El amor no tiene color

9. Suspicaz.

NOLAN

Saber que Layan encontró esa fotografía no me gusta. Según yo rompí todas las fotos de esa mujer. Ahora mi niña va a idolatrar esa fotografía y la va a tener como su tesoro más preciado. También me preocupan esas llamadas, son cuatro años de las mismas. La persona que lo hace se cerciora en llamar desde un número privado; así nunca sabré quién es. Tengo mi teoría, pero…

—¡Aló! Lucrecia —digo al darme cuenta de que ya está en la línea—, por favor, organiza todo para la reunión —veo a Layan pasar, tenía razón, ya domina la bicicleta. Me concentro en lo que me dice mi secretaria. Layan da otra vuelta. —Sí, por favor, no quiero contratiempos. Ya localizaste a Omar, ¿por qué a mí no me contesta? Sí, seguramente alargó la noche. Okay, perfecto, cuelgo la llamada y me percato de que Layan ya no regresó. —Le dije que no fuera al patio de atrás —musito—. ¡Layan! ¡Layan! —grito y empiezo a buscarla desde mi posición.

Aparece, la noto exaltada. Me paro en el camino, frente a ella.

—¿Por qué demoraste, princesa?, ¿te caíste?

—No. Es que afuera estaba una mujer y me estaba diciendo cómo me llamo.

El corazón me da un salto.

—¿Una mujer?

—Si papi, allá en la reja —me señala. Me acerco a ella y, como si me la fueran a quitar, la tomó en mis brazos. Dejamos la bicicleta en pleno camino, mientras sigo indagando.

—¿Qué te dijo?, ¿cómo era? —indago preocupado.

—Mmm, era un poco vieja —responde con inocencia.

—¿Vieja? —repito con la idea de quién puede ser. La meto a la casa.

—Sí. Ya sabes quién es papi, por qué me dijo eso.

—No, no sé quién es, pero lo vamos a descubrir —voy con ella aún en mis brazos a la cocina. Nancy quédate con Layan voy a la puerta —expreso dejándola sentada en una silla.

—Sí, señor.

Me dirijo a la puerta de ingreso y le pido al portero que vea en las cámaras de seguridad quién se acercó al cerramiento.

El hombre con destreza ve y revé las imágenes de las cámaras, pero al parecer la persona se cercioró de estar en un lugar donde las cámaras no captan del todo su figura.

—Solo se ve una sombra, señor.

—¿Has visto algún movimiento raro?

—No, todo ha estado normal.

—Mmm, estoy seguro de que esa mujer es Azalea. Y te voy a pedir que si la vez por aquí no le dejes ingresar, y mucho menos que tenga contacto con Layan. Entendido.

—Sí, señor —me responde. Me despido y vuelvo a la casa.

Ingreso a la biblioteca y me preparo para la reunión. Mientras espero, me pongo a pensar en las llamadas misteriosas, y ahora en aquella mujer. Estoy convencido de que es Azalea, pero, ¿qué quiere? Ella dejó a Layan aquí conmigo, ¿qué busca?

La reunión inicia y trato de poner toda mi concentración con mis empleados.

Las noticias para la empresa son buenas, vamos a construir el mall más grande de Manhattan, eso me llena de orgullo, significa que mi equipo y yo estamos haciendo las cosas bien. Lo único malo es que voy a tener que viajar más seguido.

La reunión termina y de inmediato Nancy me busca para decirme que tengo visitas.

Me extraño, no espero a nadie, me pongo de pie y voy a la sala. Encuentro a Carol intentando sacarle simpatizar con mi pequeña.

—Eres una niña muy bonita —le dice y desde mi posición puedo ver la cara de disgusto que tiene mi hija.

—Gracias, ¿vienes a trabajar con mi papi?

—Ehhh, yo… No.

—Mi papi dijo que eres su empleada, por eso te pregunto, está ocupado y no creo que te pueda atender. Así que puedes irte y yo le digo que viniste.

—No, pequeña yo…

—Hola, Carol —interrumpo acercándome. Le saludo con un beso en la mejilla y me percato de que Layan tiene su mirada curiosa puesta en los dos. —Veo que ya mi hija te dio la bienvenida.

—No, le di el día libre —contesta Layan con seriedad mientras se sube al sofá. No esperaba esa respuesta. —Aquí, papi, siéntate aquí —me indica el sitio junto a ella, y no sé por qué presiento que está… ¿celosa?

—Vine a hacerte una invitación —comenta Carol—, hoy se inaugura el restaurante de mi hermano Carlos y quería que asistieras conmigo.

Antes de responder, Layan me toma del brazo sin decir nada.

—Pues sí, no tengo planes para esta noche, encantado de acompañarte.

—¿Y la invitación también es para mí? —interviene Layan sorprendiéndonos a los dos. No me gusta que actúe en conversaciones de adultos.

Carol se queda en silencio, y me doy cuenta de que realiza una mueca.

—Sí, claro, si tu papi no tiene inconveniente, puedes venir, aunque debo decirte que será algo aburrido para ti, porque solo estaremos adultos, será de noche y quizá no…

—Cuando mi papi y mi tío me llevan a cenar, no me duermo y me divierto mucho, ¿verdad, papi?

—Así es mi amor, tienes experiencia en cenas —le doy la razón.




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