El amor en tiempos de cuarentena

Versos, cuentos y relatos

Al regresar a su casa, Bruno se tiró en la cama con una sonrisa embobada pintada en su rostro. Consideró, brevemente, contarle a Lara lo ocurrido, pero luego prefirió no hacerlo. Después de todo, si se iba a la casa de su papá, quedaría más cerca de la casa de su amiga, y sería mejor contarle cara a cara.

Luego recordó eso. Ahora estaría lejos de Fran. No lo vería tan seguido, ni saldría en bici para caminar con él hasta la plaza, ni lo tomaría de la mano, ni lo besaría de nuevo.

Bruno se cubrió la cara con las manos, aunque no había nadie a su alrededor que lo viera. Realmente lo había besado.

Parecía algo irreal, imposible, pero cada vez que cerraba los ojos podía repetir ese momento: había quedado grabado en su memoria con infinito detalle. Incluso notó que se había olvidado de pedirle la bufanda de vuelta a Fran, por lo cual la debía tener en ese mismo momento.

Odió sentir mariposas en el estómago. Se estaba volviendo un cliché de los que tanto criticaba en las películas o series, pero no podía evitarlo.

Casi que quería abandonar el plan de irse a lo de su padre solo para poder pasar más tiempo con Fran, pero sabía que Fran no estaría de acuerdo. Él mismo le había dicho que le parecía bien que Bruno se fuera del entorno que le hacía mal para poder sentirse mejor, en sus palabras. Sabía que tenía razón, y por eso se dispuso a mandarle un mensaje a su papá lo antes posible.

 

Yo: hola, pa

 

Rio al ver que la foto de perfil de su padre era una foto de Bruno, a los doce años, sentado en un restaurante del shopping donde antes habían ido al cine. Qué viejo careta, pensó.

 

Papá: Hola Bruno………que raro que me mandes un mensaje……jaja!!

 

¿Por qué los adultos siempre metían tantos puntos suspensivos para todo?

 

Yo: me podés venir a buscar

Yo: por favor

 

Supuso que era mejor ir al punto.

 

Papá: ¿Pasó algo?

Yo: por favor

Papá: Bueno……voy a hablar con tu mamá nada más para coordinar, ok?

Yo: ok

Yo: gracias

Papá: Probablemente sea tipo nueve y media, diez, estoy con trabajo

 

Luego de hacerse un bolso con ropa, cepillo de dientes, y todo lo que necesitaría para el colegio virtual, fue a despedirse de Matías, pero descubrió que no estaba en casa. Sin embargo, en el pasillo, se cruzó con otra persona.

—Bruno—su mamá lo frenó antes de que se pudiera meter en su cuarto—¿Vas a ir a lo de tu papá?

Bruno desvió la mirada.

—Está bien—terminó diciendo ella frente al silencio, sorprendiendo a Bruno—Quizás es mejor, por ahora.

Bruno asintió, metiéndose en su cuarto. No tenía energía ni ganas de descifrar qué habría querido decir. ¿Por ahora? No, no se iba poner a pensar y darle vueltas al significado de eso. En cambio, decidió llamar a Lara, que atendió unos segundos más tarde.

—Hola, ¿qué tal? ¿Cómo te fue con Fran?

Dios, te tengo que contar, pero mejor mañana.

—¡¿Por qué mañana?!

—Porque ya le dije a mi viejo que me venga a buscar, así que mañana podés venir a mi casa o yo a la tuya.

—Mhm, bueno, dale, probablemente puedo convencer a mi papá que me lleve así no tengo que caminar—ambos rieron, y luego agregó—Yo también te tengo que contar algo.

—¿Qué?

—Y, te cuento mañana, mejor en persona.

Su papá no llegó a las nueve y media. Tampoco llegó a las diez. Lo que sí llegó fue un punto en el que Bruno comenzó a preguntarse si realmente vendría, pero a las 11:04 exactas escuchó el motor de su auto acercarse por la cuadra hasta frenar frente a su casa.

Había llegado una hora tarde, pero al menos había venido.

Al oír el sonido del timbre, tomó su bolso y se dirigió rápidamente al pasillo. Sus pisadas sobre la escalera retumbaron por la sala de estar y, aún sin llegar abajo, pudo escuchar el ruido de la puerta de entrada abrirse.

—Ricardo—dijo su madre, tan simpática como siempre, a modo de saludo.

—Hola, Kari. ¿Y el pibe?

Bruno entró en el campo visual de su padre al terminar de bajar los últimos escalones. No se habían visto desde febrero.

—Acá—dijo simplemente, ganándose una palmada en el hombro de su papá.

Estaba igual que la última vez que lo había visto, pero con los inicios de una desprolija barba creciendo en su mentón. Medía unos centímetros menos que Bruno, pero tenía los hombros y la espalda más anchos. Su pelo era castaño claro, canoso, más corto que el de Bruno, y llevaba puestos un par de anteojos cuadrados de marco grueso. Incluso se paraba de la misma forma de siempre, con la postura relajada y las dos manos en los bolsillos delanteros del pantalón de jean azul gastado, a excepción de los pulgares. Dentro de todo, para un hombre de su edad, tenía una apariencia bastante juvenil.




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