Capítulo 8
Me siento defraudada, lastimada, deshecha, siento que todos mis sueños se van por la borda. Mis esperanzas, mis anhelos, mi vida, todos los esfuerzos se van por un caño. Pensaba que había visto el peor lado de la vida, creyendo que vi todo lo que una persona puede hacer por dinero, pero estaba demasiado equivocada.
Mis ojos se abren lentamente, dejando que el dolor de cabeza me golpee con fuerza, creo que esto se detendrá con los segundos, sin embargo, el dolor solo incrementa cuando la luz del sol llega a mis ojos. Aunque mi vista se encuentra débil por la luz, puedo vislumbrar algunas cosas a mi alrededor. Como la cama amplia en la que estoy recostada, también puedo ver que la habitación en donde me encuentro es bastante amplia con paredes color crema.
Se que debería estar un poco tranquila al ver el ambiente, sin embargo, eso no impide que cierre los ojos para retener las lágrimas que empiezan a resbalar por mis mejillas al recordar toda la situación. Ante las imágenes, me levanto bruscamente ocasionando que un fuerte mareo me deje casi sin vista, pero eso es mínimo por cómo me siento ahora. Obligo a mi cuerpo a levantarse y caminar hacia la puerta, aunque todo duele como si mi cuerpo estuviera con múltiples golpes. Al llegar a la puerta, muevo la perilla pensando en encontrarla sin seguro, pero lo encuentro totalmente cerrado.
Estoy encerrada. Secuestrada en pocas palabras.
Intento abrir las ventanas y de igual forma que la puerta, están cerrados. Necesito salir de esté maldito lugar. Regreso a la puerta, pero esta vez muevo la perilla de forma desesperada y empujo la puerta esperando derrumbarla con mi peso miserable.
Al final, me quedo sentada en el piso, en una esquina de la habitación, hasta que escucho que alguien abre la puerta. Una muchacha un poco mayor que yo se acerca con una bandeja en la mano y algunas prendas de vestir.
—buenos días —saluda amable y con una sonrisa.
Con solo ver su comportamiento, me hierve la sangre ¿Cómo puede estar tan feliz, sabiendo que me tienen encerrada a la fuerza?
—debe comer —deja la bandeja sobre la cama.
—no quiero nada —camino hacia la puerta pensando ingenuamente que esta sin nada que me impida salir, cuando la abro me encuentro con dos hombres enormes parados en la entrada. Lo primero que llega a mi mente es salir apresuradamente, pero el intento de correr se queda atrás cuando me detienen y arrastran de regreso a la habitación— ¡suéltenme! —forcejeo— ¡quiero salir de aquí! —mis gritos no importan cuando cierran la puerta con seguro dejándome sola… otra vez— ¡malditos! —continuo gritando y empiezo a patear la maldita puerta hasta que me canso.
Observo la bandeja de comida sobre la cama, la diviso hasta que decido dejarme llevar por la rabia que siento ahora. Tomo la maldita bandeja y lo lanzo hacia la ventana. El impacto me deja perpleja y atontada por algunos segundos, pero luego la idea cobra vida en mi mente.
¿Cómo no lo pensé antes?
Rápidamente me dirijo hacia el orificio que le hice a la ventana, en ella aún queda algunos vidrios firmes a su alrededor. No me importa y estoy segura que si intento romperlas todas no lograre salir a tiempo, por lo que decido huir por el pequeño orificio que hay en medio y que por suerte mi cuerpo por ser pequeño cabe tranquilamente.
Teniendo cuidado de no cortarme, saco la mitad de mi cuerpo, pero cuando estoy a punto de sacar mis piernas para lanzarme, alguien tira de mis tobillos con fuerza, provocando que pierda el equilibrio y así logrando que me corte gran parte de mis antebrazos. Tengo enormes cortes en los antebrazos y parte de las muñecas. La sangre fluye sin importar nada y el dolor no se deja esperar.
—llama al doctor —ordena uno de los gorilas que estaba en la puerta, el otro sale de la habitación obedeciendo las órdenes del primero. El dolor es constante, pero ni eso me detiene cuando veo la oportunidad de salir de este lugar, empujo con fuerza al hombre que quedaba para examinarme y a pesar del dolor, me levanto de la cama para correr a la salida. Atravieso los pasillos hasta llegar a la enorme gradería que hay en la casa, bajo lo más rápido que puedo, esperando no tropezar— ¡detente! —grita el hombre que empuje, pero no soy estúpida para obedecerlo.
Apresuro mis pasos sin mirar atrás, sin embargo, sentir que algo me alcanza me pone en alerta total. Estoy cerca y no pienso detenerme, solo me falta unas cuantas gradas más. Lucho con el hombre que me tiene sujeta del brazo y sin importarme nada le clavo mis uñas y dientes en su brazo produciendo que este me suelte de manera brusca. No me soy cuenta de nada hasta sentir el primer golpe, luego lega el segundo, el tercero, cuarto… no sé cuánto resbalo, solo que mi cuerpo duele con cada impacto. Al final el fuerte golpe en la cabeza me deja mareada y poco a poco voy rindiéndome ante la oscuridad.
Otra vez la oscuridad. Nada me sale bien.
֎֎֎
—por suerte solo fue un simple golpe —la voz de alguien me despierta poco a poco— el hematoma desaparecerá dentro de una semana y las heridas sanaran con lentitud, pero todo estará bien —indica. Se que estoy despierta, pero no logro abrir mis ojos, las siento tan pesadas— las heridas deben ser limpiadas cada ocho horas para que no vea infecciones, fueron muy profundas.