La flecha queda clavada,
la apuñalada queda marcada,
la espina queda encajada.
Dentro del sueño el ángel caminaba por un pedazo de madera que se tambaleaba con cada paso que daba, volteó precavido hacia abajo y desde ahí se veía todo el suelo. Se apresuró dando uno que otro paso sin mirar abajo no quería perder el equilibrio, estaba a nada de llegar al otro lado cuando su cuerpo tenía miedo de caer, esa adrenalina de que la madera no lo mantendría por mucho. Corrió hacia el otro extremo y cuando pensó que ya había llegado la madera se rompió.
Cada vidrio dentro de su ojo era un recuerdo de su pasado que estaba enterrado, pero que en el mundo humano el momento era removido y el daño era de nuevo sentido. -Las espinas son filosas, vaya a dónde vaya habrá heridas.
El demonio se disfrazó de humano para no asustarlo y ahuyentarlo. -No puedes evitar lo que tanto te va a dañar porque al final la espina te va a cortar.