Capítulo 5
Los días, las semanas y los meses se fueron como el viento. Llevo seis meses en la universidad, mis calificaciones están muy bien a pesar del trabajo.
Hoy es viernes y justo en este momento empaco mis cosas, ya que pasaré todo el fin de semana en casa de mis padres. Se supone que regreso de Canadá para asistir a la boda de mi hermano que se realizará este domingo.
Por lo menos descansaré.
—te veo el lunes, porque de no ser así, te iré a buscar y te traeré arrastras —Kathy me advierte. Pero solo me saca una sonrisa por el tono en el que lo dice.
Siempre que regreso a casa de mis padres, ella siempre me amenaza, pero en realidad, solo se queda en eso…amenazas y advertencias.
—tranquila, regresaré —aseguro antes de darle un último abrazo, luego me subo al taxi.
Apenas llevo una pequeña maleta a causa de que esta visita solo me tomara un fin de semana, corto y acogedor.
El taxi conduce por las calles dejando atrás mi vida oculta y mis mentiras.
Antes de notarlo ya me encuentro cerca de mi casa. Cuando me voy acercando más, la emoción se apodera de mi cuerpo. El rostro de mi madre aparece en la entrada de la casa, su sonrisa cálida fluye de ella como cada año que regreso a casa.
Apenas bajo del taxi, ella correr hacia mí.
—¡cariño! —se lanza para abrazarme.
—mamá —me dan ganas de llorar al sentir su abrazo cálido sobre mi cuerpo.
—¡Arnold Violet llegó! —grita emocionada. Solo se necesita algunos minutos para escuchar los pasos fuertes de mi padre cuando sale de la casa.
—mi niña —me abraza tan fuerte que siento que me eleva como cuando era pequeña—, estuve ayudando a tu hermano con su traje —se justifica manteniendo la emoción en su rostro— ¿quieres verlo? —pregunta.
Asiento para ingresar a mi casa.
Ver las paredes verdes me emociona, el interior sigue como siempre, aunque puedo vislumbrar algunos cambios en los adornos de la pared y de la chimenea.
Los pasos provenientes del segundo piso hacen que toda mi atención se concentrarme en la imagen de mi hermano. Debería recordarme a mi misma que el siempre estuvo con el uniforme y que ahora parece una alucionacion el verlo enfundado en un traje oscuro.
La costumbre hace que tarde en reaccionar, pero al final me doy cuenta que él se ve como todo un ejecutivo con ese traje, además que es verdaderamente sorprendente notar que le queda bastante bien.
—enana —con apenas 29 años se va a casar y es casi imposible de creerlo.
No me parece algo malo puesto que Evan se esforzó mucho por conseguir sus metas a una temprana edad y Alba lo amo desde la primera vez que lo vio, así que pienso que se merecen mutuamente.
—ven, dame un abrazo —Evan abre sus brazos justo en el instante que llega la planta baja. Y como es de esperar, yo rápidamente corro a su encuentro. Es mi hermano y siempre estuvo ahí para mí y ahora yo estaré para él en el día más importante de su vida—, mi enana llegó —me da un beso en la frente.
Odio que me llame de ese modo, solo porque el me pasa por “algunos centímetros”, en realidad él es muy alto y no puedo competir con eso.
—te ves guapo —confieso. Creí que no le sentaría bien el traje, pero veo que me equivoque.
¿Cómo no hacerlo? si tiene el cuerpo bien ejercitado por su trabajo.
—¿tú crees? —me pregunta inseguro. Asiento con una sonrisa— Alba tiene una sorpresa para ti —sospechoso, es lo único que pienso.
—¿Qué es? —soy bastante curiosa, no puedo negarlo y tampoco evitarlo.
—deja que me cambie y te llevo con ella —rápidamente sube por las gradas sin decir nada más al respecto.
Giro solo para encontrar a mis padres con una sonrisa misteriosa en sus labios. Ya voy diciendo que esto no va bien y que algo extraño ocurre.
—díganme —me apresuro a decir.
—no es nada cariño —mi madre intenta mostrarse despreocupada, sin embargo sus movimientos la delatan— debes tener hambre —cambia de tema y se va a la cocina.
—papá…
—debo ayudarla —solo eso y se va detrás de mi madre.
Se comportan como dos adolescentes que escoden su primer encuentro a espaldas de sus padres. Niego con la cabeza y al mismo tiempo rio por su actitud.
—listo —mi hermano aparece con su hermosa sonrisa.
Si pienso mejor las cosas, puedo decir que los hombres son los que menos tienen problemas con la vestimenta, en cambio una mujer debe demorarse horas para estar lista
—podemos partir —indica. Ahora es donde el pánico se apodera de mi cuerpo.
—pero… tengo hambre —intento evitar salir de la casa, porque no quiero más sorpresas— mamá me está preparando algo…
—cenaremos con Alba —mis palabras mueren cuando me toma de la mano y me arrastra hacia su coche, estacionado en el ingreso de la casa— ¿Qué sucede? —pregunta al notar mi resistencia— solo… sube —me sienta en el asiento del copiloto y me pone el cinturón de seguridad.