Oliver
Se fue. Eso es lo primero que pienso apenas veo su cama arreglada a la perfección. Sé que fue hecha por Lorein porque Ava tiene la extraña manía de colocar almohadones al pie de la cama en contraste con las grandes almohadas situadas junto a la cabecera.
Esta vez la cama está como una cama debería estar y lo odio.
— Voy a volverme loco —murmuro pasando una mano por mi rostro. —Maldición.
— Ve a cambiarte, ya casi es hora —la voz de Theo me sorprende— su mirada viaja por la habitación y me lanza una sonrisa sentimental— apenas se fue y ya siento un vacío en este lugar.
Estoy furioso. Es igual a como esa noche, siento la absurda necesidad de gritar al aire y un conocido ardor se presenta en mis entrañas. No puedo creer que volviera a marcharse. No puede hacerme esto. No puede hacer que vuelva a sentir esto por ella y pretender que continúe como si sólo fuese un sentimiento pasajero que puedo quitarme de encima cuando yo lo desee.
Camino hacia mi cuarto sin mediar palabra alguna y me encierro. Respiro unas cuantas veces. El lugar está tan silencioso que puedo escuchar el sonido de las voces de los invitados en el jardín. Se supone que hoy es un buen día. Debo hacerle frente como si lo fuera.
Como si estuviera el piloto automático, empiezo a cambiar mi ropa actual por el esmoquin impoluto y perfectamente alisado y desperdigado por la cama. Al momento de colocarme el saco noto algo brillante del lado derecho del pecho.
El pequeño prendedor dorado sobresale entre el negro de la tela de lana como una luciérnaga en la noche. Mi dedo instintivamente lo recorre sin apuro como si se tratara de un tesoro precioso el cual podría volverse cenizas en cualquier instante.
Diablos, Ava. Tomo el prendedor casi arrancándolo de la prenda y salgo corriendo hacia la habitación al final del pasillo. Rogándole a Dios y a todo el universo que estén de mi lado.
Golpeo la puerta tres veces escuchando algunas risitas femeninas dentro. Bonnie es quien abre la puerta y me regala una sonrisa amistosa.
— Hola Oliver, ¿necesitas ayuda con algo?
— Tengo que hablar con Ali. —pido con urgencia.
— No es posible, —niega la mujer rubia con brillos en los párpados de sus ojos— no puedes ver a la novia antes de la ceremonia es de mala suerte.
— ¿Qué sucede Bonnie? —la voz de Ali se escucha de fondo.
— Nada, no hay problema. —Responde Bonnie cerrando la puerta— Te veo luego. —me susurra.
La detengo colocando mi pie en el medio— Por favor, necesito hablar con ella.
— ¿Quién está en la puerta? —reconozco la voz de Mía interrumpiendo.
— Oliver. —responde Bonnie suspirando. Abre la puerta aun más dejándome ver a la futura novia. Se ve hermosa como siempre lo ha sido. Aunque ese vestido la hace brillar aun más.
Puedo parecer el patán más grande del universo pero mientras más veo Ali, más mi mente se imagina a Ava y el cómo se vería en ese vestido. Ese es el por qué no podemos casarnos ahora, porque no debería estar imaginándome a nadie más que a quien sería mi futura esposa.
— Ali, ¿podemos hablar? —se produce un silencio por parte de ella pero en cuestión de segundos está frente a mí. Me digo a mí mismo que la persona que esté con ella tendrá mucha suerte, lamento que yo no sea el indicado.
— ¿Oliver?
— A solas. —no dice nada. En su lugar asiente y sale de la habitación ignorando los comentarios y preguntas de sus amigas que hoy actúan como sus damas de honor.
— Lo siento. —es lo único que puedo decir porque mi lengua se retuerce de arrepentimiento. —lo siento, no puedo hacerlo.
Sus ojos se llenan de lágrimas pero permanece en silencio lo que es aun peor. Quiero que me grite o me golpee así no me siento tan mal pero no lo hace, en lugar de eso me abraza.
— Lo sé.
— ¿Qué? —murmuro aturdido.
Ali suelta una risa seca— No puedes engañarme Oliver. Te conozco bien. —Hace una pausa— Tal vez demasiado.
Me alejo de ella para mirarla a los ojos. Un mínimo rastro de su maquillaje empieza a correrse.
— ¿No estás enojada? —pregunto intrigado.
— Lo quiero. Quiero casarme —admite— Pero con alguien que también lo desee así.
Eso golpea directo a mi pecho. Ali es una mujer increíble y no merece nada de esto pero si me quedara, si le dijera que acepto, también estaría haciéndole daño. No quiero eso.
— ¿Sabes? Me he preguntado tantas veces los últimos días si debería seguir con esto o simplemente tirar todo por la borda y empezar de cero. —Suspira— Acabas de responder a ese interrogante.
» Mis padres se casaron por un convenio de sus familias, puede que tengan gestos de cariño hacia el otro de vez en cuando pero no quiero eso. —Niega con zozobra— No quiero algo de vez en cuando. Quiero algo que me haga sentir segura de que mis sentimientos son correspondidos.
» Aunque para ser honesta, —sonríe— si tuviera que casarme con alguien sería contigo. Me siento cómoda a tu lado y sabes que no soy la clase de persona que confía fácilmente en las personas. —La miro con cariño, como siempre la he visto más no con el amor de una pareja sino el de un amigo— La cuestión aquí es que no importa lo que haga, yo no soy Ava, y nunca voy a serlo. —Besa mi mejilla— Ojalá algún día encuentre a alguien como tú que me quiera tanto como tú la quieres a ella.