El amor de un millonario

Capitulo 2 Una propuesta no tan decente

Elián

Ella no se asusta, más bien, ni siquiera se da cuenta de mi presencia, al parecer trae audífonos. Salgo sigiloso para que no me vea. Ahora ya conozco donde trabaja, y qué coincidencia; lo hace para mí.

Al salir veo al encargado y le pregunto por la chica.

—Ah, sí, ella no trabaja aquí como tal, solo cubre algunos descansos o hace lo que ya nadie quiere hacer al final, lavar los trastes sucios. Su nombre es Fernanda Hernández.

Me despido de los empleados que aún quedan feliz porque ahora conozco su nombre. Me dirijo a mi auto y mientras voy manejando recuerdo el olor de la pequeña, ¿Qué acaso todo el tiempo huele así?

Llego a casa directamente a darme un baño, al salir veo que tengo unas llamadas del investigador.

—Hasta que apareces, le digo cuando al fin me responde. —Como fue costumbre el día de hoy me brinco el protocolo de saludarlos, estoy algo borde y solo quiero que se haga lo que deseo.

—Estaba en un asunto importante, pero ya estoy reportándome, ¿En qué te puedo ayudar?

—Necesito que investigues todo a cerca de la chica de la cual te enviaré su nombre, trabaja en ocasiones en el restaurante del centro. Necesito la información mañana mismo.

—Mañana la tendrás.

Cuelgo y me acomodo en mi cama, ya punto de dormir, viene a mi mente su rostro; el deje de inocencia que tiene su mirada, su aroma, su cuerpo, y sin darme cuenta parezco un adolescente nuevamente. Sé que suena a muy cliché el mandarla a investigar, pero es necesario para los planes que tengo con ella, no es por querer controlarla ni nada por el estilo, es solo saber sobre ella y confirma que es lo que me convine hacer. Me quedo dormido en algún punto de mis pensamientos.

Despierto antes de que el despertador suene. Me pongo mi ropa de deporte y me dirijo a hacer ejercicio en el gimnasio que tengo en casa.  Una hora después me doy una ducha y me arreglo para ir a la oficina, pero antes tengo que hablar con mamá sobre la situación del testamento. Me la encuentro en el comedor ya desayunando; me acerco hasta ella, le doy un beso y la saludo antes de sentarme en mi lugar.

—Buenos días, ¿Cómo amaneciste?

—Muy bien hijo, anoche, ya no te escuche llegar, ¿otra vez de fiesta?

—No mamá —digo mientras empiezo a desayunar —Lo que sucede es que fui a cenar al restaurante del centro y me quedé observando el movimiento hasta que se fue el último cliente.

—Me hubieras avisado, me preocupé. Por cierto, ya no supe que quería hablar tu abuelo contigo.

—De eso es lo que quiero hablar precisamente, él dice que papá dejo una cláusula en el testamento especificando que, si no me casaba o formaba una familia antes de los treinta, entonces él se haría cargo de todo el corporativo.

—¿Qué? Es una locura.

Mi madre se exalta y es en estos momentos que tengo sentimientos negativos hacia mi abuelo, no soporto que por su culpa mi mamá se altere.

—Cálmate mamá, lo mismo dije yo, hable con el abogado para empezar el trámite de impugnación, pero dice que mientras todo procede el abuelo podría tomar posesión de la empresa, después de todo mi cumpleaños es en un mes, el abogado me propuso casarme y hacer tiempo para hacer las modificaciones correspondientes.

—Considero que es lo más indicado, yo siempre te voy a apoyar en las decisiones que tomes.

— Gracias, mamá, voy a hacer lo que juzgue conveniente, de algo estoy seguro, no voy a dejar que el abuelo tome posesión de lo que es tuyo. —Veo una sonrisa que no le llega a su rostro, este tema es difícil para ella, ya que todo esto le recuerda a mi padre que nos dejó antes de tiempo y aunque no lo exprese sé que le duele y extraña a mi papá. Por eso haré lo que sea necesario, por el recuerdo de mi padre y por ver sonreír a mi madre.

—Te veo al rato madre, y sal a algún lado que no quiero verte encerrada aquí, por favor. —Me levanto de la mesa y le doy un beso.

—Por mí no te preocupes hijo, resuelve esto y después yo misma te invito a cenar. —Es su manera de decirme que ha escuchado mis palabras, pero no significa que las lleve a cabo.

Tomo mi auto favorito, no el que el abuelo me dio, ese seguirá guardado, antes de llegar a la empresa busco alguna florería cerca de la empresa con la esperanza de que sea en la que, aquella chiquilla trabaja. Desde ayer que la conocí se quedó impregnado su rostro y su olor en mi cabeza y eso jamás había pasado con alguna mujer. Me empieza a dar miedo esto.

Me estaciono en la primera florería que encuentro, bajo y busco las mismas flores que ayer recogí.

—Buenos días, señorita, busco unas flores con un color entre blanco y beige, es largo y tienes varias flores pequeñas. —Le trato de explicar a la encargada que flor es la que estoy buscando.

Ella lo piensa un momento antes de responderme.

—Sí, se lo busco, permítame. —Entra al establecimiento y salen con varias flores de diferentes formas, entre ellas puedo observar mis flores — ¿Es alguna de estas la que busca?

—Si —digo tomando entre mis manos la flor que me tiene cautiva, la llevo a mis fosas nasales y puedo comprobar su olor, aunque este no es tan intenso como cuando está cerca de ella.




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