El Aroma De La Navidad

EPÍLOGO

Han pasado 10 años desde aquella navidad junto a mi nueva familia, si, nueva familia, porque en eso se convirtió la familia de Eli, para mí y los míos desde ese día, en una nueva familia, en la cual encontré no solo un trabajo, sino además un techo donde vivir, educación y hasta el amor, si el amor, llevo 1 año casado con Eli, ahora en nuestro propio hogar, una modesta casita que con mucho trabajo pude comprar a unas calles de la casa de mis suegros. Y hoy celebraremos en ella nuestra primera navidad juntos, una navidad muy especial y que esperamos los dos con ansias recibir, desde que empezó el mes de diciembre, pues esta vez nuestra familia creció aún más, pues tenemos a un nuevo miembro en ella, a nuestro hijo, con quién recibiremos su primera navidad en familia, si en familia, pues esta navidad había invitado a mi casa a todas aquellas personas que me dieron ello desde que los conocí una familia.

 

—Sebas, ¿me ayudas con las galletas? — pronunció mi linda y dulce Eli.

—Claro — respondí, tras ver al pequeño fruto de nuestro amor profundamente dormido en su cunita.

—Carola, llamo para decirme que mamá y ella están preparando el asado — agrego Eli.

—¡Qué bien! — dije, mientras me acercaba a mi esposa, para apoyarla con el horneado de las galletas.

—Sí, te confirmaron todos, ¿verdad? — añadió Eli.

—Sí, cariño — respondí.

 

Mis hermanos de corazón Rafa, Carola y Mauri, tras mi matrimonio con Eli, se quedaron a vivir con los padres de ella, al igual que la señora Ángela, quién ahora ya no mostraba dificultad para ver, y gracias a las vitaminas y medicamentos que la madre de Eli le ayudo a comprar, ya no sentía el mismo dolor en sus piernas, por otro lado, el Tuerto seguía siendo el líder del botadero y cada día era más gruñón, aunque en el fondo tenía un corazón muy blando, eso sí, ya nadie en el pueblo los marginaba, yo cada fin de semana junto a Eli y mis hermanos de corazón íbamos llevando víveres para toda mi gente del botadero, aunque esta navidad, ellos después de tantos años me aceptaron una invitación de Navidad, por ello no podía estar más feliz.

El tiempo corrió como si fuera una maratón, y los primeros invitados empezaron a llegar, mis suegros, mis hermanos de corazón y la señora Ángela, mi abuela de corazón, y desde hace 10 años atrás la abuela de mi Eli también.

A los pocos minutos llegaron mi gente del botadero, entre ellos el tuerto, quien traía consigo una bolsa con pan.

 

—¡Bienvenidos!, pasen — pronunció Eli, con aquella dulce voz que calo en mi corazón desde que la escuche.

 

Una vez que estuvimos todos completos, nos sentamos junto a una larga mesa, que había decidido alquilar para la ocasión, pues éramos 14 personas y en nuestra pequeña mesa no cabríamos todos. Mi suegra, la señora Ángela, Carola y mi Eli, se encargaban de colocar la cena de navidad sobre la mesa, Mauri y Rafa, junto al tuerto, el padre de Eli, mis demás amigos del botadero y yo entonábamos villancicos navideños, mientras la cena era servida, al tiempo que mi hijo dormía junto a mí en un pequeño cesto.

Una vez que terminaron de servir la cena, mi suegra, Carola, la Señora Ángela y mi Eli, tomaron asiento, por supuesto Eli junto a mí y nuestro hijo, mientras tomé la mano de ella, fui mirando uno a uno los rostros de las personas que estábamos en esa mesa, habíamos cambiado todos físicamente, ello no se podía negar, sin embargo, había algo que nunca cambiaría, a pesar de las adversidades que nos hubiera tocado enfrentar en la vida, y ese era nuestro espíritu navideño, ese espíritu que aún sin tener algún mendrugo de pan que llevar a la boca en fechas navideñas, lo compensábamos cantando algún villancico, ese espíritu navideño que no se basaba en entrega de regalos o en cenas suntuosas, no, claro que no, el espíritu navideño nuestro se basaba en aquel aroma de familia que se percibía, y más en fechas como Navidad.

 

—¡Feliz Navidad! escuche.

—¡Feliz Navidad!

—¡Feliz Navidad!

—¡Feliz Navidad! — pronuncié, al tempo que abrazaba a Eli, mientras miraba con dulzura a nuestro hijo, y daba gracias al cielo, por poderme ser capaz de percibir el aroma de la navidad, aroma de familia, de mi familia.

 

 

FIN

 




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