Fernanda
Mi sueño es muy placentero, la suavidad de la cama y la almohada han hecho que no me den ganas de levantarme, en esta ocasión en sentimiento de querer seguir durmiendo se intensifica y no quiero preocuparme por nada.
Anoche me quedé dormida enseguida que mi cabeza toco la almohada, al parecer a Lucas le ocurrió lo mismo, pero, ¿quién no lo haría? En mi vida había estado en una cama como esta, todo lo que me había tocado en la vida es dureza, no conocía más que eso. La suavidad y comodidad es innegable.
Contra toda mi voluntad abro los ojos buscando algún indicio de la hora en la que estamos. Las cortinas están cerradas, por lo tanto, no puedo adivinar si ya es de día o aún sigue siendo de noche, así que no me queda más que levantarme y comprobarlo. Busco mi celular, que sobra decir que es del año del caldo y del tamaño de un ladrillo; sin embargo, no me preocupo por eso porque sirve para lo esencial, comunicarme.
Veo la hora, y me sorprendo al ver la hora, son las ocho de la mañana y juzgo que es muy tarde para seguir durmiendo, es raro que Lucas aún lo esté también, debe ser lo cómoda que resulto la cama.
—Mi amor es hora de levantarnos —le susurro cerca de su oído para despertarlo tranquilamente.
Después de insistir un poco, se levanta restregándose sus ojitos, cuando al fin ha despertado del todo busca con la mirada algo, parece que se da cuenta de que no está en casa y entonces comienza a llorar.
—Tranquilo mi amor, estoy aquí — le digo mientras lo acerco a mi pecho y lo acuno, se va calmando poco a poco mientras en palabras suaves le recuerdo en donde nos encontramos, parece que lo recuerda porque al fin deja de llorar y dedica una de sus habituales sonrisas.
—¿Quieres darte un baño? —le pregunto.
En respuesta, mueve su cabecita en señal de afirmación. Enseguida me pongo de pie cargándolo para llevarlo al baño, a medio camino, escucho que tocan la puerta, digo adelante a quien sea que esté tocando.
—Buenos días, señorita —me saluda una muchacha que identifico como del servicio por el uniforme que porta y también porque ayer la vi en la cena—. El señor me indicó que le trajera esto y también me pidió que le dijera que la espera a desayunar, cualquier cosa que se le ofrezca no dude en llamarme que voy a estar por aquí cerca.
Después de informarme cada detalle, sale de la habitación; mientras tanto, Lucas, como todo un curioso, ya está abriendo las bolsas que me han traído, yo también me acerco a la bolsa y reviso su contenido. Me sorprendo encontrar ropa, mucha ropa en realidad tanto para mí como para Lucas, tan solo con tocarla me doy cuenta de lo caro que es esta todo y en mi vida he tenido algo como esto.
Terminamos de ver todo, entonces nos dirigimos a la ducha, ayudo a mi hijo a bañarse, después lo cambio con la ropa que Elián ha dispuesto para él. La verdad es que se ve hermoso.
—Espera aquí en lo que mami se da una ducha, ¿de acuerdo? —le pido a mi hijo mientras enciendo la televisión esperando que se entretenga con los dibujos, al parecer así es, ya que se ha quedado embobado que ni me respondió a la pregunta que le hice.
Con tranquilidad entro al baño y disfruto de la ducha, bajo el agua me permito olvidar por un momento aquello que me aqueja en estos momentos, el matrimonio arreglado al que he accedido y lo que va a cambiar mi vida a partir de aquí. Disfruto del agua caliente que recorre mi cuerpo como muy pocas veces puedo hacerlo, la mayoría de las veces me toca bañarme con agua fría y ahorrar un poco de gas, haciendo estos pequeños sacrificios por mi hijo, él siempre será mi prioridad y si sobra algo para mí que bien, si no me conformo con lo que queda.
Precisamente por él es que estoy aquí.
Entre mis pensamientos, no sé cuánto tiempo pasa hasta que salgo de la ducha, al regresar a la habitación veo que Lucas sigue viendo las caricaturas. También me pongo la ropa que me han traído y me sorprendo al encontrarme con ropa de mi talla y que al verme al espejo luzco genial.
Al terminar de arreglarme, bajamos hasta el comedor, tomados de la mano, pero entre tantos pasillos nos perdemos, por fortuna me encuentro con una de las muchachas que limpiaba y me indica que estoy yendo por el lado contrario. Ella me guía hasta las escaleras y después regresa a sus labores.
—Mami, ¿ahora viviremos aquí? —me pregunta mi hijo cuando estamos llegando al comedor.
—Así es Lucas —Es Elián quien responde tras de mí.
Al escuchar su voz, volteo a verlo y le dedico una mirada de molestia porque está tomando decisiones sin mi consentimiento al adelantarle los hechos a mi hijo. Lo que no quiero es que se ilusione de más.
—Buenos días, Fernanda —me saluda ignorando mi molestia y no conforme con esto, deposita un beso en mi mejilla. Es la segunda vez que hace esto y tal vez sea el hecho de que hace mucho no tengo ningún tipo de contacto con un hombre y por eso me sorprende.
Después que se aleja aún siento la sensación de su piel en mi mejilla.
Lo sigo hasta acomodarnos en el comedor, minutos después entra Soledad saludándonos a ambos en la mejilla y a Lucas le da un beso en la cabeza quien ya no luce tan asustado como ayer.
Nos sirven el desayuno y al igual que ayer, los ojitos de mi hijo se abren como platos. Nunca hemos tenido un desayuno tan completo como el que ahora tenemos en frente. Le doy un poco de fruta y un poco de panque con miel.