Esa la noche, con la luna de testigo, dejamos de caminar.
Arde mi memoria, las lágrimas que caen y me dicen que era la última página.
Y yo que creía que el tiempo continuaría indefinidamente entre tú y yo.
Ahora me aferro a las mismas palabras que usamos para hacernos daño;
y con solo mirar hacia atrás, me siento solo.
¿Cómo debería sentirme? Te amo...
¿Cómo debería dejarte ir? Te necesito...
¿Dime, cómo puedo vivir sin ti? Descansa en paz, amor.
X Japan – Without you.
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Cabe preguntarse si los milagros realmente existen. Uno ve a David Copperfield y se pregunta cómo rayos hace sus trucos. ¿Acaso Jesús de Nazaret curaba enfermos con sus manos?, ¿Buda realmente murió en estado de "iluminación"? Pamplinas, dicen que el milagro más grande del mundo es que existan las condiciones para la vida tal cual la conocemos. Pero la vida no es un milagro, sino una cuestión de probabilística en muchos escenarios cósmicos. Los milagros sí existen, pero quizás no de la forma que los entendemos. Volver de la muerte parece una hazaña impresionante, pero existen casos de personas que volvieron a la vida durante su velorio. Macabro, ¿no es verdad?
Uno de los muchos casos de gente que volvió a la vida es el de Diana. Rodrigo escribió bastante sobre ese evento, pero en este punto las cosas se ponen muy surrealistas. Es como pensar en los Evangelios de forma textual. Cada apóstol escribió sobre Jesús de Nazaret de acuerdo a su perspectiva. Si hago la analogía del caso de Diana con el de Lázaro, pues el juego de palabras sale interesante. Por un lado está el Evangelio de Lucas que habla del hijo de una viuda que resucitó, y por el otro tengo "La resurrección de Diana tomada del Evangelio según Rodrigo". Suena bastante pintoresco, entonces podría decir que tengo la misma historia tomada del Evangelio según Rocío, Gabriel, Jhoanna, Edwin, Oscar y sus respectivas madres. Joder, sí que suena hilarantemente abstracto, me divierte mucho jugar con las palabras. Lo sagrado no es más que una parodia de sí mismo, orquestado para hombres temerosos a lo que no pueden controlar ni entender.
En fin, luego de divertirme un poco, creo que es sano regresar a 1999. Como ya dije, Diana estaba en coma luego de ser arrollada. No tengo que repetir el estado de angustia de quienes la amaban. Desde luego, nadie hubiera imaginado la forma en que la chica iba a despertar, poco ortodoxa, desde mi punto de vista. Así que iré exponiendo los hechos de acuerdo a las variadas versiones que leí, compilando solo lo más importante.
Era un Lunes 29 de noviembre de 1999. Rodrigo amaneció con dolor de garganta, sus defensas estaban bajas. A pesar de las protestas de su madre, el chico había estado comiendo muy poco desde que Diana entró en coma, la pena le quitó el apetito. Quería hallar consuelo en alguna cosa, lo que sea, y se puso a desempacar los adornos de Navidad. Deseaba empezar a adornar su casa, pero la depresión le amputó todo espíritu navideño. Dejó de hundirse en la melancolía y se puso a preparar el almuerzo.
La sopa ya estaba cociendo y Rodrigo se hallaba parado frente a la ventana de la cocina. Su mente no dejaba de volar cuando una sensación de abandono lo envolvió. Entró a su habitación y se quedó mirando una foto de Diana mientras se perdía en sus memorias. En aquel momento pudo sentir la fragancia de su amada princesa, ese delicado perfume de aromas frutales. Cerró los ojos y sintió sus labios sabor sandía rozando los suyos, sus brazos rodeando su cuello y luego una delicada caricia en su mejilla. La pudo sentir cerca, muy cerca. Repentinamente, sonó el teléfono dándole un arrebato. Contestó y escuchó la voz de quien añoraba.
—Hola príncipe —le dijo una dulce voz tras la línea. Era Diana.
—¡Diana! —gritó emocionado—. ¡Ya estás bien! Espérame, ahorita salgo corriendo a la clínica.
—Te amo —respondió débilmente y se cortó la llamada.
Algo raro pasaba. Diana jamás solía colgar el teléfono sin despedirse. En ese momento entró Oscar al departamento, jorobado y alicaído. Tenía los ojos hinchados y se veía muy perturbado.
—Oscar, ¿estás bien? —preguntó Rodrigo, preocupado por el rostro abatido de su primo.
—Siéntate Rodri y no digas nada —repuso con amargura.
—¿Qué pasa? —cuestionó alarmado. Oscar hizo una larga pausa y luego habló.
—La Dianita se nos fue, primo —dijo.
—¿Cómo?, pero si acaba de llam... —en ese momento Rodrigo lo entendió— ¡A dónde se fue!
—Al cielo, primito —dijo conteniendo el llanto.
La sensación de caos era tan inmensa que el atormentado Rodrigo empezó temblar sin control. Ella... Diana...
Aún quedas y me miras profunda; me abrazas, me besas y en tus brazos me arrullas. Alejas de mi corazón la pena inmunda, murmuras silente en tu alfombra de hierba, callas eterna bajo la luz de la luna. Corazón y espada me obsequias, piano y pasión me regalas; porque aún quedas y profunda me miras. Y si aún más allá de las estrellas te estremecieres, con anhelo de pasión profunda, con deseo de melodías eternas, el piano tocas. Y aún bajo la mengua luna, profunda me miras, ni cuan mortal deseo o fulgor nos mate. Arden nuestras venas por la sangre del otro. Si aún prematuros amores nos hieren en fuego y austral día de invierno en medio de la aurora nos cayere, sabemos que aún el más prematuro de los amores los peores embates de la amargura soporta. Y aún quedas allí, silente, niña, musa, diosa, pianista, artista ¿Qué si tu amor merezco?, la respuesta saberla no quiero. Nos ha conquistado el amor de corazones perdidos, inocentes, y con el estruendo lascivo de un trueno, se prende el fuego frío; porque con lágrimas y sangre, con pasión y amor, con dolor y alegría, con deseo y pureza, con sudor y esfuerzo, con placer y tortura, con sol y luna, tú y yo nuestra unidad hemos aceptado y con letras de fuego plateado hemos escrito esta historia de amor en nuestro camino. Porque como Diana te amo y como Artemis te honro, y porque mi sereno es la Luna y sus rayos mis flechas, te declaro en este Arco de Artemisa para siempre eterna mi muerte y vida...
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Editado: 22.05.2022