Fernanda
“¿Quieres verlo con tus propios ojos?, hotel Centra, habitación 705, no llegues tarde o te perderás la diversión.”
Leo el mensaje una infinidad de veces, mi mente trata de procesar lo que está leyendo y queriendo pensar que es una broma de muy mal gusto.
Busco en el closet algo que ponerme, sin fijarme siquiera en la ropa que me pongo, corro en busca de Miriam hasta su habitación. Abro la puerta de un golpe y parece que ni durmió aquí. Bajo a la sala, la busco en la cocina, en el jardín y nada no hay rastro de ella.
Sigo insistiéndole a mi cabeza que esto no puede ser cierto. Ella no puede hacerme esto; ellos no pueden hacerme esto.
Tengo que confiar en ambos, tiene que haber una explicación y cuando me la digan seguramente me estaré riendo de quienquiera que esté tratando de separarnos porque no lo va a lograr; hablaremos y seguiremos siendo felices.
—¿Te pasa algo Fernanda? —Escucho decir a Soledad que ni sé de dónde ha salido.
—Busco a mi hermana, pero no la encuentro por ningún lado. —le digo lo más tranquila posible.
—Me aviso que saldría a comprar algunas cosas para Lucas. Eso fue hace un par de horas
—Me imagino que se llevó a Lucas. —Es mi última esperanza, si lo ha hecho no es necesario buscar más respuestas.
—No, de hecho, se encuentra jugando en el jardín conmigo, solo vine por un poco de agua para él. ¿Quieres unirte al juego? O, ¿prefieres desayunar algo?
Sus últimas preguntas las ignoro, más bien resuenan sus primeras palabras, mi hijo está en casa y eso termina por matar mi esperanza. Siento como si alguien me hubiera tirado un balde de agua fría, o más bien, me recuerda a cuando me echaba un chapuzón en el río en épocas invernales, la sangre no llega a mi corazón y he comenzado a temblar.
—Entonces, ¿quieres jugar con nosotros? Parezco un crío al igual que Lucas. — sonríe mientras me dice esto, no nota la revolución que por dentro estoy viviendo.
—Después, ahora necesito salir, voy a comprar unas cosas.
Sin esperar respuesta salgo buscando algún chofer que me lleve, solo que ninguno de los dos está. Tomo mi teléfono y llamo a un taxi por medio de aplicación, por fortuna, no tarda en llegar.
Mientras avanza, me torturo viendo las fotos y leyendo el mensaje varias veces, buscando algún trasfondo que no encuentro, todo es muy claro. Llego hasta el edificio del corporativo y subo sin saludar a nadie, lo único que quiero es verlo, saber que está aquí trabajando y que hablemos tal como lo prometimos hace días.
Estoy en el último piso, salgo del ascensor y busco a su secretaria, la veo concentrada revisando unos papeles.
—Buenos días, podrías avisar al señor que me encuentro aquí.
—Discúlpeme, pero el señor en estos momentos no se encuentra.
Cada una de las respuestas que he recibido el día de hoy han hecho que una parte de mi corazón se quiebre. Con cada respuesta las dudas se van haciendo más fuertes y la promesa de no más lágrimas la termino por romper porque estoy seguro de que no falta mucho antes de que comience a llorar.
—Lo esperaré aquí, ¿sabrás a donde es que fue?
—No, la última en llamarlo fue de… —Verifica su libreta y continua—, fue de la señora Miriam, después de eso el señor salió de aquí algo apresurado.
—Gracias, Camila, mejor regreso a buscarlo más tarde. —Me voy antes de que comience a llorar, al estar abajo me subo al primer taxi que se me cruza en el camino.
—Al hotel central por favor —le digo al taxista. Mientras vamos de camino comienzo a llamar a Elián a su celular, suena, pero no contesta, después de la quinta vez que lo intento ha apagado su teléfono.
Contesta amor, pienso mientras intento marcar de nuevo teniendo el mismo resultado.
Llegamos al hotel, pago y me bajo. Me quedo solo viéndola sin atreverme a entrar, si lo hago probablemente me encuentre con aquello que no deseo ver. Por ahora solo estoy prolongando mi agonía, las pruebas están ahí, y lo que pueda llegar a encontrarme adentro será solo la comprobación de que todo es real y por ahora me niego a hacerlo.
Todo esto tiene que tener una explicación. Debo confiar, tengo que darle el benéfico de la duda por lo menos hasta que hable con él. Me doy la vuelta dispuesta a irme cuando mi celular suena.
Es Elián, mi respiración vuelve a la normalidad e inmediatamente contesto; error. Después de todo mi vida ha estado llena de muchos errores.
Antes de que pueda decir algo lo único que escucho son los gemidos de una mujer. Cuelgo y tiro el teléfono como si me quemara, la respiración se vuelve errática, mi corazón late con desenfreno y no hay más dudas, hay alguien con Elián y no precisamente tomando el té.
Hecha una furia doy la media vuelta y antes de que me arrepienta, me dirijo a la recepción.
—Señorita, buenos días, mi esposo reservo una habitación —le digo serena, como si por dentro no me estuviera muriendo.
—Buenos días, dígame el nombre de su esposo.