El Asesinato Que Nos Unió

Capítulo 1

AKINA.

Veo la hora en el reloj que está al lado del parlante de la cocina y suspiro con alivio al ver que ya falta poco para que el restaurante cierre, ojalá que no lleguen más clientes a última hora como en días pasados. Hemos trabajado durante todo el día sin tener siquiera un respiro y la gran mayoría de los cocineros ya estamos agotados.

Me pongo a trabajar más rápido en la elaboración del platillo que estoy haciendo antes de que el Sous-chef se dé cuenta de que por estar pensando tonterías aminoré el ritmo y que probablemente el pedido no salga a tiempo y me grite delante de todos, odio cuando eso sucede, pero no me queda de otra que aguantar en silencio y bajar la cabeza, aceptando mi error.

Le doy vuelta al medallón de lomito e inserto el termómetro en el trozo de carne para no pasarlo de cocción, en la orden dice específicamente que lo quieren en Rojo Inglés y sería un error gravísimo de mi parte dejarlo a término medio, tres cuarto o totalmente cocido.

Apago la hornilla con la reducción dulce picante de flor de Jamaica y retiro del juego el medallón, ahora solo me falta emplatar porque ya están listos los vegetales salteados.

Vamos bien, Akina, en estos cinco minutos restantes tenemos que colocar todas las preparaciones de una manera que se vea visualmente atractivo y que te grite ¡cómeme, estoy caliente!

Sonrío ante tal pensamiento y rectifico que el dulzor y picor de la reducción estén correctos, que los vegetales salteados estén bien de sal, especias y correctamente cocidos. No quiero repetir el error que cometí cuando era estudiante en la academia de cocina de colocar en un examen unas judías duras y un bastón de zanahoria crudo en un plato y llevarlo a la mesa.

El chef instructor quería asesinarme a mí y a mis otros dos compañeros de examen, no lo culpo por ello, cometimos un grave error. Sin embargo, en esa evaluación sentí que toda la responsabilidad cayó sobre mí, ellos no se molestaron en ayudarme a buscar una receta que elaborar con la lista de insumos que nos asignaron y una idea para emplatar, lo tuve que hacer yo.

Y hoy, un comensal pidió exactamente el mismo platillo de ese fatídico examen y no quiero cometer los mismos errores, ya no estoy en la academia y lo que puedo ganar es que me despidan. El Sous-chef se detiene a mi lado y comprueba el mismo que todo esté a la perfección y me sonríe, al parecer le gustó lo que hice.

—Excelente, Kimura, entrégale ese platillo al mesero para que se lo lleve al comensal —dice y de inmediato coloco bajo el plato una servilleta húmeda para que no se ruede este sobre el plato base.

—¡Voy caliente! —Digo en voz alta para que me dejen pasar mis compañeros sin que haya un accidente en la cocina y de inmediato comienzan a reírse y yo me sonrojo, pervertidos—. Voy caliente, apártense.

Estos pervertidos estúpidos continúan carcajeándose, incluyendo al Sous-chef. Aprieto los labios con molestia y sigo caminando a paso rápido, mientras esquivo a mis compañeros sin volver materia fecal el emplatado.

Sé que ellos no me toman enserio, se nota perfectamente en sus rostros cada vez que hablo, viven esperando que diga o haga una estupidez para burlarse de mí tan solo por ser la más pequeña en edad entre ellos y la más nueva en el equipo.

—Mesa siete —digo y le entrego el plato al mesero.

—Deberías relajarte un poco, Akina, en una cocina no puedes estar amargada, aquí la pasamos bien mientras trabajamos entre bromas tontas y risas —me dice con cariño Seth, el mesero norteamericano del restaurante—. Tómate las cosas con calma, ¿sí? Y verás como todo cambia, ellos son así contigo porque eres muy seria.

Me quedo unos segundos en silencio, procesando sus palabras y le doy una pequeña sonrisa, asintiendo al final. Tiene razón, todos mis compañeros son muy relajados e intuyo que es para poder sobrevivir al cansancio de una larga jornada de trabajo.

—Gracias, Seth, intentaré aplicar tu consejo —murmuro, apenada—. Ve a entregar ese pedido antes de que el Sous-chef nos decapite por estar perdiendo el tiempo hablando aquí tonterías cuando hay muchos pedidos qué entregar.

Seth me guiña un ojo y sale con una enorme sonrisa en el rostro de la cocina, contagiándomela. Doy media vuelta y regreso a mi lugar de trabajo, donde me esperan varias órdenes más que tengo que preparar.

—¡¿Estaba Seth coqueteando contigo, Akina?! —Dice demasiado fuerte uno de mis compañeros, de esos de los que aún no logro aprenderme el nombre pero que en definitiva es muy escandaloso. Cubro con las palmas de mi mano mi rostro antes de que se den cuenta que me acabo de ruborizar ante su tonta pregunta—. ¡Ay, mi estrellita Michelin se acaba de sonrojar!

¿Qué? ¿Cómo lo supo? Ah, es que la tonta aquí soy yo y no estos hombres, fui demasiado obvia al intentar ocultar mi vergüenza.

—¡No estábamos coqueteando, maldición! ¡Tan solo me daba algunos consejos! —Si mi santa madrecita me hubiese escuchado maldecir en voz alta, de seguro le habría dado un infarto.

Siempre dice que las chicas niponas no debemos tener un vocabulario sucio como el de las occidentales y yo le digo que es una tontería que piense así, que su vocabulario no le resta valor a sus conocimientos o persona.

—¡¿Consejos sobre cómo ligar con un compañero de trabajo sin que se dé cuenta de que es de él que gustas?! —Grita el Sous-chef, uniéndose a la bromita que empezó el escandaloso, mientras mis demás compañeros ríen a carcajadas—. ¡Diablos, señorita! No sabíamos que te gustaban mayores y americanos.

Al parecer hoy es el día de molestar a la cocinera más nueva, pero, lo que no saben ellos es que me uniré a su bromita. Así que comienzo a reírme y asiento.

—¡Maldición, me atraparon! Seth me trae loquita desde que lo vi la primera vez y le estaba proponiendo enrollarnos por ahí después que terminemos de trabajar, pero ustedes lo arruinaron todo —respondo y hago una mueca triste, desconcertándolos. ¿Acaso nunca imaginaron que esta nena iba a responderles eso? Ja, se nota que no conocen a Akina Kimura y sí, pertenezco a esa inexistente población nipona que le gusta usar primero el nombre antes que el apellido, aunque esté socialmente mal visto.




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