El Amor No Tiene Género

La Sombra De La Duda Y La Ruptura

La noche anterior, las palabras de Luna habían sido un bálsamo para el alma herida de Sofía. Sentirse comprendida y apoyada por su amiga incondicionalmente le había dado un respiro, pero la inquietud sobre Ana seguía latente, como una sombra persistente. La distancia emocional que sentía en su relación, la frialdad que había notado en los ojos de Ana, no se desvanecían fácilmente.

Al día siguiente, Sofía decidió que no podía seguir viviendo con esa incertidumbre. Necesitaba respuestas, necesitaba claridad, aunque temiera lo que pudiera escuchar. Tomó su teléfono y le envió un mensaje a Ana: "Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos hoy?"

La respuesta llegó rápido, casi demasiado rápido: "Claro. En nuestro lugar de siempre, a las 7."

La tarde transcurrió lenta para Sofía. Cada minuto que pasaba aumentaba la tensión en su interior. Se arregló con cuidado, eligiendo ropa que la hiciera sentir segura, pero su corazón latía con una mezcla de esperanza y aprensión.

Cuando llegó al café donde solían encontrarse, Ana ya estaba allí, sentada en una mesa apartada, mirando por la ventana con una expresión indescifrable. Sofía se acercó, sintiendo un nudo en el estómago.

"Hola," dijo Sofía, tratando de que su voz sonara firme.

Ana se giró, y Sofía vio en sus ojos la confirmación de sus miedos. Había una tristeza profunda, pero también una resolución que la asustó.

"Hola, Sofi," respondió Ana, su voz suave pero cargada de una melancolía que Sofía no había escuchado antes.

Se sentaron, y un silencio incómodo se apoderó de la mesa. Sofía jugueteaba con el borde de su taza, incapaz de iniciar la conversación que tanto había preparado.

Finalmente, Ana tomó la iniciativa. "Sofía, sé que quieres hablar. Y yo también. He estado pensando mucho últimamente."

Sofía levantó la mirada, su corazón latiendo con fuerza. "Yo también he estado pensando. Siento que algo ha cambiado entre nosotras, Ana. Ya no eres la misma conmigo."

Ana suspiró, sus ojos fijos en los de Sofía. "Tienes razón. Algo ha cambiado. Y la razón es... que estoy interesada en otra persona."

Las palabras de Ana cayeron sobre Sofía como un golpe devastador. El aire se le escapó de los pulmones. Intentó mantener la compostura, pero sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.

"¿Qué?" logró balbucear. "¿Otra persona? ¿Quién?"

Ana vaciló por un instante, como si buscara las palabras adecuadas. "Es... es una chica. La conozco desde hace un tiempo. Y... me he dado cuenta de que siento algo por ella."

Sofía sintió una oleada de incredulidad y dolor. Las piezas empezaron a encajar, la distancia, la frialdad, las excusas. "Entonces... ¿todo este tiempo...?"

"No, Sofi, no fue así," interrumpió Ana, con urgencia. "Yo te quiero, de verdad. Pero esto que siento por ella es diferente. Es algo que no puedo ignorar, y no sería justo para ti seguir así."

Las lágrimas comenzaron a empañar la visión de Sofía. Se sentía traicionada, humillada. "Entonces, ¿qué quieres decir con 'lo mejor es que terminemos'?"

Ana bajó la mirada, su voz apenas un susurro. "Que no puedo seguir contigo. No sería justo para ninguna de las dos. Me he dado cuenta de que necesito explorar esto, y no puedo hacerlo contigo a mi lado. Lo siento tanto, Sofía."

Sofía sintió que el mundo se le venía encima. La confesión de Ana era brutalmente honesta, pero eso no aliviaba el dolor. Se sentía vacía, rota. Las lágrimas corrían libremente por su rostro, y por primera vez, no intentó detenerlas.

"Así que... esto es todo," dijo Sofía, su voz quebrada. "Te vas con otra persona."

Ana asintió, incapaz de mirarla a los ojos. "Lo siento."

Sofía se levantó de la silla, tambaleándose ligeramente. No podía soportar estar más tiempo allí, frente a la persona que le había robado el corazón y ahora se lo rompía en pedazos. Sin decir una palabra más, salió del café, dejando a Ana sentada sola, con la confesión en el aire y el peso de la ruptura entre ellas.




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