Cerrar la puerta de la casa, es como asentar la decisión que había tomado, ante lo que sea que había empezado entre los dos.
No estaba orgulloso de haber escapado como lo hice; me sentía más como un imbécil insensible, que como su jefe en sí, al no haber consultado nada con ella, sobre todo porque era un tema que le competía, sin importar lo que sea que pasó en el día.
Me tomé el rango demasiado en serio que no dudé en pasarlo de la raya, solo por no saber cómo aceptar todo esto.
Y claro, era su jefe, Maeve mi empleada, no obstante, lo que hice fue su trabajo por adelantado, tomando en cuenta decisiones y comentarios mentales que se basaban en que no quería que saliera herida, sin tener idea de lo que pensaba por sí misma.
Definitivamente, fui un patán.
La insulté sin decir una sola palabra, después de todo el trabajo que ha hecho de forma perfecta durante estos años.
Ahora no sé cómo remediarlo.
No voy a ir a su casa a pedirle disculpas mientras esté así de enojado conmigo.
Nunca me había atrevido a dudar de su capacidad, ni de la experiencia forjada desde que tomé el control en la empresa.
Puedo decir, con toda la certeza del mundo, que mi secretaria trabaja bien; quienes no trabajaron bien fueron mis emociones, puesto que tomaron el control en ese instante, al oír los requisitos de ese hombre.
Una semana necesitaba que estuviera ahí.
En el fondo, sabía que ella no era la persona indicada para ser mi acompañante, no con todo lo que de a poco nos rodeaba después del beso.
El problema era que yo, Farouh Briggs, su jefe, no podía separar las cosas de antemano; no había osado verla en las dos facetas que la caracterizaban, desde la presente en un puesto de trabajo, al punto de poder ser mi mano derecha, hasta la mujer por la que experimentaba cosas que no quería aceptar, ni cuestionar.
Desde el principio, debí haberla llamado a conversación después de saber que entregó el diseño de esa patente para que el hombre la evaluara.
También fue mi culpa por haber tirado la llamada a su línea mientras lidiaba con todo lo que tenía dentro, sin embargo, a pesar del tormento que me dio esa confesión, Mivi jamás dejó que me perdiera demasiado.
Volver con un café de caramelo que tuve que tomar de a sorbos cada cierto tiempo hasta que terminó, logró menguar la sensación de tormento que esa información dejó, aunque su calidez en esa compañía fue menor que cualquier cosa en el instante.
Nunca perdió el control, ni la compostura; siguió como si no hubiese tocado su cintura, ni la hubiera atraído, ni hubiera reaccionado de esa forma tan primitiva en su presencia y cuando nos besamos; mantuvo lo profesional incluso en los besos de la oficina y yo... solo actué como un hombre de las tabernas que no sabía ni quien era al decirle eso sin tantear el terreno.
Lo que me sorprendió más fue la madurez con la que respondió; 'es mi trabajo, tranquilo', eso sí que me dio una bofetada de la que no la hice partícipe porque ya el regaño interno y la culpa, estaba carcomiendo mi ser desde que decidí llevarme a Scarlet.
Las dos eran buenas, solo que Mivi era mucho mejor; más atenta, más certera a ls hora de tomar la información y diferentes en cuanto cuanto personalidad, porque había una de ellas que no me gustaba como esa mujer lo hacía.
No sé cómo, no tengo la menor idea de porqué ese subidón había llegado así, como si hubiera resucitado de los muertos o hubiera despertado lo que creí que no sentiría nunca más, después de Jess.
Y por eso también me sentía mal, peor.
Pensar que mis propias emociones me habían traicionado, me inquietaba a tener dudas dudas no tenían respuesta alguna, no obstante, en la soledad de la oficina me arrepentí por lo que hice.
Incluso por lo que hago ahora al pensarla y querer saber si al menos entiendo la razón, aunque no le haya confirmado que no sólo fue por el beso, sino porque es demasiado.
Yo... prefería estar lejos, que asediado por su presencia de forma constante; no era bueno tenerla así, siempre disponible para mí y menos en la soledad de ese viaje.
No nos acompañaba nadie más, por lo que, si acaso, podría perder los estribos y llegar a más que besarla en ciertos momentos.
Además, no quería que pasara lo típico de tener que usar la misma habitación solo porque era la única reservada y los cupos se llenaron antes, incluso habiendo pedido el hospedaje y habiendo confirmado el mismo.
Esa estrategia de los encargados de hacer que las parejas terminaran teniendo una noche de pasión con bebé o bebés incluidos, no era algo sopesado, ni puesto en agenda, aunque no planificaba esas cosas.
En mi vida, había optado por no pensar en nada de eso después del divorcio, por lo que, de algún modo, también pude salvar a Maeve de una decepción o de algo que no quisiera, ahora o en el futuro.
Suelto el exhalo, tocando apenas la corbata que aún tiene su olor, todavía colgada en el pedestal de la entrada.
Vuelvo a alejar la ropa, y si bien, esta vez tiene recuerdos de ella, del roce de sus dedos en mis brazos, de la cercanía y esos besos quedos a su lado, decido llevar todo al área de la ropa que he usado, para dejarla acomodada encima de las demás.