Mantengo mis auriculares pegados a mis oídos pretendiendo que la música invisible que resuena es de las mejores. Atravieso la cocina saludando a Vivi y Ali con la cabeza. Estoy empezando a sentirme un poco más a gusto aquí, ya no me da tanta pena sacar comida del refrigerador sin pensar constantemente en que estoy violando una ley de propiedad privada.
— Las chicas ya están aquí, —escucho detrás de mí. Ali mantiene sus ojos en su teléfono y yo me enfoco en no tirar agua fuera del vaso en la isla— se están quedando en el hotel que recomendaste.
Vivi asiente y luego sonríe.
— Ava debería acompañarlas. —Levanto la cabeza más rápido de lo que quiero. Esas palabras no suenan muy bien.
— ¿Dónde? —pregunto con una pizca de temor. La chica a su lado la mira de la misma manera. Es obvio que no soy la única en contra de las ideas de Virgilia.
Incluso parece que Ali está a punto de romper algo. El hecho de que parezco inmiscuirme en cada uno de sus planes debe ser un fastidio para ella y un dolor de cabeza para mí. ¿Por qué simplemente no pretendemos que soy un mueble que vaga por la casa, y que sólo quiere pasar desapercibida mientras recorre las calles italianas sin estresarme por las ocurrencias de una anciana?
Es como cuando Melinda practicaba su psicología inversa en mí para que vaya a comprarle boletos de loterías y caramelos de menta en la despensa de la esquina. No quería pero terminaba haciéndolo cuando tocaba el tema de que algún día ella no estará y cada vez que vea un boleto o un caramelo de menta me acordaría de ella y me sentiría terrible.
Diablos que así lo es.
— La despedida de soltera de Alessandra. —pronuncia ladeando apenas su cabeza.
— No creo que Ava quiera. —interrumpe con rapidez la joven evidentemente en contra.
La mujer le lanza una mirada de advertencia y vuelve a centrar su atención en mí. — Podríamos dejar que ella responda.
Hago una mueca con la boca — En realidad, no son lo mío.
— Te lo dije. —Salta Ali escondiendo una sonrisa de satisfacción pero la cambia mirándome con seriedad. — No es que no quiera que vengas, lo siento, —se disculpa con una sinceridad pésimamente actuada— empiezo a sonar como una perra. —Al menos se dio cuenta de eso— Es sólo que no quiero que te sientas incómoda con personas que no conoces.
— Eso es muy considerado de tu parte. —respondo antes de darle un largo sorbo a mi bebida refrescante.
— ¿Fue un sarcasmo? —su expresión se transforma nuevamente a una de molestia y suspiro pareciendo realmente consternada.
— La gente piensa de esa forma siempre. —Explico— Supongo que mi tono rosa lo sarcástico aun cuando no intento serlo.
Cruza sus brazos— No respondiste a la pregunta.
— Ava, —interrumpe Vivi— ¿llevas esto al jardín? —Señala la bandeja con galletas que tiene frente a ella— Vamos a tomar un poco de té. —comunica a Nicola quien aparece brevemente por el sitio. La mujer asiente y de inmediato pone a calentar el agua.
Se levanta con cuidado del asiento usando su bastón como soporte.
— Tuve una mañana agitada y Ali necesita seguir trabajando en las cosas de esta noche. —Empieza a caminar hacia las puertas de vidrio que dan hacia afuera— Dile a tu madre que deje de llamarme como si el mundo se acabara, —comenta a su nieta— me comunicaré con ella luego.
Ambas nos dirigimos hacia uno de los descansos mientras el atardecer comienza a hacer su aparición. Vivi toma asiento nuevamente en el sofá cercano a un rosedal y suspira.
— ¿Todo bien? —pregunto con cierta preocupación, pero me sonríe y mueve su mano ignorando la situación.
— Oh si, por supuesto. —Toma una galleta y se la lleva a la boca— Mi hija me da dolores de cabeza algunas veces pero estoy bien.
Subo mis piernas y las entrelazo para sentarme cómodamente en el silloncito amarillo— Planear una boda no es un chiste.
— Créeme que no. —Bufa— Pero una del nivel al que aspiran ellas, es mucho más que un chiste.
Arrugo la nariz y miro al cielo. Los colores están cambiando y los tonos naranja se ven hermosos desde aquí. — Odio las cosas extravagantes. —me desdigo de inmediato cuando me doy cuenta que prácticamente estoy quedándome en un lujoso alojamiento— No es que odie tu casa o estil de vida, todo esto es hermoso…
— Pero no es tu estilo. —termina por mí.
Asiento acariciando el pequeño almohadón en mis manos— Soy más de lo simple. Lo necesario.
— ¿Alguna vez pensaste en casarte? —esa pregunta me toma por sorpresa haciéndome sonreír.
— Directa. —Vivi suelta una risa desviando su mirada hacia la porción de prado que se extiende más allá de la propiedad.
— Soy una persona que no pierde su tiempo. —Dice— La vida es demasiado corta para quedarse con información a medias.
Lo pienso por un momento.
— Una vez lo imaginé. —Respondo— Honestamente, no lo sé. Supongo que en algún momento sería lindo.
— Cuando ese momento llegue, espero estar presente. —sus ojos brillan apenas pero lo distingo aun desde mi lugar.