El amor y sus formas

Capítulo 7

Una gran fila de personas entrando y saliendo de la casa es lo primero que noto al bajar por las escaleras mientras intento secar mi cabello con una toalla. He dejado el secador hace unos años y prefiero este método natural, no tengo idea si eso es bueno o no pero me funciona.

— ¿Qué está pasando aquí? —pregunto cuando veo la cara conocida de Theo por el pasillo.

— Están preparando el lugar para una fiesta. —su voz es casual, casi alegre.

Lo persigo hacia el comedor donde puedo tener un panorama completo sobre lo que sucede en el jardín gracias al gran ventanal— ¿Tendremos una fiesta?

Asiente tomando una manzana del cuenco sobre la mesa— De cumpleaños. —le da una buena mordida y se encamina hacia el exterior seguido por mí.

— ¿Alguien está de cumpleaños?

— Virgilia. —abro los ojos aun más.

— ¿Virgilia está de cumpleaños?

Gira la cabeza mirándome con desesperación— Suenas como un loro molesto.

— ¿Por qué nadie me dijo que cumple años? — Diablos, necesito un regalo, pero ¿qué le regalas a alguien que parece tenerlo todo?

— Todos lo hacemos. —Sonríe.

Ladeo mi cabeza sintiendo una rabia inexplicable subiendo por mi espalda. Atribuyo esto a que mi período llegó como la real molestia que es. — Sabes a lo que me refiero.

— Creí que lo sabías. —Claro, porque sé todas las internas de una familia que conozco hace menos de una semana.

— Aparentemente no. —Doy unos pasos hacia adelante y poso mis brazos sobre el borde de la terraza— ¿Cuándo es?

— Mañana. —Eso es demasiado pronto— Vendrá mucha gente así que prepárate para sonreír con falsedad por cinco horas o más. —gruñe por lo bajo. Al parecer no soy la única a la que le disgusta esa idea.

— Soy experta en eso.

 

Al terminar de almorzar tomo asiento en uno de los descansos del patio trasero mientras observo al conjunto de personas intentando montar un decorado festivo.

Golpeo el lápiz contra la libreta sobre mi regazo y suspiro sonoramente mientras cierro los ojos.

— ¿Pasando un mal momento? —la voz de Oliver interrumpe mi aplastada concentración y lo observo con dos vasos de limonada en sus manos.

— El peor. —Bufo y le lanzo una mirada acusatoria— ¿Por qué no me dijiste que Virgilia cumple años?

Hunde sus hombros— Ella me lo pidió.

— ¿Por qué?

— Porque sabía que ibas a ponerte así. —sonríe.

— ¿Así como?

— Como estás ahora. —Niego haciendo de esta escena un drama más en mi vida. Porque mi vida se basa en eso. Drama.

— Me estoy quedando gratis en su casa, ni siquiera tengo un regalo para ella, —enumero— por fortuna me enteré un día antes, de lo contrario habría sentido la vergüenza más grande por la mañana cuando todos la felicitaran. —Puedo imaginarme la mirada de Alessandra ante mi retraimiento— Tu la conoces más que yo, ¿Cuál sería un buen regalo para ella?

— Amor. —ni siquiera lo duda y quiero golpearlo.

— Hablo en serio.

— Yo también. — Desvío la mirada hacia André el jardinero quien intenta prender la cortadora de césped— Una muestra de cariño nunca es una mala opción y son los regalos que más recordamos aunque no lo parezca.

— ¿Quieres que la abrace? —Oliver empieza a reír con ganas— No te rías.

La mujer encargada de la decoración dicta órdenes como si no hubiera mañana y sus duendecillos trabajadores siguen sus instrucciones al pie de la letra. Yo también lo haría, ella da un poco de miedo. — Puedes hacer cualquier cosa y será especial Ava, porque viene de ti.

Estira su mano y me despeina bajando el pañuelo que tengo atado.

— Hey, —me quejo apartándolo de un tirón— acabo de arreglarlo.

El chico se levanta de su asiento y empieza a caminar hacia la casa— No te quedes mucho tiempo bajo el sol, hay limonada fresca en la cocina.

No puedo evitar mirar su trasero cuando se aleja. ¿Por qué tuvo que criar más músculo desde la última vez que lo vi? Bien podría ser él la manzana prohibida en el paraíso y yo la pícara Eva que desobedeció las reglas.

Tengo que dejar de crear estas comparaciones con el estómago vacío.

 

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— Tu mirada me hace sentir inhibido. —dice Oliver saliendo del baño vistiendo solo una toalla. Su tío se fue de la ciudad por el fin de semana y aprovechamos la oportunidad para estar juntos en su casa. No podría haberlo planeado mejor.

Sólo Oliver y yo escondidos del mundo, disfrutando cada segundo antes de que el reloj marque las doce del día lunes y el hechizo se acabe.

— Ya deberías acostumbrarte. —ruedo en la cama. Estoy usando solo su camiseta pero bien podría estar desnuda cuando su mirada me barre de pies a cabeza.




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