El amor de un millonario

Capitulo 13. Te amo (editado)

Elián.

Las cosas se encuentran en relativa calma, ahora por fin soy dueño absoluto de lo que por derecho me corresponde y que he sabido sacar adelante, ya puedo decir que es absolutamente mío. Mi abuelo ya no es una preocupación.

Con Fernanda las cosas también están mejor, hemos hablado mucho y por fin estamos dándonos la oportunidad a ser felices disfrutando de este amor que nos tenemos, porque es verdad, ambos nos queremos.

Su hermana ha despertado y eso ha hecho que luzca más contenta. La visita todos los días hasta que pueda salir del hospital y recuperarse en casa. Cuando la veo desvivirse por su hermana me imagino como hubiera sido yo con un hermano, ¿sería igual de unido como Fernanda y Miriam?, o seriamos indiferentes como lo son sus demás hermanos o los hermanos de mi papá a los que ni siquiera considero familia.

No le doy más vueltas al asunto y dejo todo por la paz, soy feliz al verla a ella siéndolo también, viendo a su hermana recuperarse. Lo único que no me gusta en todo esto, es que el doctor que atiende a su hermana la mira de un modo que pareciera querérsela comer con los ojos, así que cada vez que estoy con ella aprovecho para hacerle ver que ella solamente es mía.

Ni yo conocía esta faceta tan posesiva de mí.

También he podido notar lo triste que se pone cada vez que ve a Lucas. Es consiente que pronto dejara de ser su hijo oficialmente y no malentienda su reacción porque ella está feliz por la recuperación de su hermana, lo que le cuesta un poco es el hecho de que siempre ha sido su pequeño, por eso a veces bromeo con ella con respecto a tener hijos.

Aunque no es del todo una broma.

Precisamente hoy tendrán que contarle la verdad a su hermana sobre el tiempo que ha pasado en coma, quiero acompañarla, pero surgió un imprevisto de última hora y tengo que ir a uno de los supermercados y precisamente es fuera de la ciudad.

Aun cuando no esté físicamente junto a ella, trato de apoyarla siempre enviándole mensajes o llamándola. Claro, sin llegar a hostigarla o por lo menos eso pienso.

Voy llegando a la ciudad ya muy tarde, decido marcarle para saber cómo le fue.

—Hola, amor —le digo cuando al fin ha contestado a mi llamado.

—Hola, príncipe. —Sonrió al escuchar la palabra que usa para referirse a mí y es que después de que bromeé con ella sobre que soy el príncipe que la rescataría, ella ha usado ese mote para mí.

Aunque hoy no lo dice con la emoción de siempre.

—¿Sucede algo amor? —Sé que es callada, y que en varias ocasiones tengo que hacer que hable.

Ella comienza a contarme sobre la manera en que reaccionó su hermana al recibir la noticia, tuvieron que sedarla para que se tranquilizara y eso la tiene algo preocupada.

—Tranquila, amor, verás que pronto se resuelven las cosas, nos vemos en unos momentos en la casa.

Al abrir la puerta veo algunos juguetes tirados en la sala. Las cosas cambiaron desde que Fernanda y Lucas llegaron a la casa, no sé, de alguna manera siento que tiene más vida. Han escuchado eso de que los niños siempre iluminan un hogar, pues creo que fue lo que sucedió aquí.

Desde que falleció mi padre solo hemos sido mamá y yo en esta casa tan inmensa, según me cuenta mamá, mi padre compró esta casa porque siempre deseo tener muchos hijos; sin embargo, que el destino no les quiso dar más que a mí.

Una sonrisa tonta se forma en mi rostro. Nunca me he sentido más feliz y pleno que en estos momentos.

Busco a mi mamá a quien encuentro en el jardín observando como Lucas juega con una pelota.

Me acerco sigiloso hasta donde está y la abrazo por detrás dándole besos al mismo tiempo en la cabeza. Ella comienza a reír.

—Hola, mami —la saludo con euforia.

—Hola, mi amor.

Lucas, al verme, viene corriendo hacia mí y abraza mis piernas, lo tomo entre mis brazos y lo lleno de besos mientras nos contagia con su risa.

—En tan poco tiempo nos hemos acostumbrado a él, a su alegría y el cómo ilumina esta casa —expresa mi madre.

—Sabes que cuando Miriam salga del hospital no habrá mejor lugar para ella que aquí en la casa, es algo que ya he platicado con Fernanda —le cuento mis planes.

Ella también se ha acostumbrado a él, lo lleva a pasear, le compra cosas, le cuenta historias; es su nieto.

—Por supuesto hijo, así este niño sigue creciendo con nosotros. —Y comienza a hacerle caritas al niño haciendo reír mucho más.

Caminamos dentro de la casa porque ha comenzado a refrescar, mamá se va en busca de mi nana para ver cómo va la cena, yo me llevo a Lucas a la habitación.

—¿Qué tal si te das un baño y te cuento un cuento mientras esperamos que mamá venga?

—Sí, quiero que me cuentes un cuento.

Voy hasta el baño y preparo la tina, ya sé que le encanta hacerlo aquí porque puede jugar con el agua más que en la regadera. Después de un rato en el agua, lo ayudo a ponerse el piyama favorito y lo siento en mis piernas; yo le leo el cuento mientras el pequeño va viendo los dibujos del libro y va pasando página.




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