El Asesinato Que Nos Unió

Capítulo 2

AKINA.

Abro los ojos cuando siento varias manos sobre mi cuerpo y doy manotazos al aire para que me dejen quieta, apenas la luz deja de encandilarme distingo los rostros de Seth, Daiki y los paramédicos que me estaban tocando para al parecer subirme a la camilla que está a mi lado.

Si estas personas están aquí significa que me desmayé y afuera está la policía para llevarse el cuerpo de la muchacha. Me coloco ambas manos sobre mi rostro y comienzo a sollozar, no fue una pesadilla. Todo fue real, REAL. Y yo tengo que aceptar la culpa que siento porque al parecer con mis gritos hice que la asesinaran y no salvarla como pensé que haría.

—Quiero… quiero estar sola unos minutos… por favor —pido entre sollozos. Escucho como se alejan concediéndome el espacio que pedí y se los agradezco muchísimo, necesito calmarme y levantarme de la improvisada cama que hicieron para mí en la recepción del restaurante, dado que desperté antes de que me subieran a la camilla.

Vamos, Akina, es hora de hacerle frente a la realidad. Me siento sobre la colchoneta y veo mi mochila a unos metros y un poco más allá la espalda de Seth en la puerta principal del restaurante. Si me concentro lo suficiente, escucho la sirena de la policía y ambulancia, junto con el zumbido que producen cientos de personas al hablar.

—¡Agh! ¡Maldición, esto duele! —Exclamo en voz alta y me masajeo con rapidez la pantorrilla de la pierna izquierda que tengo acalambrada, escucho a alguien acercarse y me tenso como el tentáculo de un pulpo mal cortado. Alzo el rostro para ver que es Seth quién viene hacia donde estoy y me relajo un poco—. Lo siento, un calambre satánico se apoderó de mi pantorrilla.

Mi amigo comienza a reírse y alzo las comisuras de mis labios apenas unos segundos y se arrodilla frente a mí.

—¿Puedo? —Pregunta con suavidad, señalando mi extremidad acalambrada. Asiento y segundos después, siento sus dedos masajear con cuidado el área que está siendo víctima de la mala circulación y eso se siente tan bien que logra hacerme olvidar lo que ha pasado—. ¿Mejor? —Vuelve a inquirir después de unos minutos y asiento con lentitud—. Perfecto, ¿crees ya poder hablar con el oficial de la policía? Está esperándote afuera para tomar tu declaración.

Suspiro con resignación y asiento, aunque no me siento lista para declarar, tengo que hacerlo. Porque para ser sincera, creo que nunca lo estaré o al menos no en los próximos meses y los familiares y amigos de esa chica merecen que se ponga tras las rejas al monstruo que le arrebató la vida.

—Iré a sentarme en la misma mesa que estaba ocupando, por cierto, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que me desmayé? —Indago con curiosidad. Veo una botella de agua sellada sobre la mesa y la destapo para luego darle un trago largo, mientras veo a mi amigo recoger la colchoneta que ni puta idea de donde salió.

—Ya casi cuarenta y cinco minutos, Akina —contesta y camina hacia la puerta principal—. Por cierto, tus padres llamaron cuando aún estabas desmayada para avisar que ya vienen en camino.

—Una última cosita, ¿qué haces aún aquí? ¿Y los demás dónde están?

—Están afuera con sus familiares, la policía estaba esperando que despertaras para comenzar a tomar declaraciones —responde y termina de desaparecer tras la puerta de vidrio, dejándome completamente sola.

Qué nochecita, eh.

Me pongo de pie y camino hacia la puerta, pegándome al vidrio trasparente para ver lo que sucede, no me siento lista aún para salir. Los alrededores están acordonados con la policía y hay muchos reporteros afuera, quienes al darse cuenta de mi presencia se vuelven locos y tratan de quitar a la fuerza a los oficiales, me toman fotografías sin mi consentimiento y comienzan a hacerme preguntas que más que para ayudar a la población, las hacen para aumentar el morbo en todo este asunto, como si el asesinato de un ser humano no significase nada y que ganar miles de yenes con la exclusiva es más valioso que una vida.

—Señorita, ¿cómo es el asesino?

—¿Logró ver su rostro?

—¿Por qué no hizo nada para impedir la tragedia?

—¿Se da cuenta que acaba de convertirse en su cómplice?

—¿Había alguien más con el homicida?

—¿Estaban ustedes tres únicamente en el callejón?

—¿Por qué fue tan cobarde y no hizo nada por impedir la tragedia?

Los reporteros me bombardean a preguntas, siendo la última en afectarme demasiado, mientras siguen intentando quitar a los policías a como dé lugar, mi instinto me grita que me aleje de la puerta y eso comienzo a hacer retrocediendo lentamente, tengo miedo.

Ellos me dan miedo.

Mucho miedo.

Me da la sensación de que son capaces de hacerle daño a alguien con tal de conseguir la noticia del año y eso es aterrador, pero no tanto como el asesino que anda escondido como una rata de alcantarilla en algún sitio de la ciudad.

Termino de desaparecer de la vista de esos buitres y minutos después entra el Chef Ejecutivo, Takahashi Akihiro, el Sous-chef, Yamanaka Daiki y el mismo oficial de policía que me iba a tomar la declaración una hora atrás. Nos inclinamos levemente para saludarnos de manera formal y tomamos asiento en la misma mesa.

—Kimura Akina, veintiún años —lee mi nombre y edad en su agenda digital y alza la vista para posarla sobre la mía con fijeza—. Egresada de la Escuela de Cocina y Nutrición Hattori con honores en la promoción de 2020, ¿cierto? Pertenece a la élite de los cocineros de Japón.

Asiento y sonríe forzadamente, como si algo de lo que ha leído en mi expediente le molestase, el Chef Ejecutivo y el Sous-chef lo observan y luego a mí, notando también lo mismo que yo, más no dicen nada.

»Nunca ha cometido una infracción a la Ley y su expediente está limpio. La felicito, es bueno contar con buenos ciudadanos que respetan las Leyes y a su país. Sin embargo, tendrá que acompañarme a la comisaría a declarar, pero antes le diré sus derechos.




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