El amor de un millonario

Capitulo 18: Mi abuelo

Elián

—¿Qué haces aquí, abuelo? —pregunto al verlo entrar por la puerta, ya son muchas emociones por hoy que no tengo ánimos para lidiar con uno más.

Pareciera que envejeció demasiado desde la última vez que lo vi, debo recordar de no sentir lástima por él, desde que tengo uso de razón jamás se interesó por mí y cada vez que aparecía por la casa era una discusión seguida.

De alguna manera siempre trataba de hacer valer su voluntad, cuando mi padre vivía trataba de ponerle un alto, después de su muerte siempre quiso manipularme para que las cosas se hicieran a su modo y tenerlo aquí enfrente solo puede significar más problemas.

No responde a la pregunta que he hecho, Fernanda se ha quedado sin palabras, solo viéndolo. Estoy casi seguro de que el causante de todo este desastre es él.

—Me enteré de que trajeron a Fernanda y quise venir a saludarlos —lo dice de una forma en la que jamás lo había escuchado. Se acerca a nosotros y me doy cuenta de que se sostiene de un bastón.

Quisiera preguntar que le sucedió, solo que las palabras no fluyen. Realmente estoy impactado por la actitud del abuelo.

—Probablemente, no quieran saber de mí, por cómo me he comportado hasta ahora —sigue hablando al notar que nosotros no lo haremos—. Necesito hablar contigo, hijo, y aprovechando que están los dos quiero pedirle una disculpa por la forma en que me he comportado con ustedes.

—Permíteme que dude de lo que dice, ¿Cómo pretendes que te crea cuando has hecho todo para verme hundido? —le respondo mientras me interpongo en su camino antes de que pueda llegar hasta donde se encuentra Fernanda.

—¿Por qué ha hecho todo esto? ¿A caso no fue suficiente enviarme con mis padres para que se convirtieran en mis verdugos? Ahora ha hecho que mi hermana me traicione.

—Creía erróneamente que controlando a mi nieto me sentiría más poderoso, tarde me di cuenta de que el dinero nunca podrá comprar amor, que no hay persona más pobre que un millonario estúpido como yo. Trate siempre de comprar cariño, atención, respeto; todo. Siempre quise resolverlo con el maldito dinero.

Antes de que pueda decir algo más se abre la puerta y una enfermera comienza a regañarlo.

—Señor, le dije que no podía salir hasta que lo autorizara el doctor, tenemos que regresar a su habitación.

Y es cuando caigo en cuenta que viste con ropa de hospital

—No me iré hasta que mi nieto me escuche. —Se pone necio. Siempre es así cuando no se hace su voluntad.

—Hablaré contigo después, ahora ve con la enfermera.

Lo que jamás creí que mis ojos llegarían a ver está pasando justo ahora, él obedece a algo que he ordenado yo. Sale de la habitación dedicándome una mirada de súplica.

Nos miramos sorprendidos de lo que acaba de ocurrir, el abuelo comportándose de esta manera es algo irreal, y también es algo por lo que no me preocuparé en estos momentos, lo importante ahora es hablar con mi esposa sobre la noticia que recién he recibido.

—¿Cuándo pensabas decirme que está embarazada? —le reprocho.

—No pensaba ocultarlo, de hecho, la razón por la que te fui a buscar fue precisamente para decirte que me había enterado de mi embarazo.

—¿De verdad? —pregunto incrédulo, después de ella pensar que la había engañado, aun así estaba dispuesta a buscarme para hablarme de su embarazo, eso habla del tipo de personas que es y que he comprobado en múltiples ocasiones.

—Aun cuando estaba dolida por todo lo que había pasado, yo quería que tú supieras de la existencia de mi frijolito. —Extiende su mano para que me acerque a ella, toma mi mano y lo dirige a su vientre. —Aquí crece el fruto de nuestro amor.

Y juro que comenzaré a llorar. Mejor dicho, ya estoy llorando. Soy un débil ante una situación como está. Caigo en cuenta de que pronto tendremos un bebé de nosotros, me convertiré en padre y esa es una emoción indescriptible.

Nos sumergimos en una burbuja donde nada importa más que nosotros tres, ahora nada ni nadie hará que me separe de ella, los protegeré si es posible con mi propia vida.

La burbuja se rompe con la puerta abriéndose.

—Su alta esta lista señora Torres, la recomendación es que cuide de su salud para evitar episodios como el de hoy —indica el doctor y yo estoy atento a todo lo que dirá para estar al pendiente que se cumpla todo al pie de la letra—. Su embarazo no es de riesgo, pero los 3 primero meses puede ocurrir cualquier cosa.

El rostro de Fernanda se pone pálido y yo quiero golpear al doctor por lo que acaba de decir.

—Tienen que ser conscientes de todo lo que pueda ocurrir, por ahora le recomiendo que descanse, y usted —se dirige a mí—, solo dedíquese a consentirla.

Y yo sonrió como tonto, claro que eso es lo que voy a hacer.

Cuando todo está listo, salimos del hospital y la sonrisa de mi rostro no lo puede quitar nadie. En ningún momento la suelto, de ser posible la llevaría en mis brazos para que se canse al caminar, pero la conozco y sé que si lo hago me ganaré el enojo de su parte. Eso sí, la ayudo a subir al auto, coloco su cinturón, y deposito un beso en su frente antes de darle la vuelta al auto y ponernos en marcha hasta llegar a casa.




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