No hay refugio,
no hay consuelo
en un ángel exiliado,
en un ángel fracturado.
Un recuerdo dentro de mí volvió y se removió, sentí miedo y mi cuerpo tembló porque era un recuerdo que por mucho tiempo olvidé, pero que cuando volvía a la memoria regresaba de golpe.
Caminaba a prisa mi instinto me decía que parara, pero no podía detenerme. De la nada aparecía una sombra que traía una pistola, les disparaba a todas las personas que iban pasando entre ellas estaba yo. Recuerdo el sonido del balazo perforando mi estómago, de pronto me comenzó a dar mucho sueño, mi subconsciente gritó miembro supremo y después todo fue blanco.
Pasado un tiempo me levanté como si nada, caminando con dolor llegué a un sitio seguro, estaba en la cama acostado y con dolor me paré a verme en el espejo, el área estaba muy hinchada y roja, quedaría la marca de la bala. Cuando despierto me doy cuenta que todo era un sueño, aunque todo parecía demasiado real: el dolor y el sonido del balazo.
Todo en mí se apagó, fue como si todos esos recuerdos me nublaran, me sentía débil, tenía miedo, me sentía perdido. Todo se juntó e hizo que mi cuerpo reaccionará sacándolo llorando sangre, me sentía vulnerable y no me gusta que me vean así.
Sólo quería que acabara, que cada memoria me matara para que olvidara porque antes de ser ángel fui humano, cada vidrio dentro de mi ojo era un recuerdo del pasado y con cada día que pasaba la astilla de vidrio perforaba mi cuerpo hasta que poco a poco se hundiera en mi corazón.
Necesitaba ayuda, ¿pero a quién podía pedirla? Si el miembro supremo me abandonó dejándome solo en este mundo. Era mi castigo morir con tan sólo los recuerdos girando a mi alrededor acompañándome y consumiéndome a su paso.