El amor y sus formas

Epílogo

Rodeo la torre y tomo una foto con la cámara descartable que conseguí en un puesto a unas calles. Muchos eligen Roma por la Fuente Di Trevi, la casa de Julieta Capulleto, o los canales de Venecia. Mi fascinación es la Torre inclinada de Pisa,

— ¿Sabías que la dueña de ese prendedor una vez me dio su bendición para casarme con la chica más hermosa que conocí? —El chico me abraza por detrás reposando su cabeza sobre mi hombro— Me dijo: ella puede actuar toda dura y fría pero en el fondo no es más que una niña que necesita que le recuerden de vez en cuando que siempre hay alguien que la ama. —imita la voz de Melinda de una forma horrible.

— ¿De verdad me querrías como esposa? —intento no reírme mientras giro hasta quedar frente a frente.

— Te quiero. —Susurra— Te quiero como mi esposa.

— ¿Cómo estás tan seguro? —ladeo la cabeza rodeando su cuello con mi mano vacía mientras sostengo la cámara con la otra— En diez años pude haberme convertido en una persona indeseable que podrías llegar a detestar.

— Detestaría más no tenerte a mi lado. —Su agarre se hace más fuerte.

— Tu cursilería es encantadora. — Besa mi cuello haciéndome cosquillas con su barba— No hables así con nadie más.

Ríe por lo bajo y me mira— No podría permitírmelo. ¿Entonces es un sí?

— ¿A qué?

— A ser mí esposa.

Le regalo una expresión combinada entre estupefacción y duda— ¿Hablas en serio?

— No puedo estar más seguro. —Frunzo los labios y entrecierro apenas mis ojos.

— ¿Qué hay de tu vida aquí? Prácticamente nos separa un océano.

— ¿Recuerdas el contrato que firmó la empresa para la que trabajo? La sede principal es en Nueva York. —Puedo sentir los latidos de mi corazón en mis oídos— Voy a pedir el traslado, no voy a apartarme de ti ahora que por fin te tengo de vuelta. —intento esconder la felicidad que siento en este momento.

— Esto no es algo propio en ti. —Sonríe— Lo espontaneo no es lo tuyo.

Suelta un sonido desde su garganta— Una persona me dijo que de la espontaneidad salen las mejores aventuras. —comenta haciéndome reír.

 — O accidentes.

— O accidentes…—repite antes de besarme profundamente.

Podría acostumbrarme a esto, en especial cuando todo mi ser grita a su propuesta. No sobreviví a toda esta travesía para esperar otra cosa.




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