El amor y sus formas

Capítulo 10

El helado sabe mejor cuando sé que me lo merezco. Acabo de levantar mi peso en vajilla porque el hombre del camión que trajo las cajas necesitaba ayuda. Acabo de hacer mi buena acción, merezco una recompensa. La casa está silenciosa esta mañana y me dispongo a recorrer un poco los recovecos que no he tenido la oportunidad de husmear.

Busco cámaras ocultas luciendo como una completa criminal y suspiro de alivio al no encontrar nada visible. Lo último que quiero es que me cataloguen de ladrona o algo parecido.

La primera habitación a la que entro es un especie de estudio con libreras altas a cada lado y un gran escritorio en el centro. Pienso que debió pertenecer a Benedict, el esposo de Virgilia. Tiene un carácter masculino muy marcado y un retrato de ambos junto a la puerta. Se veían tan jóvenes en esta pintura sentados bajo un árbol sonriéndose entre sí.

Con cuidado cierro la puerta y camino a la siguiente. Un cuarto de baño. La próxima habitación parece ser la de los futuros esposos, y lo confirmo cuando veo una de las corbatas que usó Oliver hace unos días sobre silla junto a una mesa. Atravieso la habitación y tomo la prenda entre mis dedos aspirando su perfume.

Parezco una completa acosadora que acaba de irrumpir en la habitación de hotel de mi ídolo con el único motivo de invadir su privacidad y llevarme un recuerdo. Por supuesto pienso dos veces el de tomar la corbata y salir corriendo. Continúo recorriendo el cuarto pero no encuentro nada más que un juego de dormitorio pre establecido y ordenado de forma impoluta. No fotografías, no accesorios personales, nada.

Me encamino a la habitación del frente y me encuentro con un salón pequeño. Pero lo que me llama la atención aquí no es la cantidad de sombreros colgados en las paredes sino el vestido blanco que cuelga de un perchero junto a un espejo de cuerpo entero.

¿Es el vestido de Alessandra? Por supuesto que lo es, de otro modo ¿quién más tendría un vestido blanco colgado en el centro de una habitación?

El top es en forma de corazón con pequeños brillantes y encaje diseñado de una manera delicada y prolija. La falda es larga con una caída suelta sin tanto volumen pero desde aquí se ve como un sueño.

Necesito tocarlo. Si hay algo a lo que no puedo contenerme es a la necesidad de tocarlo todo. Es por eso que evito ir a los museos, de lo contrario me habrían vetado de todos ellos.

Bajo la cremallera del recubrimiento de plástico que lo guarda de cualquier peligro y paso mis dedos sobre la tela fina y suave. Este vestido realmente es un sueño.

Estoy tan ensimismada en mis acciones que me sorprendo cuando escucho el sonido de la puerta principal abriéndose. ¿Lo peor de todo? Mi salto provocó que un poco del helado en mis manos cayera sobre la falda del perfecto vestido convirtiéndose en la perfecta escena de un crimen.

— Ava, eres un completo desastre —me susurro a mí misma entrando en pánico. Cierro la puerta del cuarto conmigo dentro y empiezo a pensar en alternativas para salir de este aprieto y arreglar el problema.

— Mierda, mierda.

¿Por qué tenía que ser chocolate? El chocolate es una de las peores manchas junto con el vino y la grasa.

¿Debería arrojarlo por la ventana y culpar a un terremoto que pasó por el lugar? o ¿tal vez una ardilla curiosa que quedó prendada del brillo de la prenda y quiso llevársela como recuerdo?

Tomo el vestido y lo llevo al pequeño baño que se encuentra dentro de la habitación. Mi instinto primario es el de mojar la zona con agua fría y refregar. Esto es malo, soy mala en estas situaciones. Nunca fui capaz de hacer desaparecer una mancha por más que lo intentara.

Arrojo lo que queda de mi helado al lavabo y me enfoco en el vestido que se encuentra sobre la bañera.

¿Podría fingir un desmayo por estrés? Lo haría si alguien entra. Por Dios, mi nivel de ansiedad está creciendo considerablemente mientras arrojo agua con el pequeño mecanismo plegable que actúa como una manguera.

— ¿Qué estás haciendo? —la voz de Alessandra me sorprende y giro sin darme cuenta que el agua aun está encendida y sale a chorros desde el objeto en mi mano rociándola por completo.

Ali grita, yo grito. Y esto se volvió un horrendo caos.

— ¡Apágala! —grita acercándose a mí. Mis manos tiemblan pero luego de unos intentos cierro la canilla.

— ¡Lo siento, de verdad lo siento! —intento cubrir el desastre que acabo de provocar con mi cuerpo pero es inútil. Sus ojos se agrandan con horror y corre a mi lado.

— El vestido, —susurra y luego levanta su voz— ¡¿qué hiciste?!

— No fue mi intención, —levanto ambas manos usándolas como escudo en caso de que quiera regalarme un golpe— me acerqué a verlo y un poco de chocolate cayó porque estaba comiendo helado y todo terminó en desastre, —miro la prenda mojada— no sabía qué hacer porque nunca recuerdo que hacer para eliminar una mancha.

— ¿Y decidiste ahogar el vestido?

— Creí que al menos así no se enfocarían en la mancha. —Eso sonaba más inteligente en mi cabeza— Lo pagaré, te lo prometo.

— Este vestido cuesta más que el alquiler tu casa. —dice con seguridad.




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