El Asesinato Que Nos Unió

Capítulo 4

AKINA.

Me parece increíble que hoy ya sea domingo cuando he sentido que el transcurrir del tiempo durante esta semana ha sido demasiado lento, tanto como ver una tonta, aburrida y lenta carrera de tortugas.

He quedado con algunas amigas de vernos hoy en Shibuya, uno de los barrios más populares de la ciudad para divertirnos durante algunas horas y liberar el estrés acumulado durante la semana que no ha sido poco para ninguna de nosotras.

Hemos acordado vernos en la cafetería que está frente al cruce peatonal Hachiko, el más concurrido del mundo. De tan solo pensar que más o menos en tan solo unos cinco minutos tendré que cruzar la calle con tres mil personas aproximadamente me produce incertidumbre por no saber a quién rayos tengo a mi alrededor.

Semanas atrás me parecía divertido, incluso interesante eso, porque son innumerables la cantidad de looks que vemos en menos de cinco pasando desde lo más chic y actual, a lo más horrible que podríamos llegar a ver en nuestras vidas en cuanto a ropa de moda. Porque por nada no podría ser que Shibuya compita con Harajuku por quedarse con el título del barrio más «fashion» de Tokio.

Sonrío al sentir recorrerme entera una chispa de emoción cuando comienzo a ver un montón de chicas usando atuendos súper lindos que me provoca ir ya mismo al centro comercial Shibuya 109 a comprar ropa igual sin esperar a mis amigas.

Aunque lo más probable es que tengamos que esperar un rato más a Valentina, mi mejor amiga. Es una chica de nacionalidad venezolana a la que le encanta hacer esperar a los demás, ella vino a vivir acá a Japón cuando tenía seis años y habla el idioma de una manera tan fluida y bien que, si hablas con ella por medio de una llamada telefónica, pensarías que estás charlando con una oriunda del país del sol naciente y no con una extranjera, pero tremenda sorpresa te llevas cuando la ves frente a frente, tal y como me sucedió a mí cuando la conocí.

Camino muy rápido para no ser atropellada por la avalancha humana de transeúntes en el cruce peatonal y suspiro con alivio cuando estoy frente a las puertas del local en el que comeremos algo antes de irnos al centro comercial. Excelente, logré sobrevivir sola a la enorme ola de personas.

Entro y busco con la mirada la mesa donde están mis amigas y para sorpresa mía, Valentina está allí con las demás. Supongo que, al ser la primera vez que nos vemos este mes, quiso llegar temprano. Avanzo entre las mesas zigzagueando entre las personas para no tropezarnos y me detengo frente a ellas y les sonrío con amplitud, estoy muy emocionada y me hizo inmensamente feliz el poder estar viéndolas.

Se ponen de pie y nos enfundamos en un apretado abrazo de cuatro sin emitir palabra alguna, amo a mis amigas y me odio un poco por haber estado ignorando sus mensajes días atrás por no querer hablar con nadie.

—Las extrañé mucho, mucho, mucho, demasiado —murmuro y siento mis ojos picar—. Las quiero muchísimo, gracias por ser pacientes conmigo.

—Y nosotras a ti, eres nuestro tesorito —responde Mei por todas y nos separamos para tomar asiento, estaremos aquí un rato antes de irnos a pasear y hacer compras en los centros comerciales—. ¿Cómo te sientes hoy anímicamente?

Quisiera no responder esa pregunta, pero se los debo después de ignorarlas y negarme a verlas las veces que fueron a casa, me siento como una mal amiga. Pero en mi defensa diré que realmente quería estar sola y no se me puede juzgar por ello, ¿o sí?

—Me siento mejor que días atrás, ¿saben? Por lo menos ya no escucho los gritos desesperados de esa pobre muchacha al cerrar los ojos —digo en voz baja y las chicas toman mis manos que están encima de la mesa para darles un apretoncito—. Y anoche pude dormir bien después de días sin poder hacerlo.

—Me alegra saber que te sientes mejor, Ina-ina, eres mi mitad nipona y siempre voy a preocuparme por ti —musita Valentina y me abraza—. Te quiero muchísimo, a todas las quiero demasiado y me da mucho miedo perderlas.

Siento una punzada de culpabilidad al escuchar las últimas palabras de mi mejor amiga por lo que voy a hacer, tal vez sea un acto suicida, pero aferrarme a la idea de que saldré a buscar al asesino de Hanna es lo que me ha permitido descansar.

Ellas no saben lo que sucedió anoche, solo mis padres y es algo que tampoco sabrán. No quiero asustarlas al decirles que anoche alguien me persiguió, porque querrán irse a sus casas y yo me habré quedado sola otra vez.

—Le pedí muchísimo a los dioses por ti, para fueras superando el trauma de haber presenciado un homicidio y me escucharon, yo también te quiero Ina-ina y me da un pánico terrible el imaginar perderte —manifiesta Kaede con un hilito de voz, siento que en cualquier instante va a echarse a llorar—. Tuve muchísimo miedo cuando vi las noticias ese lunes por la noche, sentí que moriría al pensar que eras tú quién había muerto.

Mei abraza a nuestra amiga Kaede y yo rodeo la mesa para también abrazarla. Ellas también la estaban pasando mal y yo ni siquiera me preocupé por saber cómo estaban, porque simplemente asumí que estaban bien, dado que no fueron ellas quiénes presenciaron… eso.

—Lo siento mucho, no fue mi intención hacerlas sentir mal ni preocuparlas, perdón —me disculpo y me quedo junto a Kaede unos minutos más mientras se calma y deja de llorar—. Solo pensaba en mí, no tenía cabeza para pensar en alguien más y ahora veo que fue un error encerrarme en mi burbuja de dolor, lo lamento.

—No nos enfoquemos ya en cosas que pasaron, hagámoslo en el ahora, en el presente —interviene Valentina, quién se había mantenido en silencio escuchando la conversación sin añadir nada—. Disfrutemos de nuestra compañía y hagamos memorable esta salida, que bastantes malos días hemos vivido ya como para traerlos al presente una vez más.

Nos quedamos en silencio, imagino que, procesando las palabras de Valentina, vuelvo a su lado y apoyo la cabeza sobre su hombro derecho. Extrañaba estar con ellas y ser regañada una que otra vez por mi mejor amiga.




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