Con tantas peleas que tenía el ángel con el miembro supremo decidió ir con el consejero del cielo, él sabía que necesitaba ayuda y aunque no creía en la terapia decidió intentarlo.
Con el tiempo se dio cuenta que iba avanzando, ya no se lastimaba, pero, así como todo mejoraba había días que hacían que todo empeorará, cuando volvían las peleas con el miembro supremo había gritos, su mente guardaba cada palabra dañina que se repetía una y otra vez, él sólo quería callar las voces y lo hacía auto lastimándose.
Ya no le servía escribir, llorar ya no era suficiente, el dolor fue aumentando y con ello tuvo deseos de suicidio, cambio el artefacto de daño, poco a poco fue aumentando el nivel.
Las peleas se volvían más recurrentes, que ahora con cada ángel peleaba. -Tú no eres el miembro supremo. -Le dijo un ángel gritando.
-Me estás quitando mi lugar y no me dejas hacer mi labor, ¿acaso quieres ser como yo?- le dijo una vez el miembro supremo enojado.
Él le contó al consejero del cielo, él sólo quería que alguien entendiera su parte de la historia, pero en cambio fue crudo y duro con sus palabras. -Ellos tienen razón, tú no eres el miembro supremo para regañarlos. -Él nunca los regañaba o así él no lo veía, él sólo estaba preocupado por ellos porque les importaba su bienestar.
El miembro supremo y los ángeles lo hacían llorar, su propia familia lo lastimaba y ahora también el consejero del cielo que se suponía que era su red de apoyo por primera vez lo había hecho llorar y enfadar.
El ángel se sentía muy solo y un día cuando no había nadie, cuando sólo las nubes le hacían compañía pensó en el suicidio, nadie cambiaría, él sentía que lo había intentado todo, pero nada servía, ¿acaso será su destino volver al polvo del que fue creado? Sólo el ángel mismo sabe si su vida continuará o aquí terminará.