El Arco de Artemisa - Primer Episodio, Prefacios de Batalla

15. Demonio de fuego...

Llueve en medio de este mar de plegarias perdidas. Aún esperas por tu partida, Centinela herido. ¿Qué acaso no has entendido que aquello que te mantiene cautivo es tan solo un entredicho del destino? Hoy luchas y amas como nunca en esta vida, ni en tus otras vidas, hayas luchado o amado. Sí, estimado lobo, yo sé que duele tanto como el martillo que rompe el cristal y forja el acero, pero volverás a Ella porque ése es tu destino. No habrá cruz ni Gran Sacrificio, no habrán más barrotes ni cadenas, sólo vendrá tu anhelada muerte y por fin llegará tu libertad.

Crónicas Inéditas – El Mito de Rodrigo

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Jueves 24 de junio, es de noche y tengo miedo. No quería creerlo, ni aceptarlo, pero creo que no hay más remedio que hacerlo: me enfrento al diablo. Por primera vez en mi vida tengo mucho miedo. Mi abuelo me contó que cuando nací hubo una terrible tormenta, dijeron que fue la peor del siglo y que era un mal presagio, que mis días serían días sin luz. Pensé que se equivocaban, pero tenían la razón, solo ahora lo comprendo y tengo miedo, pero es normal tenerle miedo al diablo, ¿no?

Ayer fue un día terrible. La mañana aparentaba que todo estaría bien. Era San Juan y todos estaban relajados. Aunque la prohibición de la Alcaldía respecto a las fogatas entró en rigor este año, parecía que no iba a haber mucho control, habría una fogata en casa de Diana.

Esa mañana, Diana, Gabriel, Rocío y yo decidimos romper el silencio para hablar de nuestros sueños. Todos con el mismo significado, siempre en batallas, siempre luchando contra un enemigo de fuego o contra ángeles. Los elementos más recurrentes eran volcanes, nieve, hielo, lobos, halcones, caballos y osos. Soñamos con cosas similares. Luego de analizar nuestros sueños, Diana les mostró a nuestros amigos la foto misteriosa. Ellos también sintieron miedo al principio, pero luego se mostraron muy tranquilos. Hay una poderosa presencia entre nosotros que nos está dando valor, energía y alegría.

Cuando empezamos a comparar las fechas de nuestros sueños, notamos que todos habían sido en desorden, o eso parecía al principio. Finalmente, la capacidad en matemáticas de Diana nos sirvió para algo, ella notó que nuestros sueños aparecieron siguiendo un patrón. Primero fui yo, dos días después fue Diana, tres días después de mi sueño fue el de Gabriel y cinco días más tarde el de Rocío: 2, 3, 5, números primos. ¿Coincidencia? Quizás estamos un poco paranoicos, pero cuando se trata de sueños siniestros nada es demasiado paranoico. Pensamos contarles a nuestros padres, pero luego concluimos que ellos solo pensarían que estamos locos y nos enviarían al psicólogo. Sin ninguna opción de ser aconsejados, decidimos dejar las cosas en secreto hasta que encontremos alguien que pueda ayudarnos.

Al llegar la tarde me fui a la casa de Diana, me acompañaron mi madre, mi primo y mi tía Carmen —la mamá de mi primo—. Por fortuna, el padre de Diana no vendría a la reunión de este año. A ella le entristeció que no venga, pero luego de lo que pasó, quizás yo mismo lo habría empujado al fuego sin dudarlo. Lo que realmente me irrita es que Diana lo siga queriendo, a pesar de todo lo bestia, energúmeno y animal que es. No comprendo cómo puede soportarlo, aunque, después de todo, sigue siendo su papá. Edwin tampoco estaría en la fogata, tenía guardia en el Colegio Militar, aunque eso me olía a excusa barata. Un par de días antes fui a casa de mi primo Gaburah para invitarlo a venir, pero se negó; lucía bastante mal, con unas terribles ojeras. Me pregunto qué clase de enfermedad tiene. No lo volví a ver desde ese día.

Para esa noche, Sergio invitó a gran parte del curso a una fiesta que estaba organizando en su casa, creo que sería la primera fiesta para muchos de los chicos y chicas. Su casa queda bastante cerca a la de Diana, solo a unas pocas cuadras, por lo que no iba a ser necesario que nadie se moleste en llevarnos y recogernos. Planeamos con ella compartir un poco en compañía de nuestras familias antes de irnos a nuestro compromiso.

A la puesta del sol, Oscar encendió el fuego de la parrilla para asar las salchichas, Diana y yo jugábamos con unas chispitas de bengala que compramos del mercado que queda cerca a mi casa. Dentro de un par de horas íbamos a ir a la casa de Sergio para reunirnos con los muchachos del curso. Los hotdogs se sirvieron temprano, hicimos estallar algunos fuegos artificiales en familia, la fogata alumbraba la fría y oscura noche de San Juan. Se escuchaban risas por toda la casa; en el jardín, los adultos bebían ponche de frutas con singani, parecía que acabarían en una farra de aquellas. La noche era mágica, el cielo nublado resplandecía por las fogatas, coloreando de un rojo profundo las nubes que lo cubrían. El olor a pólvora estaba por doquier.

A las ocho de la noche, Diana y yo salimos a nuestro compromiso. Cuando llegamos, varios de los muchachos del curso ya estaban allí. Al parecer, Sergio también invitó algunos amigos a quienes desconocíamos por completo, amigos de su zona, creo. Como siempre, los chicos jugaban fútbol en el patio y las chicas bailaban entre ellas. Rocío y Gabriel brillaban por su ausencia, unos amigos nos dijeron que los vieron llegar, pero luego nadie les volvió a ver. Tuve la esperanza que mi amigo esté arreglando las cosas con Rocío al fin. Luego, Sergio apareció para saludarnos.

—¡Tanto tardan che! —nos dio la bienvenida—. Qué siempre estarían haciendo, pillines.
—No seas mal pensado —se quejó Diana.
—Ya, no reniegues —respondió con picardía—, ah, por cierto, hoy las chicas decidieron qué hacer. Quieren bailar las sonsas, así que la Vanesa ha ido traer unos casetes. No tengo nada de música para bailar.
—A la... ¿y por qué decidieron ellas?
—Por culpa del pelotudo del Lucio pues. Les hizo una apuesta y perdió como un pelmazo.
—¿Y qué siempre apostó? —preguntó Diana.
—Era chicos contra chicas. La Mariela le apostó que podía hacerle un gol de penal. Si le hacía el gol, las chicas elegían qué hacer; si el Lucio tapaba, elegíamos nosotros. El muy cojudo se hizo meter un gol de lujo.
—Qué casco... ¿Y así quiere jugar el campeonato? —intervine.
—Si pues bro, medio gil me salió el man —respondió Sergio, resignado.




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