Habían pasado varios meses desde aquel primer encuentro en la galería. La amistad entre Luna y Sofía se había tejido con hilos de confianza, risas compartidas y un apoyo incondicional. Se habían convertido en esas amigas que se llaman sin motivo aparente, que saben leer el silencio de la otra y que encuentran consuelo en la simple presencia. Esa noche, se encontraban en el balcón del apartamento de Luna, disfrutando de una brisa fresca y un cielo repleto de estrellas.
Luna le había preparado a Sofía un té de hierbas, un ritual que se había vuelto común entre ellas cuando Sofía necesitaba hablar. Habían pasado la tarde revisando viejas fotos y recordando anécdotas, pero Luna percibía una sombra en la mirada de su amiga, una inquietud que no se disipaba con las risas.
"¿Todo bien, Sofi?", preguntó Luna suavemente, sentándose a su lado y colocando una manta sobre sus hombros.
Sofía suspiró, su mirada perdida en la inmensidad estrellada. "No lo sé, Luna. Creo que no."
Luna esperó pacientemente, dándole el espacio necesario para que encontrara las palabras. La conexión entre ellas era tal que a menudo no hacían falta muchas explicaciones.
"Es Ana," comenzó Sofía, su voz teñida de una tristeza apenas perceptible. "Siento que... que nos estamos alejando."
Luna sintió una punzada de preocupación. Sabía cuánto significaba Ana para Sofía, y verla así le dolía. "Alejando, ¿cómo?"
"No sé cómo explicarlo," dijo Sofía, frunciendo el ceño. "Es como si hubiera una barrera invisible entre nosotras. Ana ya no es la misma. Ya no es tan cariñosa, y... y siento que me esconde cosas."
Luna se acercó un poco más, su mano buscando instintivamente la de Sofía para ofrecerle consuelo. "Cuéntame más, si quieres."
"Antes, estábamos todo el tiempo juntas, compartíamos todo. Ahora, parece que siempre tiene excusas para no vernos, o cuando estamos juntas, está distraída, con el teléfono en la mano, mirando algo que no me enseña," relató Sofía, con la voz quebrándose un poco. "Y cuando intento hablar con ella, se pone a la defensiva o cambia de tema. Lo peor es que ya no hay esa cercanía física, esos abrazos espontáneos, esos pequeños gestos que me hacían sentir querida y segura."
Luna apretó suavemente la mano de Sofía. "Eso debe ser muy doloroso, Sofi. Sentir esa distancia cuando antes había tanta cercanía."
"Lo es," confirmó Sofía, las lágrimas asomando en sus ojos. "Me siento confundida y un poco asustada. Me pregunto qué he hecho mal, o si es algo que yo no veo. Ana siempre ha sido muy abierta conmigo, y ahora siento que se me cierra el mundo, que me oculta algo importante. Y esa incertidumbre me está matando."
Luna la abrazó con fuerza, dejando que Sofía se desahogara. Escuchar a su mejor amiga pasar por algo así era difícil, pero su instinto protector se activó. Sabía que Sofía necesitaba un oído atento y un corazón comprensivo, y eso era exactamente lo que Luna estaba dispuesta a darle.
"No es tu culpa, Sofi," le dijo Luna, su voz firme y reconfortante. "A veces, las personas pasan por sus propios procesos, o hay circunstancias externas que las afectan. Pero lo importante es que tú te sientas segura y querida en tu relación. Si sientes que algo no va bien, tienes todo el derecho a querer entenderlo."
Sofía se acurrucó un poco más en el abrazo de Luna, buscando refugio en su amiga. "Gracias, Luna. No sé qué haría sin ti. Me siento tan sola con esto."
"Nunca estás sola, ¿me oyes?", dijo Luna, separándose un poco para mirarla a los ojos. "Estoy aquí para ti, para lo que necesites. Si quieres investigar un poco, o simplemente hablar, o distraerte. Lo que sea."
Las estrellas parecían brillar con más intensidad en ese momento, testigos silenciosos de la profunda conexión entre las dos amigas. Luna sabía que Sofía estaba en un momento vulnerable, y aunque el camino por delante para Sofía y Ana era incierto, Luna estaba decidida a ser su roca, su confidente, su aliada incondicional.
#1220 en Novela contemporánea
#5576 en Novela romántica
identidad genero transformación, amor destino confusión, felicidad familia aceptación
Editado: 24.09.2025