Será y lo verás, el descenso de la Virgen producirá como un manto de negrura refrescante sobre el Desierto, que se había transformado en un lago de lava ardiente, y traerá inmediato alivio a las Piedras. ¡La Presencia de la Virgen refresca y endurece nuevamente a las Piedras, porque se interpondrá con su oscuridad ante los mil ojos candentes del Dragón! Y la Virgen portará una espiga en la mano; e irá dejando caer los granos sobre el Desierto de Piedras; y las Piedras que recibirán el grano se volverán inmunes al Fuego del Cielo, ya no podrán ser ablandadas; y quedarán señaladas con una Marca, un Signo único que significa lo negro, lo duro y lo frío. Y la Marca de la Virgen se llama "Signo del Vril".
Nimrod Del Rosario, "El Misterio de Belicena Villca"
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Martes 22, ya casi es San Juan. Una extraña sensación se ha ido apoderando cada vez más de mis sentidos. Todo me resulta ajeno, como si fuera un extraño en mi propia casa. Hay momentos en los que todas las cosas parecen ser agresivas conmigo. Y parece que no soy el único que tuvo esa extraña sensación. Desde hace poco tiempo, Diana, Rocío y Gabriel también parecieron empezar a sentir lo mismo; están distraídos y nerviosos, aunque ninguno se atreve a tocar el tema. Me siento distante de la realidad, es como si no pudiera despertar de mi sueño, como si estuviera viviendo un gran engaño y no hallo la manera de salir. Lo más raro es que siempre que siento desencajar de todo, viene a mi mente aquel sueño que tuve el fin de semana. Lo he mantenido en secreto para no alarmar a ninguno de mis amigos, pero es evidente que algo anda muy mal.
A pesar de todas las cosas que he estado experimentado, no he renunciado a seguir con mi vida normal. Las cosas siguen su curso de manera habitual, o quizá no tanto. El profesor de la banda ha aceptado a los nuevos postulantes, ahora soy parte de la percusión y Diana es gualipolera. Al parecer, Jhoanna será jefa de gualipoleras esta temporada. Hoy a la salida tuvimos la primera reunión con los chicos de la banda, hubo un bautizo. Yo terminé haciendo cincuenta flexiones con el brazo derecho y Diana tuvo que correr quince vueltas a todo el colegio, Jhoanna misma dio la idea para nuestros bautizos.
Cansados, mi novia y yo caminábamos a su casa, hablando sobre algunas cosas que pasaron durante la jornada; íbamos tranquilos, tomados de la mano, riendo y jugando. A pesar que la presencia de Diana me mantenía calmo, mi tranquilidad se ensombrecía cuando recordaba aquellos sueños extraños. Llegamos a su casa y me invitó a entrar. No debía llegar tarde a casa, pero no quería volver aún. Quería estar con ella un momento más. Llamé a mamá y le pedí permiso para llegar tarde. Tía Mery me invitó el almuerzo y me quedé en su casa para hacer la tarea. Mi preocupación no desaparecía, aunque trataba de estar lo más relajado posible.
—Rodri —me llamaba Diana—. ¿Me oyes? ¡Rodri!
—¿Ah?, sí, sí, claro —dije, despertando de mi letargo.
—Te he estado llamando por horas, ¿qué te sucede? —estaba preocupada.
—Nada, solo pensaba en los exámenes —respondí de mala gana, tratando de desviar su atención. Ambos nos miramos, había algo siniestro acechándonos.
—Rodri, eso no es... —se quedó callada para luego cambiar de tema radicalmente— Es suficiente, ni tú ni yo estamos como para hacer tareas ahorita. Juguemos un poco —propuso.
—Ok ¿Qué quieres jugar? —dije más interesado.
—Quiero que me tomes fotos.
—¿Fotos?, ¿ahora?
—¿Quieres hacer otra cosa?
—No es eso, solo que yo....
—Bien, vamos a mi cuarto —dijo, tomándome de la mano.
Ella se cambiaba de ropa detrás de la puerta de su ropero. Yo esperaba pacientemente. No hay duda que Diana adora las fotografías. Ella piensa que cuando hay recuerdos fotografiados puedes invocarlos cuando los des por perdidos, es como una cábala, una forma de ser sinceros con nuestros deseos más corporales sin romper la magia de esa pequeña distancia que nos contiene.
—Cierra los ojos.
—Para qué.
—Solo hazlo.
—Bueno —respondí y cerré mis ojos.
—Ahora ábrelos.
Por Dios, estaba tan bella. Sus impactantes curvas se realzaban con una solera fucsia y un cortísimo short de generoso entalle, se veía maravillosa. Inmediatamente, empecé a tomarle las fotos, no menos de treinta, es muy talentosa para posar frente a la cámara; hacía un juego de coqueteo como si fuera modelo profesional. Luego, ella empezó a tomármelas a mí, me tomó como cuarenta fotos, era muy divertido, me sentí como modelo para alguna revista. Ambos nos reímos y despejamos nuestras mentes, era un momento especial.
Estaba revisando las fotos instantáneas mientras Diana preparaba algo de comer. De pronto, una llamó mucho mi atención, era una foto de mi novia, pero había algo raro en ella.
—¡Diana! —la llamé en voz alta desde su cuarto— ¡Princesa, ven acá!
—¡Ya voy! —respondió. Mientras llegaba seguía observando la foto, completamente impresionado.
—¡Apresúrate, tienes que ver esto! —le dije. Pasaron unos segundos y ella subió con dos hamburguesas con queso y dos vasos con refresco— ven, mirá esto —le dije indicándole el detalle de la foto con el dedo.
—Pero qué rayos... —comentó y se quedó mirándola, atónita.
Se trataba de una foto en la que el rostro de Diana aparecía de de costado mirando al frente y en primer plano. Lo raro era que la luz y las sombras de su cabeza y rostro estaban bajo una fantasmal capa traslucida que permitía vislumbrar otro rostro dentro del suyo. No se podía ver muy claro, pero parecía ser la cara de una mujer en cuya cabeza reposaba una corona llena de triángulos y en el cabello una suerte de varias trenzas
—Yo vi ese rostro antes —dijo Diana, palideciendo.
—¿Dónde? —pregunté sorprendido.
—En mis sueños, esa es la mujer que me rescató en mis sueños. Ella me dijo que era Artemisa, la Virgen y que era mi guardiana. Luego recuerdo que me dijo que tú eras un lobo de piedra y que me ayudarías a encontrar un Arco —explicaba con sorpresa.
—No, no, no... Esto ya es demasiado —estaba abrumado, me cubrí el rostro con ambas manos. Diana agachó la cabeza.
—Rodri ¿Qué pasa?
—No lo sé, no lo sé.
—¿Por qué todo está tan raro?, no lo comprendo —nos miramos fijamente.
—¿Has tenido más sueños extraños? —asintió con aflicción—. También yo —de repente, una sensación gélida recorrió todas mis venas, perdí control de mi cuerpo y empecé a hablar involuntariamente— Confía en mí, el miedo pasará y estarás bien —Diana me miró con temor, pero luego parecía perder su mirada en la mía.
—Ya no tengo miedo —respondió como hipnotizada, tampoco yo lo tenía. No había temor ni desesperación, solo entrega.
—La luz ultravioleta está en ti, acéptala —ella asintió y luego recuperé control de mis funciones. Agaché la mirada y sostuve las manos de Diana.
—Chiqui, ¿ése fuiste tú?
—Diana...
—Sí, fuiste tú. ¿Quién más podría darme tanta fuerza, tanto amor? —dijo y luego miró la foto. La observaba sin parpadear— Ultravioleta... luz y oscuridad... No es algo raro, es lo que somos —murmuró.
—Princesa, ¿estás bien?
—Mejor que nunca —me miró sonriente. Nos quedamos callados— Bueno, ya es suficiente —dijo con el humor totalmente cambiado—, comeremos antes que se enfríe.
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Editado: 22.05.2022