El Arco de Artemisa - Primer Episodio, Prefacios de Batalla

16. Géminis...

Querido diario. A veces me pregunto por qué me tienen que pasar cosas tan raras, ya no sé en qué creer. Mi mamá solía decirme que los fantasmas y los monstruos no existen, pero ahora creo que sí, y me acechan en las noches. Siento algo horrible que me observa desde las sombras, vendrá por mí y tengo miedo. Quiero creer que nada malo pasará, quiero olvidarme de esas cosas y concentrarme en lo que me hace feliz, pero ya no sé si podré lograrlo.

Al día siguiente de San Juan, el humo de las fogatas se había asentado sobre toda la ciudad, cubriéndola de un denso manto de niebla. Rodrigo y yo salimos un tanto apresurados al colegio. Él estaba distraído, y no era para menos luego de todo lo que nos pasó la noche anterior. Aunque trataba de simular tranquilidad, en realidad no lo lograba.

Creo que ambos estábamos muy angustiados por lo sucedido en casa de Sergio. Durante el desayuno enfocamos nuestras mentes en desviar la atención de mi familia para que no pregunten cómo nos fue esa noche. Al salir nos despedimos con una sonrisa, pero al llegar a la avenida nos quitamos nuestras máscaras de normalidad. La gente y los autos pasaban con algarabía, contrastaban con nuestras largas jetas.

Cuando llegamos al colegio, nos encontramos con Gabriel y Rocío quienes parecían tan angustiados como nosotros. Entramos al colegio evitando hablar de temas paranormales, subimos a nuestra aula con cierta ansiedad. Lo primero que hicimos al llegar fue ubicarnos en nuestros pupitres y el macabro tema que evitábamos salió en la conversación. Hablamos sobre los últimos sucesos sintiendo miedo por cada palabra que pronunciábamos. Rodrigo y yo les contamos sobre el incidente de su pecho. Nuestros amigos se mostraron escépticos al principio, nos costó mucho convencerlos de lo que vimos, no sé si nos creyeron del todo. Luego le preguntamos a Gabriel si había logrado hablar con su papá, él dijo que no pudo hacerlo. Al final quedamos en hablar con él durante la fiesta de cumpleaños de Gabriel y dejar de lado las cosas macabras hasta entonces.

La hora de clases transcurrió rápidamente y pronto nos vimos libres. Al salir del colegio, recordé que, hace un tiempo, Edwin mencionó que mi familia y la de Rodrigo tienen una larga historia juntas. Me parece que sería prudente preguntarle a mi mamá sobre ese asunto; quizás esa historia pueda darme algunas luces. Pero prefiero esperar a hablar con el papá de Gabriel primero. Ahí también podría haber respuestas, o al menos eso espero.

Llega el lunes, era 28 de junio. Comenzaron las vacaciones de invierno. Gabriel se había encargado de dejar las invitaciones para su fiesta de cumpleaños poco antes del descanso, creo que invitó a todo el curso. Las chicas se hallaban emocionadas por la celebración, era una oportunidad perfecta para estar con Sergio, a todas les gusta. Encontrarnos en un ambiente que no sea el colegio suele ser muy agradable y poco frecuente. Yo también estaba ansiosa, pero por razones distintas.

Oficialmente, el cumpleaños de Gabriel es el 11 de julio, pero lo celebraría el sábado 10 por la comodidad de la fecha.

Durante la larga semana de espera estuve viéndome a menudo con Rodrigo para visitar las tiendas de la ciudad, ir a la piscina o solo salir a pasear. Lo más emocionante de la semana fue ir al cine con él, acompañados de su primo y mi hermana, para ver una película animada. Fue tan romántico, compartimos las pipocas y luego fuimos a comer a una pizzería cercana. Fue como una cita doble.

Mientras el tiempo transcurría lentamente, escapaba de mis ansias manteniéndome ocupada. Pero durante las noches pensaba en los sucesos raros que nos ocurrieron. A pesar de todos mis esfuerzos, no logré comprender cómo fue que las heridas de Rodrigo sanaron tan rápido aquella noche de San Juan. Examiné la crema que le puse hasta el cansancio y no hallé nada raro en ella. ¿Será que realmente tengo algún poder especial? Rodrigo está convencido que sí, pero yo no lo creo. Sin embargo, estos fenómenos son mucho más simples si pienso como él, no puedo hallarles explicación lógica. Esto no tiene lógica, nada lo tiene. Y mientras meditaba una y otra vez, un temor palpable se proyectaba en mi corazón, rojo y aterrador como el más horroroso de los demonios... ¿Ikker?

Desde mi última fiesta de cumpleaños he tenido sueños que me perturban demasiado. Cada noche veo a Rodrigo y a otra persona idéntica a él, como un hermano gemelo. Oculté esas visiones durante todo este tiempo, pero la realidad es que he empezado a asustarme. Algo raro está pasando y me atemoriza. Lo único que me devuelve la paz es pensar en mi realidad: Rodrigo está conmigo y nada más importa.

El calendario se consumió, estaba a vísperas de la fiesta de Gabriel. La noche era agradable, me acosté antes de las diez. Tenía la expectativa que Rocío solucione sus problemas con el Gabo ese mismo día, sería genial que eso pasara. Me tapé con las frazadas pensando en ello, pero la angustia apareció unos instantes antes que el sueño se apodere de mí. Poco a poco fui adormeciéndome, enfriándome. Pronto sentí el frío calar hasta el tuétano de mis huesos, me puse a temblar. Me cubrí la cara con las frazadas y, finalmente, caí profundamente dormida.

Estaba caminando por un sendero hecho de hielo, había muchos rostros reflejados en los cristales, uno de esos rostros era de Rodrigo. También podían observarse extraños dibujos angulares los cuales formaban figuras triangulares. Runas. Mientras caminaba, una extraña cueva llamó mi atención. Cuando ingresé a ella vi un promontorio de tierra en el centro, iluminado por una luz plateada. Al mirar al techo de la cueva, noté que esa luz venía de la Luna. Con curiosidad, me acerqué al promontorio y me percaté que en el centro había una roca hueca la cual estaba llena de agua cristalina. Cuando miré la superficie del agua, descubrí que se trataba de un espejo. Primero reflejaba mi propia imagen, pero luego ésta se convirtió en la nítida escena de un páramo desolado por una reciente y catastrófica explosión. Había mucha vegetación en los alrededores, así que tal destrucción debió ocurrir en medio de alguna clase de jungla. En medio de la desolación vi a un ángel acompañado de lo que parecía un gigantesco y monstruoso ciempiés. Entre ambos estaba yo, desnuda y sangrante. Entonces oí al ángel decir:




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