El amor y sus formas

Capítulo 12

Nicola termina de ajustar los delicados risos que caen a ambos lados de mi rostro y me remuevo sintiendo la suave tela de seda que llevo puesta acariciando mi piel.

— De verdad se toman en serio todo esto del estilo elegante. —escucho la música clásica resonando a través de las paredes. —Estos vestidos son demasiado para una simple cena de ensayo.

— A la señorita Valenti le gusta lo extravagante. —contesta Nicola revisando que todo esté en orden con mi cabello.

— Ya me di cuenta. —murmuro en voz baja.

Nicola me gira y observa cada detalle con una sonrisa. — Los bailes son divertidos.

— ¿Estarás también? —pregunto con la esperanza de tener a quien recurrir cuando mi nivel de socialización llegue a menos uno.

— Sirviendo.

— No es justo. —La miro indignada— Sirves todos los días, deberían darte un momento para disfrutar de la noche.

— Es mi trabajo, Virgilia insistió en que sea parte de los invitados pero entre nos, —se acerca como si quisiera contarme un secreto— no me sentiría cómoda.

— Acabas de describir lo que siento —hago una mueca y vuelvo al espejo— ¿Crees que este vestido está bien? ¿No es demasiado? Siento que mi espalda está demasiado a la vista.

El vestido es simple con un corte recto hasta los tobillos, en un tono borgoña y la mitad de mi espalda está descubierta. Es sensual pero recatado dejando mucho a la imaginación y acentuando cada parte de mi cuerpo.

— La señora Parisi dijo que este estilo le podría sentar bien. —Por supuesto Virgilia tuvo algo que ver.

— Hace diez años. —Sonrío—Podía ir a los bares con casi lo mínimo. —Comento pero me giro hacia ella de inmediato— No es que fuera una exhibicionista.

— Ni siquiera lo pensé. —su mirada pícara me dice lo contrario.

— Era demasiado salvaje, no siempre, pero a veces. —explico recordando las largas noches en las que el alcohol y la música fuerte de las fiestas de secundaria eran el mejor plan— No soy tan parecida a mi antigua yo.

La mujer da una mirada de entendimiento— Todos merecemos un tiempo de cambio.

— Lo sé. Gracias por ayudarme con el peinado, —admiro el estilo semi-recogido que Nicola cuidadosamente armó en mi cabeza— soy terrible para las cosas prolijas.

Da un paso hacia atrás y junta sus manos con sus ojos brillantes.

— Te ves hermosa, Ava. —acorto la distancia entre nosotras y la abrazo con fuerza.

— Gracias a ti.

Nicola toma el bolso que trajo lleno de herramientas para manipular el cabello otras cosas necesarias en un neceser.

— ¿Bajarás ahora? —pregunta dirigiéndose a la puerta.

Niego lentamente— Quiero pasar de las bienvenidas, bajaré cuando haya más gente. —suspiro pasando mis dedos entre los pliegues de mi falda— Ni siquiera sé cuántos vendrán.

— Un poco más de cien. —bufo con sorpresa.

— ¿Cien? Vaya…sí que les gusta la fiesta. —cien personas a quien debo impresionar o al menos mantenerme al margen para no ser una presa fácil.

— Iré a prepararme, —dice señalando la puerta con la cabeza— ¿necesitas algo más?

— No, estoy bien, —la despido con una mano— gracias de nuevo.

— Fue un placer. Te veo luego.

 

Me siento cara. Como una de esas personas con prendas lujosas que duermen en una cama con un colchón lleno de billetes por relleno.

Nunca me había sentido así. Y se siente raro. Me veo bien, bastante diría yo. Camino hacia la mesita junto a la cama y tomo un par de fotos de mi reflejo en el espejo para enviárselas a Julia. Rápidamente veo la notificación con una llamada entrante de ella.

— ¿Te casaste con un magnate italiano o un jefe de la mafia y no me contaste? —pregunta con rapidez sacándome una sonrisa.

— Es la cena de ensayo. —suelta una risa seca.

— No puedo creer que vayas a la cena de tu ex novio al que aun quieres. —enfatiza esa última parte haciendo que mi nivel ya bajo de ánimos baje aun más.

— No quiero pensar en eso esta noche.

Me acerco hacia la ventana y la abro recibiendo el aire fresco de la noche.

— Ambas sabemos que lo harás —comenta— pero no voy a discutir contigo porque durará un rato y tengo que salir en cinco minutos o Matt me dejará plantada.

— ¿Tienes una cita caliente?

— Eso espero, —refunfuña— no lo he visto en más de una semana.

— ¿Cómo fueron las cosas en Seattle? —Jake es músico. Toca el chelo en la orquesta del teatro Riverstand, uno de los más grandes de la metrópolis neoyorquina y han estado moviéndose por algunos estados realizando las presentaciones de la temporada que acaba de empezar.

Por fortuna cada concierto se emite por internet, lo cual es más que conveniente porque Julia no puede viajar con él debido a su trabajo y a Mike.




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