Fernanda.
Estaba jugando con mi hijo después de que terminamos de desayunar. Elián hace un rato que se fue sin despedirse de nadie, al parecer se molestó con su abuelo a quien, por cierto, no le caí nada bien y no preocupo, ya que a mí tampoco me cayó bien, es un tipo engreído y a pesar de sus años denota arrogancia. Los pocos minutos que compartí con él en la mesa me hizo darme cuenta del porqué Elián no lo quiere.
En esos pensamientos estoy cuando mi futura suegra me pide que le lleve unos documentos a Elián a su oficina.
—Ve y sirve que lo sorprendes —me propone y puedo leer una doble intención en su pedido.
De buena gana acepté a sorprenderlo, pero, ¿qué creen? La sorprendida fui yo justo ahora lo estoy viendo mientras se está besando con una mujer, en realidad besarse no es la palabra que describe lo que observo; se están devorando.
—Perdón por interrumpir —le digo ahora que notan mi presencia.
Veo la cara de sorpresa de Elián quien solo dice:
—Por favor retírate —Les juro que al escuchar estas palabras una parte de mi corazoncito se escuchó romperse. Digo, no es que me afecte mucho lo que dice, pero es que se supone que es mi futuro marido y no debería de estar en esta situación con cualquier mujer a unos días de casarnos.
Permanezco estática mientras la mujer abre la boca para decirme que me vaya porque los estoy interrumpiendo. Háganme el favor, decidida a no quedarme más tiempo a que me sigan humillando, así que me doy la vuelta para salir de esta oficina hasta que su voz me detiene.
—Te lo estaba diciendo a ti Amalia, vete y no vuelvas a buscarme, las cosas han quedado claras entre nosotros. —Veo como la sonrisa de triunfo que me dedico cuando me estaba corriendo se le va del rostro pasando al enojo.
—Tus acciones de hace rato no decían lo mismo —Sigue insistiendo y yo aquí como espectadora del show que está armando.
—No me hagas sacarte a la fuerza, ¡vete! —le advierte Elián, ella parece muy enojada, más enojada que aquel personaje de la película de Intensamente, casi podía ver que salía fuego de sus orejas y eso me alegro un poquito.
Agarra la bolsa que está sobre la silla y se va azotando la puerta, un ruido que me hace estremecer.
Elián se acomoda la ropa mientras se acerca a mí.
—Toma asiento y déjame explicarte que lo que viste no es lo que parecía —es típico, te dicen que no era lo que parecía, pero mis ojos no me engañan, sé lo que vi.
—No necesito explicaciones, yo solo vine porque tu mamá dijo que pediste que te trajera estos documentos. — digo mientras le dejo los papeles sobre su desordenado escritorio.
—Por favor no quiero que pienses cosas que no son.
—Ya te dije, no me expliques nada, —lo interrumpo—, pero eso sí, te advierto que si tú decides tener aventuras durante el tiempo que dure nuestro matrimonio, yo también los voy a tener. —expreso mis planes, lo único que quiero lograr con esto es molestarlo, en realidad imaginar buscarme un hombre para una aventura no está en mis planes cercanos.
—¡No! —Sus palabras suenan muy fuerte—. Eso no será así, tú no mirarás a otro hombre.
—¡Por favor! —exclamo con ironía—, sé cómo son los hombres de tu clase, por un momento llegue a creer que podrías ser diferente, pero esto me hizo darme cuenta de que eres igual. ¿Por qué no le propusiste matrimonio a ella? —Le lanzo la pregunta y medita por un instante antes de responderme.
—Porque no me interesa.
Al ver que no dice más yo rompo el silencio:
—He aceptado casarme contigo —le recuerdo ya olvidando la molestia inicial—, y lo haré porque tú has cumplido con una parte del trato, de hecho, ayer era lo que te quería decir, gracias por lo que hiciste por mi hermana.
Con lo que paso ayer se me olvido darle las gracias, después de todo no soy una persona desagradecida y aprendí a aceptar cuando alguien hace algo por mí, aunque soy consciente de que él tiene sus motivos, es una forma de pagarme por mis servicios.
Bueno, no así, eso suena demasiado feo, digamos que es el pago por mi trabajo fingiendo ser su esposa.
—Así que a eso fuiste a noche, por un momento imaginé que habías ido a admirarme. —Se mueve quedado demasiado cerca de mí, fue tan rápido que no reacciono hasta que lo tengo invadiendo mi espacio.
—¿Siempre eres así de presumido? —lo digo dándome cuenta de que mi voz suena muy bajo.
—Déjame pensar —Rompe el poco espacio que nos separa y siento sus labios sobre los míos, su mano se acomoda en mi espalda baja mientras la otra sostiene mi cabeza acercándome más a él, a su boca, no insiste mucho antes de que mis labios cobren vida y para qué negarlo, me gusta. Siento esa electricidad recorriendo mi cuerpo y las cosquillas se posan en mi estómago.
—No lo vuelvas a hacer y más cuando acabas de tener tu boca quien sabe dónde —le reclamo y no espero respuesta, salgo más rápido que el correcaminos.
Subo al elevador y mientras este va bajando toco mis labios, me beso maldita sea y eso no es lo peor, lo peor es que me gustó.