Querido diario, no sé cómo describir lo que sucedió estos días. Antes que pueda decir palabra alguna toda mi vida dio un cambio total y definitivo.
Edwin se fue a alguna especie de entrenamiento con papá, lo extraño como nunca. Mi hermana y Oscar, ahora su novio, han estado tratando de estrechar su vínculo conmigo, creo que se sienten responsables de mí. Mis amigos y yo estamos asistiendo al colegio con normalidad, pero nos cuesta mucho trabajo llevar una vida corriente. Y Rodrigo, mi príncipe, él parece sentirse mejor luego de todo lo sucedido. Antes que nuestras familias nos contaran toda la verdad, mis amigos y yo estábamos muy traumatizados por lo que nos hicieron el mes pasado, pero desde que sabemos la realidad nos hemos fortalecido.
Hace unos días tuvimos un encuentro muy especial con personas que van a ayudarnos. Me siento muy feliz de saber que no estamos solos en esta locura, pero estoy triste al mismo tiempo porque al próximo año no volveré al colegio. Por desgracia, las soluciones que plantearon nuestros nuevos aliados son un poco radicales, e incluyen hacernos desaparecer de la vida de todos los demás. Nos dijeron que ahora somos, oficialmente, enemigos del mundo y que no podemos seguir viviendo como hasta ahora lo hemos hecho, así que nos llevarán a un lugar seguro mientras no seamos capaces de pelear por nosotros mismos. No sé qué dirá mi papá de todo esto, mi hermano se angustiará mucho, aunque él también debería venir con nosotros.
El día que nos encontramos con esos nuevos amigos, todo parecía rutinario. El amanecer llegó más temprano que de costumbre, la primavera se acerca. La luz se filtraba a través del horizonte montañoso. Abrí los ojos con flojera mientras los pájaros hacían su habitual escándalo matutino. El reloj de mi velador marcaba las seis de la mañana del lunes 11 de octubre de 1999. Prendí la radio y puse un casete de Octavia mientras me estiraba lentamente. Me costó mucho despegarme de las sábanas. Los exámenes finales se acercaban, pronto terminarán las clases, solo falta un par de meses y mis notas se han caído por completo. Me sentí bastante triste esa mañana, me miré al espejo y pensé en mi vida anterior. Antes me levantaba esperando que el día no sea tan aburrido, ahora me levanto esperando que el Apocalipsis no me pesque desprevenida.
Al salir del colegio fuimos a buscar a Rhupay. Nuestras madres insistieron mucho en que lo encontremos. Desde luego, él debía tener respuestas y soluciones a los terribles problemas que nos ganamos. Un poco alicaídos, fuimos hasta la escuela de al lado y lo esperamos pacientemente. Pasó casi una hora, pero él jamás apareció. Finalmente, cansados de esperar, empezamos a regresar a nuestras casas. Llegamos a la plaza San Martín y nos dispusimos a separarnos.
—Oye, que rayado, parece imposible hallar a ese chico —comentó Rocío.
—Verdad, verdad, mañana lo volveremos a buscar, quizás tenemos más suerte —dije casi bostezando.
—No será necesario.
—¡Ahhhh! —Rocío y yo gritamos por instinto.
Sorpresivamente, alguien habló a nuestras espaldas, asustándonos.
Volteamos y vimos, con alivio, que se trataba de la persona que buscábamos. ¡Había aparecido de la nada!
—Sonso, qué susto nos diste —dijo Rocío, agitada, con la mano en el pecho.
—Siento haberles asustado. Creo que estaban buscándome —respondió Rhupay.
—De bolas brother —intervino Gabriel—. Queremos charlarte de "negocios", nuestros viejos nos hablaron de full cosas importantes y tú...
—Ya sé, ya sé —interrumpió—. Les dije que eran de un linaje noble. Sé que necesitan saber a qué se enfrentan y que me buscaban para pedir ayuda. Pues, siéntanse aliviados porque tengo las respuestas, bueno, no yo, exactamente. Los llevaré con una persona que les dará toda la información necesaria para que empiecen su lucha. Sin embargo, no lo haré hoy, vengan acompañados con sus madres este viernes a las siete de la noche al parque Riosinho. Los llevaré a una "Plaza Liberada" donde encontrarán respuestas y ayuda. Sean puntuales —nos dijo y luego se retiró sin despedirse.
—Ese chico está bien raro —pensé en voz alta, con la vista fija en el distante muchacho que avanzaba sin parar por el horizonte.
—Pero parece que nos dará una mano después de todo —respondió Rocío siguiéndolo con la mirada.
Al llegar a casa, lo primero que hice fue comentarle a mamá sobre nuestro encuentro con Rhupay. Ella mostró curiosidad cuando le comenté sobre la cita y aseguró que asistiríamos.
La tarde de ese viernes abandonamos el colegio con gran expectación. Regresé a casa con un nudo en el estómago por los nervios. Apenas comí un poco de verduras y un pocillo de frutas. La tarde se tornaba insoportable. A las cinco de la tarde me alisté, vestí mi mejor ropa y me puse a esperar a mamá y a Jhoanna.
Llegamos a las siete menos cuarto a la plaza Riosinho. Allí nos encontramos con Rocío, Gabriel y Rodrigo, acompañados de sus madres. Cinco minutos más tarde llegó Oscar, venía solo. Él y mi hermana fueron a comprar unas papas fritas que compartimos entre todos, hasta que Rhupay llegue. Siete y cinco de la noche apareció el misterioso muchacho, venía vestido con la misma gabardina negra adornada con aguayos que le vimos el día que nos rescató de los pandilleros. Lo saludamos y luego lo presentamos.
—Ellas son nuestras madres —dije señalándolas con la mano.
—Mucho gusto señoras —contestó Rhupay, extendiendo la mano a cada una.
—Y ella es mi hermana y él es el primo de Rodrigo. También están involucrados —los presenté, él les extendió la mano y les sonrió.
—Ya lo sabía, pero falta uno más —nos miramos los unos a los otros.
—Debes referirte a nuestro hermano —respondió Jhoanna—. Él está en el Ejército y...
—Ah sí, es cierto, lo había olvidado —nos sorprendió su comentario—. Bueno, no perdamos más tiempo y avancemos, que hay mucho de qué hablar —dijo y empezó a caminar.
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Editado: 22.05.2022