El Amor No Tiene Género

El Legado De Mateo, El Amor De Sofía Y Luna

El peso de la decisión de tener un hijo se cernía sobre Sofía y Luna, no solo como un sueño compartido, sino también como un puzzle logístico y emocional. Sofía, recordando las palabras de Mateo antes de su desaparición, una conversación que había tenido lugar en un momento de profunda introspección y, quizás, presagio, sintió que un hilo del pasado se extendía hacia su futuro. Mateo, en su previsión, había tomado una medida que ahora se presentaba como una opción viable.

"Luna," dijo Sofía una tarde, mientras revisaban folletos informativos sobre diferentes métodos de concepción. "Recuerdo que Mateo, antes de... bueno, antes de todo, me habló de algo. Dijo que había congelado su esperma. Por si acaso."

Luna la miró, sorprendida. "Mateo hizo eso? No tenía idea."

"Sí," confirmó Sofía, con una mezcla de asombro y una extraña sensación de destino. "Dijo que era por si en algún futuro llegaba a querer tener un hijo y por alguna razón ya no se podía. Y ahora que tú y yo queremos..."

La idea se materializó con una velocidad sorprendente. La clínica donde Mateo había hecho el procedimiento era conocida por su discreción y profesionalismo. Con la complicidad tácita de Luna, y el recuerdo de la última conversación con Mateo resonando en su mente, Sofía tomó el teléfono.

La visita a la clínica fue un torbellino de emociones. Estar allí, en el lugar donde se guardaba una parte del legado biológico de Mateo, era surrealista. El médico, un hombre de pocas palabras pero con una mirada comprensiva, había sido informado de la situación general, aunque no de todos los detalles más íntimos.

"La muestra está en perfectas condiciones," explicó el doctor, mostrando los resultados de los análisis. "Y usted, Sofía, está en un momento óptimo para la inseminación."

El procedimiento en sí fue rápido y, para Sofía, extrañamente sereno. Mientras se preparaba, pensó en Mateo, en la persona que había sido, en las complejidades de su existencia y en el amor que ahora la unía a Luna. Cerró los ojos, sintiendo la presencia de ambos en ese momento crucial.

Al salir de la clínica, de la mano de Luna, la atmósfera era diferente. Ya no era solo un deseo, sino una posibilidad tangible, una semilla plantada en el terreno fértil de su amor.

"¿Cómo te sientes?" preguntó Luna, su voz llena de ternura y preocupación.

Sofía se apoyó en su hombro, sintiendo una paz profunda. "Siento... que es correcto. Que esto es parte de nuestro camino. Y que, de alguna manera, Mateo también está presente en esto."

Los días siguientes estuvieron marcados por la espera. Cada día era una mezcla de esperanza y ansiedad. Sofía y Luna se apoyaban mutuamente, compartiendo la incertidumbre y fortaleciendo su vínculo ante la posibilidad de que este nuevo capítulo comenzara.

Y entonces, llegó el día. El test de embarazo, con sus dos líneas rojas, confirmó lo que sus corazones ya presentían. Estaban embarazadas.

La noticia las inundó de una alegría indescriptible. Se abrazaron, riendo y llorando a la vez, la emoción desbordándose.

"¡Lo logramos, Luna!" exclamó Sofía, con la voz quebrada por la emoción. "¡Vamos a tener un bebé!"

Luna la abrazó con una fuerza que transmitía toda la felicidad del mundo. "¡Sí! ¡Seremos madres! Y será nuestro, pero también... también un poquito de Mateo."

El legado de Mateo, el amor de Sofía y Luna, se entrelazaban ahora en la promesa de una nueva vida. La complejidad del pasado se transformaba en la belleza de un futuro compartido, un futuro que nacería de un amor profundo y de decisiones tomadas con valentía.




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