El bebé del Jefe

• Sacudida •

Al abrir los ojos, encuentro a un grupo de mujeres en frente del escritorio, cuchicheando entre ellas, sin verme, supongo que preocupadas, por la expresión de algunas, pero no la de Maeve.

Es probable que a ella la hayan arrastrado para estar aquí, por lo que vuelvo a cerrar los ojos, para tratar de centrarme en lo que dicen en voz baja.

—¿Será que está dormido? Hace rato que no sale. Incluso creo que no comió—dice Scarlet, una de las compañeras de Mivi, que la hace darme un vistazo sutil que puedo sentir ante las cosquillas en mi cuello.

Pareciera que alguien quiere estrangularme, específicamente desde mi Nuez de Adán, tal vez por mentir o por ser un descuidado.

—Puede ser que se haya desmayado—continúa otra mujer—. ¿Alguien quiere tomarle el pulso?

—Ni lo pienses, Erika, ¿estás loca? Solo está desmayado—otra más susurra—. Solo mira el sube y baja tan suave de ese pecho firme. Se ve tan lindo así, a ojos cerrados, con esas pestañas largas, esos labios llenos de carne, ¡ay!—No puede ser que no me pueda ni asombrar o reír aquí.

Estoy haciendo mi mayor esfuerzo por no delatarme, aunque la verdad es, que no me la están poniendo fácil.

—Eso dolió.

—Respétalo, es tu jefe, Dana—reprende la primera, quien seguro le hizo algún pellizco por lo dicho—. Debe estar escuchando lo que decimos o grabando la situación, eso no se ve bien.

—Ah, pero, ¿yo soy la culpable de que sus padres lo hicieran tan perfecto? Eso no fue en una luna de miel, eso fue hecho en una noche de pasión y romance—todas se alarman en el regaño, incluyendo a Mivi ahí—. Y tú no puedes decir nada—imagino que se dirige a ella—, porque tienes dos días saliendo en la prensa con él.

—¿De qué hablas?—Las otras dos evitan que sigan hablando, atento a los pasos de una, que se acerca demasiado a mí.

No la veo por tener los ojos cerrados, intentando mantener a rayas ese papel; sin verlo venir, creo que pone una mano debajo de mi nariz, lo que hace que inhale un olor diferente, con ella sabiendo que quizá duermo.

—¿Creen que alguien desmayado se ve tan sexymente firme en este lugar?—Quiero abrir los ojos en grande frente a ella luego de escuchar ese comentario. No sé si para resgañarla o darle las gracias por su alta consideración conmigo y saber lo que piensa de mi.

Su inspección fue más para regodearse con la vista, que por la preocupación en sí.

—Entonces está durmiendo. Ha tenido mucho trabajo estos días—comenta mi secretaria, ignorando lo que dijo la otra.

Al no poder verla, no puedo identificarla, pero lo que sí tengo entendido, es que en esta empresa, nadie habla tan libremente de otros o de mí, aún si no es algo que prohíbo.

—Pero trabajo visual contigo, porque con otra cosa, no es—silencio.

La seguridad de sus palabras anteriores muere justo ahí.

Como la chica ya no está cerca, desde mi capacidad, noto que Maeve pasa la mano izquierda por su brazo cruzado, girando a verme bajo ese análisis.

—Deberíamos salir—resuelve, ante mi estado de descanso.

No parece estar tan afectada con la información directa, al menos no tanto como para bajar dos tonos su tesitura vocal, porque en esta ocasión, tal vez solo bajó uno, oyendo su voz mínimamente grave.

—¿No quieres despertarlo?—Insta una más.

—A menos que estén planeando mi funeral y cómo van van recibir su fortuna mensual, no—declaro, bajo sus gritos y saltos que me deleito en observar.

Me remuevo en el asiento, bajo la claridez de mi garganta, viendo sus manos encima de sus corazones.

—¡Ay, señor Briggs! Pensamos que había muerto—dice una de la que está atrás, la que gritó más alto, llamando la atención de los que están afuera y casi se desmaya.

—Es imposible dormir con mujeres cuchicheando sobre lo bello que soy—ahí está. La mujer se desploma en los brazos de Maeve, pasándole un pequeño folder para que le eche un poco de aire—. Pregunta—las veo. Dos más están a punto de caer contra el suelo si mi secretaria no las agarra o ellas lo hacen mutuamente con su fuerza de voluntad.

—D-Díganos—susurra una casi en el piso.

—¿Si encuentran un cadáver, solo van a contemplarlo y a hablar de lo lindo o sexy que es?—La muchacha se pone tan colorada que casi explota. Para mi mala suerte, no lo hace de pie, sino sobre la alfombra donde cae y su compañera le echa aire con las manos.

—Si hubiera salido a comer, esto no pasa—enuncia Mivi al verme levantar a la más afectada.

—Talita-cumi—recibo su regaño con un golpe de su pie, alzando a la joven a quien su amiga le da agua—. Vamos, Dana—ella me palmea el pecho, abriendo la puerta para que salgan en lo que mi otra parte de esta empresa se queda.

—Otra nota de prensa—señala, cerrando al verla—. Briggs, yo no quiero protagonismos, ¿puedes ayudarme con eso?—Asiento, seguro de que no tendrá que decirlo de nuevo.

Además, no quise decir, ni tomé en cuenta lo que dijeron las muchachas sobre ella, porque sería demasiado obvia la defensa.

Fue mi decisión recalcar su participación en lo de esta mañana, pero entiendo que no quiera ser evidente ante las circunstancias.




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