El amor en tiempos de cuarentena

Sobre ahogarse en un vaso de lágrimas

 

Bruno: estoy en la puerta

Yo: qué temprano

Bruno: me abrís?

Bruno: está lloviendo

Bruno: me estoy mojando todo

Yo: ES VERDAD

Yo: ahí bajo

Bruno: dale

Yo: todo bien?

Bruno: dale abrime

 

Fran frunció el ceño. Algo andaba mal.

 

Yo: yendo

 

Fran había visto muchas cosas en su vida, pero si había algo que no imaginaba presenciar era a Bruno, parado bajo la lluvia en la puerta de su casa, con cara de perrito triste.

Algo definitivamente andaba mal.

—¿Vamos adentro?—dijo, una vez que se le pasó la sorpresa—Te vas a resfriar.

Bruno asintió en silencio, y Fran le tomó del brazo para guiarlo al cuarto sin saber muy bien porqué. Lo único que sabía era que Bruno no estaba bien y que probablemente necesitaba que lo ayuden, así que abrió su armario y sacó una frazada.

—Tenés ropa seca ahí, ¿no?—apuntó al bolso que cargaba y le entregó la frazada—Cambiate y tapate, si tenés frío. Yo ya vuelvo.

No había nadie en la cocina, sus abuelos debían estar tomando la siesta o mirando alguna novela en su habitación. Mejor, supuso Fran, si nadie le hacía preguntas por el momento, así podría volver rápido con Bruno.

Regresó a la habitación con un té (sin azúcar ni leche, como sabía que Bruno lo tomaba) en la mano, encontrando a su amigo sentado sobre su cama con la espalda contra la pared y la mirada perdida. Se había cambiado y tenía los hombros envueltos en la frazada que Fran le había dado. Sus miradas se encontraron, y Bruno extendió sus heladas manos para que Fran le entregara el té. Sopló suavemente antes de dar un sorbo, murmurando un casi inaudible ‘gracias.’

—¿Qué pasó?—preguntó, sentándose a su lado con cuidado—Bah, no sé si me querés contar o no. Pero, lo que necesites, decilo. Estoy acá. Literalmente. Es raro poder decir eso, ahora que me acostumbre a decir “estoy acá,” metafóricamente, por mensaje, por la cuarentena y todo…

Su voz se cortó cuando sintió la cabeza de Bruno caer como un peso muerto en su hombro.

—Le dije a mi mamá.

Fran giró la cabeza para mirarlo a la cara.

—¿Qué le dijiste?

Bruno suspiró.

—Salí del clóset, o como se diga—murmuró, desviando la mirada—No se lo tomó muy bien.

Fran buscó su mano y entrelazó sus dedos, porque tenía miedo de abrumarlo con un abrazo. Aunque sabía que podía malinterpretarse, para Fran no era un gesto muy romántico. Era apoyo.

—Pero, ¿por qué le contaste?

Bruno soltó una risa seca.

—Siempre tenés que preguntar por qué, sos como un nene chiquito.

—Es que hasta donde tenía entendido no querías que se entere.

—No quería que se entere por otros—razonó Bruno, levantando la cabeza para poder mirar a Fran a la cara mientras hablaba—Quería ser yo el que eligiera el momento adecuado.

—Y, ¿por qué sentiste que era el momento adecuado?

Una vez más, suspiró.

—Porque eventualmente lo iba a saber, y estoy harto de mentir cada dos segundos cuando me pregunta por qué no hablo más con Augusto. Aunque, ahora pienso que no debería haber dicho nada nunca.

—¿Augusto?

Larga historia.

Había algo en la cara de Bruno, algo que parecía estar guardando, protegiendo, custodiando.

—No te voy a juzgar si llorás.

—No quiero llorar—murmuró.

—Me doy cuenta de que no querés—Fran suspiró—Pero, si necesitás llorar… no sé, a veces la gente necesita llorar. Y está bien.

Bruno sonrió, triste.

—No voy a llorar, Fran.

Fran revoleó los ojos, negando con la cabeza y sonriendo frente a la testarudez del otro. No tenía sentido discutir, así que se rindió.

—¿Querés mirar Saiki? Digo, porque tal vez te ayuda a subir el ánimo, no sé.

—Todavía no—dijo Bruno, desviando la mirada—Gracias.

—¿Por?

Se encogió de hombros.

—No sé, esto.

Fran soltó su mano para pasar ese mismo brazo sobre sus hombros, intentando ayudar a que se le pase el frío, al menos.

—No hay de qué.

Al final, pusieron una película pochoclera, como de costumbre. Esta vez, era sobre un terremoto seguido de un tsunami. Como toda película de desastre natural, seguía la historia de una familia que se veía envuelta en el desastre. El matrimonio estaba con problemas, los hijos tenían miedo, y entre gente loca con armas, edificios derrumbándose y escenas muy poco realistas, los personajes iban sobreviviendo y llegando a algún lugar seguro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.