El Arco de Artemisa - Primer Episodio, Prefacios de Batalla

36. El Inicio de una Leyenda...

Es el 1 de enero del 2000 en la vieja Roma. Promedia el medio día y un monje se halla rezando en la Iglesia de Santa Inés, en la Plaza Navona. De repente, un monaguillo interrumpe las oraciones del monje.

—Padre, él ya llegó —dice el joven muchacho.
—Llévalo a la oficina episcopal.

Se persigna varias veces y se levanta. Es un hombre viejo, su rostro transmite la difícil vida que tuvo que llevar. ¿Quién es él? Nada más y nada menos que un Cardenal del Vaticano. Salió de la Santa Sede en busca de algo de privacidad, tiene un asunto muy importante que tratar con una visita no menos importante.

Toma rumbo a la oficina, suspira e ingresa al recinto. Otro monje, con la cabeza y rostro cubiertos por la capucha de su sotana, estaba esperándolo. El monaguillo lo miraba lleno de curiosidad.

—Gracias Filipo, puedes regresar a tus labores —despide el Cardenal a su monaguillo. El joven muchacho se retira sin quitar la vista del misterioso visitante y cierra la puerta—, disculpa la poca prudencia de Filipo, es un buen chico.
—Así lo creo —responde el encapuchado, ambos hablan en latín, pero el recién llegado tiene un dejo francés al hablar.
—Te hice venir con mucha premura, amigo Aldrick —se disculpa el Cardenal.
—La situación amerita esa premura —la voz del encapuchado es áspera, casi tenebrosa.
—En fin, seré directo —suspira y sirve un vaso de coñac, ofrece un poco a la visita, él niega con la cabeza—. Ya estás enterado de la situación, me imagino.
—La estuve observando.
—Tal y como se profetizó, el fin acaba de empezar. 1999 fue nuestro último año.
—Era cuestión de tiempo, esperábamos este día.
—Así es, y nuestro momento de entrar al campo de operaciones ha llegado —bebe un sorbo de su copa—. Escucha, te cité acá porque los espías del Vaticano no me dejan un segundo de respiro. Si el Papa se entera...
—El Papa jamás se enterará —interrumpe el encapuchado, habla más como un soldado que como un sacerdote.
—Eso espero —suspira el Cardenal—. Las huestes de Satanás han empezado a trabajar con mucho apuro últimamente. Las estrellas se movieron, eso significa que los Centinelas ya reencarnaron en esta era —el encapuchado traga saliva, parece ansioso—. Es irónico, todo acabará exactamente donde empezó: en América.
—Eso significa que llegó mi hora de entrar en acción.
—Así es, viejo amigo. Acá tengo todo lo que necesitas: VISA, pasaporte, dinero y toda la documentación —dice sacando un estuche de uno de los cajones de su escritorio—. Provisionalmente, te recibirán en el Claustro de Santo Domingo de La Paz, de allí deberás tomar rumbo a la Ciudadela de Erks
—Eso significa que...
—Así es amigo, tu destino es Bolivia.
—Oí de ese país. Si no me equivoco, es una Nación que se creó sobre las ruinas de la Atlántida.
—Sí, es un país bastante curioso. Te recomiendo practicar tu español —dice el Cardenal y luego bebe otro sorbo—. Ahí empezó todo hace muchos siglos, y también ahí se terminará.
—¿A quién envió Satanás?
—A Golab, quizás San Miguel lo esté apoyando. El druida Héxabor también está merodeando.
—¡Dios, Kristos! —exclama el encapuchado y se persigna.
—Yo también me asombré cuando lo supe. Enviaron a uno de los peores, lo que significa que el Tetragrámaton y el Bafometh tienen miedo y muchos intereses en juego. Lo delicado es que, a estas alturas, los Centinelas aún no están conscientes ni despiertos. El Arco de Artemisa sigue perdido y la portadora aún está dormida.
—¿Acaso no se tratan de poderosos guerreros entrenados, nacidos en el seno de alguna orden hiperbórea? —el Cardenal niega con la cabeza.
—La humildad ha sido paradójica esta vez. Nacieron en el seno de familias hiperbóreas que cayeron en desgracia durante el siglo XX, seguramente fue decisión de los dioses que así sea. Ahora mismo son un grupo de adolescentes, casi niños. Ellos son los representantes de algunas de las castas más puras del mundo.
—¿Qué castas son?
—Cátaros, Gibelinos, Rusk, Espartanos, Arqueros, Halcones, Ingas y Vikingos.
—Lo suponía.
—Pero descuida, Aldrick. Bolivia es una Nación de mucha sangre. El Circulus Dominicanis de Bolivia me mandó un informe de la situación y el panorama no es malo. Existen varias instituciones que nos darán su cooperación dentro del propio Estado Boliviano. Su actual Gobierno está totalmente ciego a las operaciones de nuestros aliados andinos. En La Paz se agrupó un equipo bastante compacto de gente que organizará la defensa. La Ciudadela de Erks acumuló suficientes soldados a lo largo de los siglos y el Ejército Boliviano tiene un escuadrón secreto y entrenado, independiente a su Gobierno, el cual está muy bien preparado para enfrentar este tipo de... situaciones. El enemigo querrá tomar el eje Carismático de Sudamérica, y nuestra misión es evitarlo.
—Pero, hablamos de la Sinarquía. Ellos tienen a todos los Ejércitos de la Tierra bajo su dominio, en éste y todos los demás universos. ¿Cómo vamos a defender la Plaza Libre de esa fuerza? —pregunta el encapuchado quien se oye algo angustiado.
—Los Doce Centinelas están reunidos en un mismo lugar al mismo tiempo; es algo muy inusual. Sabemos que el Arco de Artemisa se va manifestar, la portadora ya nació. Las piezas encajan a la perfección. La Ságitta Luminis será finalmente disparada del Arco de la Virgen Artemisa, y con esa flecha se acabará esta fase de la Guerra Esencial
—¿Y qué pasará si los elegidos no despiertan?
—Lo harán, tú lograrás que despierten —afirma el Cardenal y bebe otro poco de su copa.
—Es una gran responsabilidad.
—Pero no estás solo. En La Paz ya tienes un contacto importante. Allí te esperará Qhawaq Yupanki de la Casa de Skiold.
—¿Skiold? Pensé que estaban extintos.
—No, amigo mío, no lo están. Y no es la única sorpresa que nos reserva Bolivia. Rowena de los Señores de Suabia y Arika de los Señores de Túrdes ya están en La Paz, reuniendo todo lo necesario para enfrentar el reto. El Circulus Dominicanis de Bolivia está bien preparado y los recursos ya han sido destinados. Los Dominicanis designaron a un Virya muy especial para ayudarte con la logística. Su nombre es Ursus de la Vega. Ha estado trabajando por años para lograr que la Virgen Ama de los Andes haga su ascensión. Él te dará una mano con todos los asuntos legales en Bolivia, Qhawaq y los demás te ayudarán en la parte dimensional y militar. Además, tenemos certeza de que Noyo Villca aún se encuentra en La Paz, custodiando la Espada Sabia de los Señores de Tharsis. Si el Arco de Artemisa se manifiesta pronto, tendremos dos Piedras del Origen en un solo lugar al mismo tiempo, sería inaudito, una ventaja colosal para nosotros. Los demonios de Chang Shambalá no podrán contrarestar la influencia gnóstica del Arco de Artemisa y la Espada Sabia de Tharsis al mismo tiempo —afirma el Cardenal.
—Entonces, la victoria es más que una posibilidad.
—Mientras logremos garantizar que el Arco se recupere, y entrenemos adecuadamente a los elegidos, podremos ganar. Pero todo dependerá de los Centinelas en última instancia, de los Doce en su conjunto.
—No hay tiempo que perder entonces.
—Así es, Aldrick. Tú eres el Cruzado mejor entrenado de toda la Iglesia. El último de tu estirpe. Todo está ahora en tus manos —dice el Cardenal y deja dinero sobre la mesa—. Dólares americanos y también Bolivianos. Te alcanzará por un tiempo. Encuéntrate con Qhawaq, Rowena, Ursus y Arika. Ellos te necesitan para cumplir su misión, ya envié algunos refuerzos desde acá por mar, llegarán el siguiente mes. Recuerda que los Centinelas pueden doblar la balanza de este Apocalipsis a nuestro favor.
—No te preocupes, mientras luchemos, la Sinarquía jamás podrá edificar su Nueva Jerusalén.
—Yo sé que lo evitaremos y confío en ti, Aldrick. Rezaré mucho a la Virgen de Agartha y a nuestra Señora de la Gruta para que cumplas tu misión con éxito —ambos se ponen de píe, el Cardenal hace la señal de la cruz al encapuchado—; que la fuerza de Dios, Kristos, y la Virgen estén contigo.
—Amén.




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