El arte de mirarte sin poder hacerlo. ©

Capítulo 4

Me despierto poco a poco al sentir un movimiento brusco de Dante. Siento calor en mi cuello y parte de mi cara y sé que es el sol. Me levanto y al momento de dar el segundo paso topo con la silla de mi escritorio, maldigo y llego hasta la puerta, la abro y Dante sale de inmediato para ir al patio como hacía todas las mañanas. Me llega un olor peculiar y sé que mi madre ya está metida en la cocina. Bajo y la saludo. –Buenos días.

-Buenos días, dormilón.

-¿Qué hora es?

-Las 11:07 –ella ríe y yo arrastro un banquito para sentarme en el y descansar mi brazos sobre la barra. Ella se sienta frente a mí y nos dedicamos a comer. Estaba delicioso, ella siempre cocina bien. Aunque su mamá, mi abuela, cocinaba extremadamente bien.

-Hoy saldré a pasear a Dante al parque.

-Está bien ¿irás solo?

-Sí.

-Mucho cuidado, hijo.

Me levanto al terminar y voy a ducharme. Me visto y peino un poco mi cabello. Tomo las gafas y el bastón de mi escritorio y salgo. Dante brinca hacia mí y ladra, le pongo la correa con movimientos torpes y río. –Tranquilo, amigo.

-Vuelve para la hora de la comida. –asiento con la cabeza y busco con mi mano su mejilla, me acerco y le doy un beso allí. –Vale, cuídalo bien Dante. –mi perro suelta un aullido y salgo por la puerta, desdoblo mi bastón y empiezo a caminar con Dante a mi lado. Conocía el camino al parque, no estaba alejado de mi casa. Sabía exactamente donde estaba. De pequeño siempre jugaba allí con Ali y Adam, nos divertíamos, cuando podía ver, claro…

El clima es perfecto, no hace mucho calor y empieza a oler a tierra mojada, siempre he amado ese aroma. Era mi favorito. Significaba que llovería pronto. Moví mi bastón de lado a lado hasta que choco con algo de metal. Ya había llegado a la banca donde siempre me sentaba. Así lo hice y desaté a Dante, el aulló y yo sonreí. Saque la pequeña pelota de goma azul y la lancé, Dante ladró y lo escuche correr en busca de ella. Él regresa y pone la pelota en mi mano. –Muy bien, amigo. Ve por ella. –vuelvo a lanzarla y suelto un suspiro. ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué no paraba de pensar en ella? ¿Acaso no se daba cuenta que yo no podía ver? Pero que tonto, claro que se daba cuenta, las gafas y el bastón eran suficiente lo único que me faltaba era ponerme un letrero en la frente con la palabra “Ciego” en mayúsculas. Tal vez quería burlarse de mí… No, no lo creo, ella no era como los demás, ella era muy amable y su trato hacia mí no fue incomodo o forzado, tampoco se mostró molesta. Ella sabía qué hacer, como guiarme… ella me entiende. El ladrido de mi amigo con pelo me saca de mi pequeño trance y me doy cuenta que la pelota ya está en mi mano. –Fui malo con ella ¿verdad? –siento como recarga su cabeza en mi rodilla. -¿Crees que ella me quiera en realidad? –escucho un aullido y acaricio su cabeza. –Bueno, entonces supongo que debo disculparme con ella. –Dante aúlla una vez más y lame mi mano. –Gracias amigo. –muevo la pelota y la lanzo otra vez.

Volvemos a casa después de un gran rato de jugar y me dedico a disfrutar de una buena comida y la compañía de mi mamá, el resto de la tarde platicamos de cosas tribales, ella me cuenta algunas anécdotas del hospital donde trabaja, reímos y nos abrazamos. Me gustaban los domingos a su lado, compartíamos mucho tiempo los dos, en definitiva tenía la mejor mamá del mundo. Ahora solo me quedaba pensar en que decirle a Lauren mañana y no iba a ser fácil.

| Narra Lauren |

Despierto antes de que la alarma suene, estiro mis extremidades y tiendo mi cama, arreglo mi habitación un poco, me encierro en mi baño y después de dar un concierto de Sam Smith con mucho shampoo salgo y me visto. Al terminar de cepillar mi cabello abro la puerta de mi cuarto y veo la de Aaron aun cerrada. ¿Estará despierto? Me acerco y giro la perilla lentamente, me asomo y hago una mueca al ver ropa regada por todo el suelo, una caja de pizza en la cama con su pie dentro. Río bajo y niego. Podrá tener buenas notas en algunas materias, ser responsable en ocasiones y lindo con las chicas, pero era un vago con demasiada falta de organización. Entro caminando de puntillas y pico su pierna, él ni si quiera se inmuta y busco con la mirada la trompeta que usaba cuando era niño y la encuentro bajo sus pantalones en el closet totalmente abierto. La tomo y trato de no reír, me acerco a su lado y pongo mis labios en la boquilla. Tomo aire y soplo con todas mis fuerzas haciéndola sonar horriblemente. Aaron se levanta asustado moviéndose como lombriz, se cae de la cama y suelto una carcajada al ver su expresión.

-¡Estás muerta! –se levanta furioso y me mira. Oh, oh…

Salgo corriendo sin parar de reír y siento sus pasos cerca. -¡Papá, papá, papá!



#45287 en Novela romántica

En el texto hay: amor, dolor, discapacidad

Editado: 08.10.2018

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