No me siento mejor en medio del avance y se hace demasiado incómodo el trayecto al estar cada vez más lejos de la empresa.
No he descansado en lo absoluto y solo pude darle un beso antes de llegar al entramado tan grande que asienta más el malestar.
No es que quería llegar a más en la soledad del momento, sin embargo, pude haberle dado otro para añorarla mejor o al menos, para recordarla con más vehemencia en los días solo.
Hundo los hombros, parqueando el coche para sacar mis cosas, dejando todo cerrado para cuando Francis venga por él.
Avanzo dentro, entregando el boleto para la confirmación, al haber decidido que esta vez no nos iremos de forma privada, sin querer lidiar con preguntas o la sensación de incomodidad al llevar a otra persona en un mismo espacio, que lo único que hará, será verme curiosa.
Si bien Scarlet asiste a Maeve en lo necesario, no es la que está más cerca de mí; es preguntona, un poco exaltada cuando tiene confianza y además, tiene una personalidad con la que no he lidiado mucho.
Por eso, lo que menos deseo es responder sus cuestiones, por lo que ambos pasajes tienen asientos distintos en el avión, confiado en la agencia que vela por lo mejor.
—Señor Briggs—Scarlet avanza con un bolso de mano veraniego, como si fuéramos a vacacionar, mientras estoy sentado en una de las bancadas con el equipaje de mano, trayendo de más a un pequeño chihuahua de la correa, y a un compañero, sin correa, pareciendo emocionada.
Me tomo un tiempo para procesar lo que estoy viendo, sin embargo, trato de buscar el mejor estado recompuesto al no quedar de pie, aunque sí giro a verla.
—¿Qué se supone que es esto?—demando—. ¿Y tu maleta?
—Ya pasó por el sistema con las cosas de mi novio—inspiro hondo, mirando al muchacho sobre su hombro, recostado en la silla al pasar las manos por mi rostro.
—Con las cosas de tu novio—repito para mentalizarlo, descubriendo que no tengo humor para esto.
Ya ha sido demasiado con el embarre que hice al no traer a Maeve y sé que ella no me hubiera hecho esto, ni teniendo novio, ni sin él.
—Haber dormido me hubiera ahorrado este dolor de cabeza—me atrevo a soltar, despacio en lo que me elevo, para ver que me extiende el documento validado, devuelta en su mano en cuanto veo esa confirmación—. Este trabajo no incluye paseo romántico, ni pareja incluida en tu mismo puesto laboral, Scarlet—farfullo—. Tampoco incluye al animal..., mascota—hablo.
—Cálmese un poco, señor...—sostengo la mirada so re ella, sin gracia alguna por su forma de dirigirse a mí—. Disculpe, es que...—me mira, un poco avergonzada—, hace tiempo, mi novio y yo, queríamos vacacionar a un país más cálido—la sigo, cruzado de brazos—. Pasamos toda la noche esperando que alguien soltara una vacante del vuelo para ir con usted. Perdón por no avisarle; era de madrugada—se cohíbe con lo último y lo entiendo, porque me hubiera puesto peor si me llama en medio de la noche para decir algo así.
De todos modos, no la puedo retar tanto, porque si bien no pude dormir, fui yo quien soltó la vacante de ese pasaje en la madrugada.
En algún punto, la locura me pasó por la cabeza al tener ese paquete de vuelo agarrado, solo que le di de baja, porque no la iba, ni la podía, llevar.
Ya le había asignado una responsabilidad y ese cambio sería muy obvio; tener a las dos a mi lado, tampoco era un mal plan, sin embargo, tenía más ganas de la compra de mi secretaria, lo que iba a lograr que me hundiera más en el fango.
Tuve que aceptarlo, no competir con mi cambio, sino confiar en su capacidad, en ella y en lo que podía lograr con mi personal mientras no estuviera.
Sabía que la empresa iba a estar bien en sus manos, por lo que no digo nada, aunque tengo los ojos entrecerrados, tomando aire, al tener que asimilar lo que ocurre frente a mí.
Es su faceta, no fue mi dinero, sin embargo, es demasiado lo hecho por los dos.
Sacudo la cabeza, sopesando fijo en su estado, que parece, quizás, más de alguien mimada hoy, porque se trata de viajes, a diferencia de cómo es en la oficina.
Trato de pensar y no decir nada al ir de aquí, para allá, recobrando la postura, a pesar de que sigo descompuesto por toda esta situación.
Estoy molesto, lo admito; conmigo mismo y con mi estupidez.
Con que pude haber evitado esto y no lo hice por creer que tenía todo bajo control con los cambios de decisión.
La verdad, no son ellos en sí; no es que me moleste mucho, sino que es algo en mi interior lo que me inquieta, puesto que esto es trabajo, y lo único que deseo, es estar tranquilo en lo que haremos.
No dudo que ella también, por lo mismo, pienso que a lo mejor, llevarlos a ambos, es su modo de desestresarse, sin embargo, no puedo doblar tan rápido el brazo en ese tuerzo, porque no es lo que quería desde el inicio y tampoco es lo que habría pasado de haber tomado una opción distinta.
—Scarlet—mi teléfono suena de momento, alejado para hablar con el hombre, quien ya debe estar por empezar la Junta en la empresa, siendo esto una opción para tranquilizarme; o eso quiero creer—. Señor Fowles.
—Pensé que podría verlo antes de que partiera a Perú, señor Briggs—enuncia, en la oficina o quizás en la sala, no sé.