El amor de un millonario

Capitulo 4. No te preocupes por nada.

Elián

Verla entrando en mi oficina alegra mi corazón y no era algo que quisiera negar; no sé bien la razón por la cual me obsesioné demasiado con ella, tal vez sea su sencillez o la pureza que su rostro refleja, pero ella está aquí, su rostro denota tristeza, aunque trate de mostrar una actitud altiva comprendo que por dentro esté luchando una batalla.

La escucho desafiarme al decir que no me dejo plantada porque simplemente no había aceptado salir a comer conmigo, no responde a mi pregunta y, en cambio, puedo escuchar las palabras que había querido oír desde que le propuse el trato. Ha dicho que acepta y yo no puedo estar más feliz, aunque al parecer para ella esto resulta ser un sacrificio, con el tiempo le demostraré que puede tener de mí mucho más.

—Si esa es tu última palabra, entonces es momento de sentarnos a negociar. —No puedo ocultar la alegría en mi voz, ignorando la última palabra que dijo, está haciendo esto porque no tiene otra salida.

—De acuerdo, quiero que aclaremos ciertos puntos que no termino de entender en este contrato. —Me sorprende sacando la copia del documento que le entregué ayer para que lo leyera.

—Perfecto tú dirás.

Escucho sus inquietudes y se las voy aclarando una por una, en algunas tuve que ceder como el hecho de que ella tendría un guardaespaldas que la va a cuidar todo el tiempo, por más que insisto ella no acepta.

Lo de dormir en la misma cama, ahí si no tuvo opción más que ceder ella, por qué donde se ha visto que un matrimonio duerma en camas separadas. Somos adultos y este contrato debe ser lo menos incómodo posible. No deseo que parezcamos desconocidos.

Ella quiere que especifique el tiempo que estaremos casados, le tengo que decir que lo voy a pensar, en realidad no quiero poner fecha a esto, me gustaría llevarlo más a la realidad, pero eso no se lo voy a decir ahora, ya que me vería muy intenso. Seamos sinceros, nos acabamos de conocer, nadie sabe lo que puede llegar a ocurrir en un futuro por lo mientras le doy el gusto y estipulo un año de contrato.

—Perfecto, habiendo resuelto las dudas, te digo que la boda es en dos semanas, no te preocupes por nada, ya he contratado una organizadora de bodas, solamente quiero que tú seas la que escoja el vestido de novia, le pediré a mi madre que te acompañe a comprarlo.

—Bien, si eso es lo que deseas eso se hará —responde resignada.

—No, no es lo que yo desee, a partir de aquí tu opinión también cuenta, si algo no te gusta solo dilo y se cambiará de inmediato.

—De acuerdo.

—En la noche pasaré por ti para llevarte a cenar a la casa, quiero que mi mamá te conozca.

Le digo cambiando de tema, su cara me dice que no está de acuerdo, ¿será que me estoy poniendo intenso? Hace dos días la conocí y hoy la voy a presentar a mi madre como mi futura esposa.

—No puedo esta noche, no hay quien cuide a Lucas.

Es la primera vez que menciona al niño, yo ya sé que es su hijo y es un tema que hasta ahora no ha entrado a colación.

—Creo que aún nos falta hablar sobre ese asunto. —Aprovecho la mención para incluirlo en todo este acuerdo.

Su expresión cambia, ahora parece temerosa de lo que voy a decir.

—Jamás me alejaría de él, es mi hijo y siempre permanecerá a mi lado —dice un tanto alterada.

—Y yo no he dicho lo contrario, que no lo haya mencionado es porque esperaba que tú estuvieras lista para hacerlo, entendiendo que es un tema complicado, aunque no lo parezca, no soy un insensible y jamás te alejaría de tu hijo.

Abro un cajón de mi escritorio y tomo una tarjeta, la extiendo a ella y espero a que lo tome, su cara denota confusión así que tengo que aclarar.

—Es una tarjeta, quiero que la tomes y vayas de compras, cómprate algo bonito para esta noche y cómprale ropa a tu hijo, pasaré por ustedes a las siete.

—Esto no es necesario, aún no nos casamos y no tienes responsabilidades con nosotros —me dice mientras trata de devolverme la tarjeta.

—Ahora es mi responsabilidad, velaré por ustedes, no quiero que mi futura esposa ande por ahí sin un centavo en la bolsa.

Después de la pequeña discusión entre aceptar y no aceptar lo que le ofrezco, ella se va con la tarjeta en las manos.

—Comunícame con Álvaro —le digo a mi secretaria cuando ya Fernanda se ha marchado, mismo que minutos después tengo en la línea.

—Ya tengo a la candidata para ser mi esposa —le digo sin preámbulo.

—Quiero que tengas todo listo, te mando las especificaciones por correo y por favor que esto permanezca en secreto, no quiero que mi abuelo se entere y trate de impedir la boda. —La idea que se formó en mi cabeza ya lo especifiqué claro en el documento que acabo de enviar, porque, si él puede jugar con fuego, yo también.

—Así será, tendré todo listo y en completa discreción. —Su respuesta me deja convencido.

—Te agradezco y seguimos en contacto.

Después de la llamada aviso a mi madre que esta noche voy a llevar a alguien a cenar y además le comento que esta noche le voy a contar sobre los planes que tengo. Ella solo acepta, así como me dijo hace un par de días, que estaría de acuerdo en lo que yo decidiera, está cumpliendo su palabra, apoyarme y eso es lo único que necesito en estos momentos.




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