El amor de un millonario

Capitulo 12. Tienes que confiar. (editado)

Fernanda.

Los días corren y la mejoría de mi hermana es notable. Aún no hemos hablado sobre el tiempo o cualquier otro asunto que tenga que ver con su sueño de casi tres años, siempre trato de evadir la pregunta. Por supuesto que, es un tema que no puedo seguir prolongando, y como no hay fecha que no llegue y plazo que no se cumpla, ese momento ha llegado.

Me encuentro en compañía del doctor para que ambos le demos la noticia y estar al pendiente por si algo ocurre. Durante estos días él ha estado muy al pendiente de mi hermana y por consiguiente yo tuve que estarlo también para conocer la mejoría de mi Miriam. Al parecer eso a Elián no le cayó muy bien porque siempre que se lo encuentra no duda en mantenerme pegada a su lado.

Celoso me salió el hombre.

—Hola, Miriam, ¿Cómo te sientes hoy? —le pregunto al estar junto a ella y depositar un beso en su frente. Después de unos días ya puede respirar por si sola y se alimenta normalmente sin la necesidad de ese tubo y comiendo al fin cosas sólidas.

—Estoy bien, desesperada por irme de aquí, ya quiero ver a mi hijo. —La misma historia de siempre, está desesperada de ver a Lucas.

—Quiero que estés tranquila, ya pronto podrás ver a tu hijo, pero antes de que eso suceda, es necesario que hablemos de algo… tenemos que hablar de lo que ocurrió mientras estuviste en coma. —comienza a hablar el doctor con suficiente calma.

—¿Ocurrió algo en ese lapso?, ¡dígame que mi hijo está bien! —Comienza a alterarse.

—Tienes que tranquilizarte para que podamos seguir con esta charla. —Vuelve a hablarle el doctor, serio y fuerte, sin llegar a gritarle, mientras que yo solo permanezco como espectador, es lo mejor en estos casos porque no sabría cómo hacerlo bien.

Mi hermana se tranquiliza y el doctor vuelve a sus preguntas.

—¿Qué es lo último que recuerdas?

—Después de escuchar a mi hijo llorar todo se volvió negro —responde a la pregunta después de meditar por unos segundos, haciendo un esfuerzo por recordar.

—Bien, ahora dime, ¿Qué día es hoy?

Se queda callada por más tiempo que hace rato, cierra los ojos como si buscara una respuesta.

—El mismo día que di a luz a mi hijo.

—De acuerdo, partiendo de ahí quiero decirte que, de aquel día a hoy, han pasado cerca de 3 años.

Miriam ve al doctor como sopesando lo que acaba de escuchar, después me mira a mí, tal vez esperando que él diga que es mentira lo que le han dicho. Al no escuchar lo que quisiera, todo se vuelve un caos, ya que comienza a alterarse.

—¡No! Es mentira, nada de lo que dicen es verdad, ustedes me están mintiendo. Fernanda, diles que no es verdad, que no dormí por tantos años…

Las máquinas comienzan a sonar desenfrenadamente; ella no para de gritar.

Le tuvieron que poner un calmante para que dejara de lastimarse, en verdad fue más difícil de lo que imagine, pero, ¿quién soportaría una noticia de esa magnitud? Yo no podría.

Tengo que retirarme del hospital, algo alterada. El doctor también trata de colocarme un tranquilizante, solo que no lo creí necesario e hice uso de todo mi autocontrol para y por el bien de Lucas y mi hermana. El médico me abrazo como una forma de consolarme, porque es cierto, esto es más fuerte que yo.

—Tranquila, tu hermana estará bien. —Escucho al doctor mientras trata de consolarme.

Enseguida me informan que quedarme en el hospital es inútil, que mi hermana despertará hasta mañana y que lo mejor es que me vaya a descansar. Les hago caso y me retiro.

Llego a casa algo cansada, son alrededor de las siete de la tarde, probablemente Elián ya se encuentra en casa porque hace algunos minutos me hablo indicándome que casi llegaba.

Dentro todo está en silencio, es un silencio que no me gusta. Voy en busca de Lucas a la cocina, y al igual que la sala, todo está vacío. Qué raro, ¿dónde se habrán metido todos? Probablemente descansando.

Subo a la habitación y tampoco encuentro a Elián, dejo todas mis cosas y voy en busca de mi pequeño a su habitación. Al abrir la puerta tan solo se ve una luz tenue, pero al fondo observo a dos personas; antes que se den cuenta de mi presencia observo la escena.

—¡Y entonces el príncipe logro salvar a la princesa! —Desde las sombras escucho la efusividad con la que Elián relata el cuento mientras movía sus manos. Lucas solo lo veía con admiración.

—Pensé que habían abandonado la casa. —Voltean al escuchar mi voz, creo que los he asustado un poco. Enseguida que reaccionan corren a mi encuentro, pareciera que hacían competencias por ver quien llegaba primero. Abrazo a Lucas y después beso a Elián.

—Te he extrañado —dice Elia mientras hace un puchero; lo dicho, parece otro niño más.

—Yo también. —¿Qué más le puedo decir?

—Yo más mami. —Mi hijo habla buscando también mi atención.

Cuando ambos han terminado de darme su afecto, salimos de la habitación de Lucas para cenar.

—Lucas, ve a buscar a la abuela y dile que bajemos a cenar.




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