Capítulo 2
Mi celular vibra por la alarma que puse en la madrugada y lo peor es que no deseo despertar, el maldito sonido que se repite cada cinco minutos me indica claramente que es hora de levantarse y prepararse rápidamente.
Llevo quince minutos de retraso así que me apresuro agarrando lo primero que veo, salgo del edificio solo para iniciar una carrera por la avenida hasta adentrarme al tren.
Ya sentada intento regular mi respiración agitada. Las carreras, no se me dan muy bien, en realidad, el ejercicio no se me da muy bien.
Por alguna razón extraña, los recuerdos de esos años fatídicos en mi vida y la de mi familia me invaden nuevamente, sé que eso nunca se borrara de mi mente y en parte lo agradezco, ya que los tomo como impulsadores cuando siento que ya no puedo.
Recuerdo que el trabajo de papá era bueno, teníamos más acceso a cosas, es decir podíamos comprar cosas que nos gustaba o que simplemente no teníamos en casa, pero eso no me importo, la verdad yo no quería esperar a que las cosas empeoraran nuevamente por lo que decidí buscar un trabajo.
Si, empecé a trabajar a la edad de 14 años.
Mis padres me decían que no era necesario y que mientras ellos vivieran nada me faltaría… (Eso no reconforta a nadie y creo que muchos saben que no puedes vivir por siempre del dinero de tus padres puesto que llega el punto en el que tú debes mantenerlos a ellos y hacerte cargo de sus gastos, como ellos lo hicieron en su tiempo) así que me empecine más en buscar un trabajo, no quería volver a pasar por lo mismo, tenía miedo.
Mi plan era vivir la vida de todas las formas posibles, perder mis miedos, conseguir todas las experiencias posibles para así poder salir a la jungla como yo veía a la vida...
El tren se detiene despertándome del sueño–pesadilla como le llamo a los recuerdos que usualmente me invaden en lugares silenciosos. Me muevo rápidamente porque no quiero que las puertas se cierren, alejándome de mi parada.
Subo por las gradas que dan hacia la avenida principal, camino lo más rápido que puedo en busca de mi primera clase. En este momento parezco una desquiciada que va corriendo por todos lados, incluso mi cabello está hecho un desastre, ahora entiendo por qué mama me decía que debía ser más femenina, pero la verdad, no me mantengo tan mal, solo que hoy no es mi día.
—lo siento —me disculpo. Por ir metida en mis pensamientos, tropecé con alguien y hasta lo derrumbe— no fue intencional —me giro hacia el chico, pero tremenda sorpresa la que me llevo al verlo.
—¿Violet? —me llama con su típica sonrisa.
—hola —saludo. Newt permanece sonriente, pero algo adolorido por lo que le hice— lo siento —me disculpo nuevamente esta vez tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse, pero tarde me doy cuenta que con mi cuerpo pequeño y débil nunca podré levantar su cuerpo pesado.
Newt es uno de mis amigos, me ha ayudado con muchas cosas en la universidad, lo conocí en una clase que, según él, “no le gusta para nada” y que por esa razón la estaba repitiendo.
—tranquila, estoy bien —se levanta sin mi ayuda puesto que ni pude moverlo— ¿a dónde vas tan apresurada?
—a mi primera clase —le muestro la hoja donde tengo mi horario con las aulas respectivas.
—que sorpresa, compartimos la misma clase… otra vez —su sonrisa se amplía mucho más que antes.
—¿Cómo es posible que compartamos la misma clase otra ves? —pregunto.
—pregúntaselo al licenciado que me reprobó el semestre pasado —indica —estoy seguro que tú también reprobaras si no partimos ahora —advierte.
No digo más, solo dejo que me dirija hacia uno de los edificios del campus, subimos por el ascensor para detenerlo en el quinto piso, justo donde está el salón de mi primera clase.
La clase inicia muy relajadamente, el docente es un hombre mayor de unos 60 años de edad, a veces no entiendo lo que explica, pero para mi suerte, tengo a Newt que me ayuda.
Luego de mi horrible comienzo en mi cuarto año en la universidad, Newt me ayudó como siempre, le agradezco mucho su interés, no sé qué habría hecho sin él.
Primer día y no entendí nada.
—¿quieres ir a comer algo? —pregunta de repente.
Antes de responder veo la hora. Al ver que aún falta para mi siguiente clase asiento de acuerdo. Estoy hambrienta, no solo porque no desayune en la mañana, sino también atribuyo mí apetito al hecho de no haber cenado anoche.
Anteriormente he pasado más de un día sin comer y sin embargo ahora siento que el peso de la vida está cayendo sobre mi estomago vacío.
Caminamos por el césped del campo hasta llegar a la cafetería. Tan pronto como ingresamos, pedimos nuestros alimentos. Mi vista vaga por todo el lugar en busca de alguna mesa disponible antes de escuchar la voz emocionada de Kathy:
—¡Violet! —una Kathy muy sonriente nos espera en una mesa apartada de la entrada. A su lado permanece un chico moreno. Presumo que se trata de Noah.
—Hola —saludo cuando llegamos.
—siéntense —nos pide Kathy— él es Noah mi novio —me presenta al chico que está a su lado y que al parecer se conocen muy bien con Newt, claro, trabajan junto y es obvio que se conocen.