Virgilia camina con cuidado cruzando el umbral de la cocina ayudada por su bastón como fiel compañero. La miro atentamente mientras me termino el cuenco de cereales y leche frente a mí y Oliver se hace presente detrás de ella luciendo espléndidamente impoluto como siempre.
— Lo siento tanto, Oliver querido —Virgilia toma asiento en una de las butacas de la isla al otro lado desde mi posición junto al fregadero y suspira— pero me temo que no podré acompañarte a la bodega.
— ¿Estás bien? —el hombre la mira como si estuviera preparado para sostenerla si llegase a perder el equilibrio. Lo cual es como parece.
Sacude su mano restándole importancia a la situación— Es sólo un leve dolor de cabeza.
— Deberías descansar, —opino observando su rostro pálido— has estado estresada últimamente. —Oliver asiente y me roba un rápido vistazo.
— Tienes razón, querida, —una sonrisa casi imperceptible se forma en su rostro avejentado pero más conservado que muchos otros a su edad— ¿por qué no acompañas a Oliver esta tarde? Estoy segura que tienes un gusto exquisito en vinos.
Quiero reírme con fuerza y decirle que los únicos que conozco son los que vienen en botellas donde se lee en la etiqueta “beba bajo su voluntad”.
— Los baratos, en realidad. —Hablo luego de tragar la comida en mi boca y muevo la cuchara en el aire— Aquí estoy probando cosas nuevas.
— Dicen que quienes reconocen la buena calidad son los que han probado lo indescriptible. —habla exclamando esas palabras como una antigua reflexión filosófica.
— ¿Quién dijo eso? —pregunta Oliver intentando no mostrar gracia.
— Yo. —La mujer lo mira con seriedad pero en realidad sólo quiere intimidarlo luego voltea hacia mí— Acompáñalo. Es una orden, tómense todo el tiempo que necesiten, nadie los necesita aquí.
Parpadeo intentando no tomarme eso como algo personal— Vaya, gracias.
— Creo que sería mejor que fueras con alguien que conoce la zona. —Camino hacia el auto estacionado frente a la puerta principal de la estancia— ¿Acaso te olvidas de lo que pasó la última vez que fui tu copiloto?
Oliver abre la puerta del vehículo para mí y espera pacientemente hasta que llego a su lado.
— ¿Te refieres a ese viaje improvisado a Laurel Hollow? —pregunta cuando me hayo frente a él. Su perfume se impregna en mis fosas nasales y quisiera que continuara ahí por mucho tiempo.
— Más bien la travesía a Laurel Hollow —corrijo logrando sacarle una sonrisa— porque casi terminamos perdidos en un bosque.
Lo observo caminar alrededor del auto y toma asiento a mi lado colocándose el cinturón de seguridad. Los músculos en sus brazos se mueven con gracia y elegancia tal que termino casi hipnotizada ante esa visión.
— En ese momento no contábamos con un GPS y la cabaña de Melinda estaba en medio de la nada. —Verifica que todo se encuentre en orden y luego me señala una pantalla a mi lado. — Sólo añade la dirección aquí y la computadora nos guiará.
— No puedo creer que hiciste que nos perdiéramos aun con un GPS. —niega mirando hacia todas partes intentando ubicarse.
— No puedo creer que no lo hayas visto venir. —Me excuso echándole la culpa completamente— Paremos a preguntar.
— Olvídalo, puedo solucionarlo.
Lo miro y suelto una risa seca— Típico orgullo masculino, nunca quieren pedir ayuda cuando lo necesitan. —Observo un pequeño local de flores y el cartel me indica que hay alguien atendiendo en este momento— Para y voy a preguntar a esa florería.
— Dije que puedo hacerlo yo mismo.
Me hundo en el asiento y cruzo los brazos— Admítelo, la jodiste. Eres tan burro como yo para seguir direcciones.
— Ava, silencio, —cierra sus ojos un instante— necesito pensar.
— Yo no pienso, actúo.
— Por eso te va tan bien.
Apenas alcanzo a escuchar eso último porque ya me encuentro fuera del vehículo— ¡Señor! Disculpe. ¿Podría indicarnos como llegar al bodegón Grimaldi?
El hombre me observa no muy seguro de haberme entendido así que aplico una técnica que me ha salvado muchas veces. Actúo mis palabras.
— Ya sabe, vino —hago el ademán de estar bebiendo una botella con mis manos— glu glu, delicioso. Grimaldi.
La persona frente a mí me mira con gracia hasta que Oliver se acerca y empieza a traducir mi intento de comunicación fallida.
— Scusa signore, ¿potrebbe indicarci la direzione giusta alla cantina Grimaldi? 1 —su perfecto italiano sale a la vista y quiero golpear su rostro por haberme hecho pasar una humillación así.
— Temo que están demasiado lejos. —El hombre empieza a hablar inglés con un fuerte acento y podría jurar que estuvo burlándose de nosotros— Deberían haber tomado la salida antes de entrar a este pueblo. —Señala un sendero a unos metros de nosotros— Pueden dar la vuelta por ahí y continuar por el camino de tierra unos kilómetros y verán otra entrada a la derecha, luego izquierda unos tres metros y luego derecha de nuevo. Ahí pueden preguntar a uno de los lugareños, ellos los guiarán.