Entre forcejeos y arañazos, tome la decisión de no soltar al gato, hasta devolvérselo a su dueña. Después de todo, ¿qué podría yo conseguir por la venta de ese gato?, y llevarlo conmigo para regalo para Carola, no era buena decisión, a las justas sacaba para que podamos llevar algo de comer para los 4 miembros de nueva familia, como para sumarle un integrante más.
—A lo mejor ya salió — escuche.
—¡No! pronuncié por impulso.
—¿Quién eres?, ¿dónde estás?, empezó a decir ella, mientras empezaba a caminar sujetándose de las cosas que había en el lugar.
—No estoy dentro de la cocina, sino en la parte externa de esta, junto a la ventana, y tengo a tu gato, creo que se llama Rigoberto — exprese.
—¿A poco lo araño? — dijo ella en tono preocupado.
—Solo un poco, respondí, al tiempo que ella llego a la ventana, y yo con delicadeza, coloque al gato en sus brazos.
—Eres un gatito muy malcriado, pronunció ella, haciendo una pausa para agregar — Sino fuera por el joven, te hubieras escapado nuevamente de casa.
Yo sonreí al escuchar lo que ella le decía a su gato, y justo al momento en que me disponía a retirarme, ella me detuvo.
—¡Por favor! no te vayas, te daré algo por evitar que Rigoberto se me escapara — escuche.
Obediente cual soldado, me quede parado junto a la ventana, esperando el momento en que aquella niña regrese al lugar, luego de algunos minutos de espera, ella entro nuevamente a la cocina y se acercó a la ventana llevando consigo una fuente con galletas y una taza de chocolate, de aquel chocolate que tanto me recordaba al que preparaba mamá.
—Esto es para ti, te invitaría a pasar, pero mis padres se llevaron la llave de casa, expreso ella.
—Podría entrar por la ventana — conteste.
—¿En verdad?, pronunció intrigada ella.
—Sí, es algo sencillo de hacer ya que no está muy alta la ventana, eso sí solo lo haré si tú lo permites — respondí.
—Entra no es muy cómodo consumir los alimentos de pie — contesto ella.
—Bien — respondí.
Tras algunos minutos ya estaba dentro de la cocina, sentado en aquella mesa rectangular, consumiendo aquella deliciosa taza de chocolate acompañada de unas deliciosas galletas caseras.
—Mi nombre es Elizabeth, pero me dicen Eli — dijo ella.
—Yo soy Sebastián, pero me dicen Sebas, respondí, mientras tomaba una hoja de papel, para colocar en ella algunas galletas.
—¿Qué haces? — expreso ella.
—Nada — dije.
—Me parece como si estuvieran guardando algo — agrego ella.
—Solo unas galletas,… yo…yo, tome unas galletas para mis hermanos — dije.
—Tienes hermanos — respondió ella con una cálida sonrisa.
—Sí — conteste. Pero no son hermanos de sangre, son hermanos de corazón, añadía, mientras el rostro de ella se tornaba confundido. Te explicaré lo que sucede es que….
No sé porque lo hice, ella me inspiraba confianza, y debido a ello le comenté sobre mi vida, y ella pues también me comentó de la suya, así me enteré que ella era invidente desde que nació, no tenía amigos, pues la mayoría de jóvenes de su edad la evitaban al considerarla una carga, pero que a ella, ello, no le importaba pues tenía el amor de sus padres, quieres eran comerciantes de todo tipo de productos, pero que en están fiestas se dedicaban a comercializar galletas caseras, galletas que ella en esta fiestas elaboraba junto a su madre, y que además ella amaba hacer para consumirla junto al delicioso chocolate caliente que su madre le había enseñado a preparar.
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Editado: 17.12.2023