El amor de un millonario

Capitulo 8. ¿Y la novia? (editado)

Elián.

El inocente beso que comenzamos en mi despacho nos ha traído hasta aquí, no pregunten cómo que ni yo puedo responder eso, de lo único que soy consiente es que hemos terminado en mi habitación y a punto de llevar esto a otro plano.

De repente, como si de una alucinación se tratara, despertamos ambos y nos damos cuenta de donde estamos. Como si mi contacto quemara, Fernanda se aleja de mí, ambos tratamos de recuperar nuestra respiración, misma que se va calmando poco a poco, ya no hay contacto físico, pero nuestras miradas siguen conectadas.

¿Cómo pasó esto?, ¿En qué momento los sentimientos empezaron a transformarse? Y no solo son los míos, también los de ella, lo sé y lo comprobé hace unos momentos con los besos que nos hemos dado, besos que me supieron a gloria y claro que quiero más. Entonces, lo decido, así como lo hice cuando la vi por primera vez y me juré hacerla mi esposa, así tuviera que comprarla, ahora mi convicción es otra, será mi mujer sin importar lo que tenga que hacer.

—Creo que mejor me voy a mi habitación —exclama y al mismo tiempo se da la vuelta para irse de la habitación, y justo antes de que se fuera la sostengo del brazo. Mi convicción es real y quiero llevar esto a una realidad diferente.

—No te vayas, quédate aquí conmigo, prometo que no muerdo, además pronto estaremos casados y aunque no quieras dormirás conmigo —le propongo y trato que las palabras salgan sin detenerme a respirar, necesitaba decirlo, como si se me fuera el alma en ello.

Me mira como analizando si lo que dije fue una broma, mantengo mi cara seria para que se dé cuenta de que esto es verdad.

Sus ojos están en mí por una eternidad, al final no me responde y simplemente va. ¿Qué paso? Yo que tuve tantas mujeres a mis pies en años pasados, ahora no es posible que esta chiquilla se me siga resistiendo, durante estas dos semanas nos hemos acercado más, pero no tanto como quisiera.

Mis pensamientos se dirigen a que en dos días es la boda, ya está todo listo, y lo que en un principio sonaba irreal, eso cambió y estoy realmente emocionado, nunca creí que casarme iba a resultar de esta manera, pensaba que esas cosas nunca serian para mí, pero era solo el hecho de que no llegaba la indicada. O tal vez es que desde que asumí la presidencia de la empresa de mis padres me dediqué únicamente a trabajar, nada existía más que eso y ella con su sola presencia me hace querer permanecer en casa por el puro placer de estarla viendo todo el día.

Realmente veo este matrimonio como un para siempre, agradezco que Fernanda no haya leído todo lo que firmó, sin saberlo me he adelantado a los planes de mi abuelo y lo que no sabe es que lo que acaba de firmar no es contrato a corto plazo como habíamos establecido. Espero que cuando se dé cuentas de la verdad no me vaya a odiar; a pesar de eso ser una posibilidad, he tomado la firme decisión de enamorarla, sí, ya comprendí que comprándole cosas no va a hacer que ella se enamore de mí, tendré que pensar en otra estrategia, porque la verdad es que jamás tuve que hacer esto para que una mujer se interesara en mí, ellas solitas llegaban.

De pronto un carraspeo me hace volver a la realidad, tengo que abrir los ojos para comprobar que lo que estoy viendo no es una visión.

Reacciono y regreso al aquí y ahora, la veo frente a mí, mis ojos no pueden creer lo que ven. Enfundada en un piyama de ositos; que consiste en una playera de tirantes y un short no muy largo, está Fernanda parada frente a mí quien me mira con cara de interrogante. Mi cara debe de resultar todo un poema, supuse que se había ido a su habitación, pero me equivoqué, ella está aquí, ha vuelto para dormir conmigo.

Dije que ella solita caería y considero que voy por el camino correcto, no sé qué hice; sin embargo, agradezco que haya aceptado dormir conmigo.

—Que conste que lo hago solo porque no me gusta dormir sola.

Yo me limito a sonreír como idiota, que importan las razones que ella me dé, lo que realmente importa es que la tengo aquí.

Mientras se sienta en la cama yo corro al baño a cambiarme, tampoco quiero acelerar las cosas y que ella salga corriendo, cuando vuelvo ella está viendo sus manos como si tuvieran algo interesante.

Levanta la vista y me ve.

—Podrías ponerte algo más de ropa.

—Que tiene mi bóxer, agradece que no duermo desnudo —diciendo esto le guiño el ojo como una manera de coquetearle.

Me encanta hacerle este tipo de bromas porque es una manera de romper el hielo, de que esa incomodidad que todavía se llega a forma entre nosotros desaparezca. La miro a la cara y puedo ver como poco a poco sus mejillas van tomando un color rojo, no es la primera vez que la veo así.

—Además, no es como que no hubieras visto a ningún hombre desnudo en tu vida —digo, porque no creo que su hijo se haya hecho por obra del espíritu santo. Eso no lo digo en voz alta, conociéndola, es capaz de golpearme; es una loba cuando el tema se trata de Lucas.

No responde a lo que he dicho y lo prefiero así, por ahora, por lo pronto me concentro en acomodar la cama para que ambos nos podamos acostar, ella sigue indecisa a cerca del lado en el que quiere dormir, al final opta por acostarse del lado derecho y después se coloca las sabanas hasta el cuello.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.