El amor de un millonario

Capitulo 6. Visitas inesperadas

Elián

 Me estoy cambiando para darme una ducha y dormir, ha sido un día largo y lo que más deseo ahora es descansar, el cansancio últimamente me ha vencido más de la cuenta y no encuentro la razón. Me despojo de la ropa y la aviento al cesto sin importar si cayó dentro, tomo la toalla y me dirijo al baño.

De pronto, siento una presencia, una que me ha tenido loco los últimos días. Al alzar la vista la veo ahí, deslumbrando con su belleza e inundando mis fosas nasales con ese olor ya tan característico.

Mi mirada se encuentra con los suyos, observo su rostro y en su boca dibuja una perfecta o, dándome cuenta de que estoy casi desnudo.

—Podrías ponerte algo encima —me dice y noto en su voz en nerviosismo.

Me coloco una toalla a la cintura y me acerco a ella, observo lo nerviosa que está, mis ojos se dirigen a sus labios que desde que la vi he querido probarlos, sé que no debo acelerar las cosas y con calma esperar a que ella solita caiga, pero no puedo más.

Me acerco lentamente a ella y tomo su mentón con mis dedos, levanto su rostro para que ella me vea y poco a poco voy acercando mis labios a los de ella, no llego a besarla, tan solo un ligero roce, me conozco y sé que si ese beso se intensifica no me voy a controlar.

Y a pesar de que nuestros labios lo único que haces es rozarse, esto es suficiente para saber que necesito más de ella. Cierras sus ojos mientras yo me alejo, sigo mi camino al baño y le dedico una última mirada antes de cerrar la puerta, suelto el aire que estaba conteniendo y me toca darme una ducha con agua fría y mientras me baño la pregunta ronda en mi cabeza: ¿Cómo es posible que un simple roce haya provocado todo esto?

Regreso a la habitación y me acuesto viendo al techo hasta que me dejo vencer por el sueño y el cansancio e inevitablemente sueño con ella.

El día llega más rápido de lo que espero, me levanto fresco como una lechuga gracias a los sueños tan agradables que tuve con ella. Reflexiono sobre el hecho de que la conocí hace unos días y de mi cabeza no sale, incluso invade ya mis sueños.

Me visto y bajo a desayunar encontrándome ya con todos en el comedor; mamá, Fernanda, Lucas y junto a él ayudándole a comer se encuentra María. Saludo a cada uno, me siento a desayunar mirando de reojo a Fernanda quien al parecer hoy no está dispuesta a mirarme, claro que eso se vuelve inevitable y en algún punto se encuentra nuestras miradas.

Observo como se sonroja y agacha la cabeza; estamos en ese juego de miradas cuando una de las chicas del servicio se acerca.

—Señora, el señor Daniel, se encuentra aquí —le informa a mi madre mandando muy lejos la buena actitud con la que amanecí. Ese señor es experto en arruinar momentos hermosos; ahora, ¿qué quiere?

—Dile que en un momento voy. —Soy yo quien habla.

—No es necesario. —Escucho su voz, y mientras dice esto veo cómo observa a mis invitados en la mesa.

—Buenos días, no se levanten que los acompaño. Sírveme el desayuno a mí también —le dice a la muchacha mientras se sienta en el comedor sin haber sido invitado, nadie ha dicho nada, mi madre le hace una seña a la mujer y está sale de aquí.

—Ahora también haces caridad en casa —comenta con malicia mientras voltea a ver a Fernanda y su hijo. Se siente la tensión en el comedor que juro se podría cortar con el cuchillo de mis cubiertos.

—Abuelo, podrías ir al grano y decirme, ¿a qué has venido? —Todos siguen en silencio, mi madre y Fernanda ya no desayunan, mientras que Lucas está entretenido con su fruta y no se da cuenta de las cosas, pareciera que la sola presencia de mi abuelo ha hecho que el ánimo decayera.

—¿Así es como recibes a tu único abuelo? —exclama mientras comienza a comer el desayuno que le han traído.

—Todos sabemos que cada que te apareces es solo para molestarnos. —Si él puede ser filoso con sus palabras, no me queda más que responderle de la misma manera.

—¿En tan mal concepto me tienes? —pregunta como si de verdad estuviera indignado.

No le respondo haciendo que el silencio sea mi mejor respuesta, opto por seguir desayunando ignorándolo por completo. Todos lo hacen también en silencio, al término de este nos dirigimos al despacho.

—Quiero que sepas que ya he tomado la decisión de alejarte de la presidencia del grupo Torres —informa como si nada mientras nos estamos sentando.

—Me alegro conocer tus planes, abuelo, pero sabes que no puedes hacer eso.

—Puedo y lo voy a hacer, cuando tome posesión de todo el grupo Torres, recuerda que antes de un mes estarás cumpliendo años.

—Creo que es la primera vez que estás tan al pendiente de mi cumpleaños, espero tu regalo abuelo. —digo la última palabra en forma de burla.

—Nos estaremos viendo aquí al siguiente día. Ahora dime, ¿Quién es la jovencita que parece indigente y que estaba en tu mesa? —No voy a permitir que siga hablando de esta manera de Fernanda, frente a mí la tiene que respetar.

—Pues déjame decirte que es mi esposa y como tal te exijo que la trates como tal, una Torres más.

El solo escuchar esto se levanta de golpe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.