron ahí, parece que también traía un café que ahora ha manchado su ropa, en medio de ese desastre la observo y me parece hermosa.
Pero que digo, a mí, todas las mujeres me parecen hermosas.
—¡Pero que te sucede imbécil! —Me dice desde la misma posición.
—Discúlpame, estaba distraído —le respondo sin moverme de mi lugar embelesado por su belleza y esto, combinado con el olor de las flores, me han hipnotizado.
—¿Acaso no piensas ayudarme? —pregunta viéndome como si quisiera eliminarme.
Claro, qué tonto soy, le tiendo la mano para que se sostenga y pueda levantarse, pero cuando ella toma mi mano en lugar de hacerlo como cualquier persona normal, lo que hace es jalarme con sus dos manos y me tira al suelo junto a ella. Soy más fuerte; aun así, me toma desprevenido y termino en el suelo junto a ella.