El amor de un millonario

Extra: Una navidad en familia

La ciudad esta vuelta un caos y es que se acerca la época en donde todo mundo corre de aquí para allá buscando que comprar para decorar sus casas para recibir la mejor época del año.

Voy tomado de la mano de mi adorada esposa, quien va de tienda en tienda buscando todo lo necesario para estas fiestas, ella quiere recibir la navidad rodeada de todos nuestros hijos.

Ya se ha encargado de amenazar a todos de que si no asisten dejara de dirigirles la palabra. Yo solo me reí cunado escuche su amenaza y termine recibiendo un fuerte golpe con la almohada.

Cuando me dijo que tendríamos que venir al centro de compras lo mejor que pude hacer es aceptar antes de volver a recibir un golpe de mi querida y amada Fernanda. Llevamos más de medio día de tienda en tienda y pareciera que ella nunca se cansa, yo solo soy su mandadero y cargador. Ella elige todo.

—¿Qué te parece este mi amor? —me muestra unas luces navideñas.

—Pues a decir verdad me gustan más las de colores brillantes. —Respondo dando mi opinión.

—No, yo creo que debemos comprar estas —me muestra unas totalmente contrarias a la que le he dicho, yo no sé cómo me pregunta; lleva haciéndolo toda la mañana, me pregunta algo para al final terminar comprando lo que ella desea.

Solo la veo sonriendo. Así la amo, es mi amor y nunca podría decirle que no.

—Llevas toda la mañana pidiendo mi opinión y al final terminas comprando lo que tú quieres.

Mala idea decir estas palabras. Voltea a verme como si lo que hubiera dicho fuera terrible.

No dice nada, solo me mira enojada.

Durante la siguiente media hora se dedica a ignorarme, yo solo la observo moverse de aquí para allá sin dirigirme la palabra.

Mientras veo que esta distraída buscando un adorno navideño, del que por cierto ya compró varios; me alejo de ella hasta llegar al área de unos peluches busco entre los tantos que hay hasta encontrar el que más me gusta, uno que al tocar el botón dice “te amo”.

Camino por el centro comercial hasta que la ubico al parecer se ha dado cuenta que ya no estoy junto a ella la veo a lo lejos buscándome.

Camino sigiloso hasta colocarme detrás de ella sin que se dé cuenta.

—Estoy aquí.

Coloca una mano en su corazón.

—Me has asustado Elián.

Sigue enojada.

Tomo el peluche que he escondido tras de mí y hago que suene frente a su rostro.

Por fin sonríe.

—Hemos terminado con las compras navideñas, es momento de irnos.

—No quiero que estés enojada conmigo.

—No lo estoy. —Diciendo esto, toma mi rostro y deposita unos besos suaves.

La gente a nuestro alrededor comienza a vitorearnos.

Salimos del centro comercial tomados de la mano, cargando un montón de bolsas y cajas. Ahora me espera lo mejor, que mi querida esposa me obligue a decorar la casa.

—Me encanta la navidad —Dice mientras lanza un suspiro viendo a la ventana.

Creo que no es necesario que me lo diga, desde nuestra primera navidad vi en sus ojos la emoción de colocar un árbol, decorar con luces, comparar regalos a todos. Jamás había visto a alguien más emocionada que ella, en ese entonces estaba embarazada de mi hija Sol, pero eso no le impidió ir de allá para acá decorando a su gusto.

—Lo se mi amor.

—¿Sabes por qué amo la navidad? —Habla más para sí, que, para mí, comienza un diálogo sin quitar la mirada de la ventana.

—Nunca supe lo que es recibir un regalo en navidad, jamás lo celebrábamos, nunca veías un adorno navideño fuera de la casa, conforme iba creciendo lo único que siempre deseaba en nochebuena es que algún día pudiera celebrarlo como alguna vez vi en la tele. Cuando llegamos a la ciudad apenas y me alcanzaba para un pequeño árbol en donde colocaba un regalo para Lucas, yo quería que él conociera lo que era la navidad desde pequeño, claro que con muchas carencias. ¿Recuerdas la primera vez que celebramos navidad juntos?

—Cómo olvidarlo, te volviste loca decorando la casa.

—Era una niña con juguete nuevo. Desde aquella primera vez jure que nunca dejaría de celebrarlo en familia. El dinero no comprar la felicidad, pero si puede comprar adornos navideños. —Dice en forma de broma.

Yo me rio con ella, lo que me cuenta me hace entender el empeño por querer siempre lo mejor, que en la casa se sienta ese espíritu navideño que durante muchos años no pudo tener.

Yo que crecí rodeado de lujos jamás pensé en que en el mundo alguien estaba pasando una navidad triste, sin familia o con apenas tener para comer.

—¿Ahora entiendes mi afán de comprar lo mejor?

—Si amor de mi corazón, y este año te ayudare a decorar.

—Más te vale que siempre dices lo mismo y te la pasas metido en el trabajo, este año si es necesario te amarrare a mí para que me ayudes.

—Lo de amarrar no suena a mala idea, que tal si lo hace ahora mismo sobre la cabecera de la cama —Juego con ella, se sonroja y yo comienzo a besarla. Beso que es interrumpido con la llegada de los gemelos.

Este par ha interrumpido más veces de las que se puedan imaginar.

—¿Ya podemos comenzar a decorar?

Estas palabras son la señal del caos que comienza en casa, horas después pareciera que por la casa ha pasado un huracán; objetos regado de aquí para allá dan muestras de que pronto la casa estará iluminada de luces y adornos navideños.

Me quedo sentada en la sala viendo como los niños colocan los últimos detalles, escucho el sonido del timbre camino hasta allá sabiendo que es la pizza que hemos pedido. Cuando regreso a la sala con la caja y el refresco en las manos, los empleados ahora ayudan a recoger todo el desastre. Al haber muchas manos todo queda más que limpio en cuestión de minutos.

—Papá, ¡es hora de encender las luces!

Gritan los gemelos emocionado.

—La pizza se enfriará.

—Primero encendemos las luces y después cenamos. —Contestan seguros, es de las únicas veces que puedo ver que ellos anteponen algo a la pizza.




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