Mivi recostó la espalda de la puerta, exhalando con un poco de alivio al poner la seguridad del sistema, como Farouh le había enseñado, esa vez, en que su cercanía, se le hizo en el fondo algo más.
Se había sentido como una aprovechada por experimentar esa sensación, como alguien que no respetaba a un hombre casado cuando eso pasó; ninguno de los dos se había besado y él no pensaba ni por un segundo, en que ella fuera alguien de interés en su vida.
Fue ella la que sintió culpa por haber mal interpretado ese estado o por notar siquiera lo que pasó por su cabeza en ese momento, sin poder más que alzar esa barrera que sabía era necesaria, sin dejar de ser la misma Maeve de siempre, aunque la llamaba de formas distintas porque aún no había reparado en ella.
Y no hizo, ni había hecho antes, nada para cambiarlo, puesto que no le importaba tanto como dejar de tener sentimientos contrarios por alguien que ya estaba acompañado.
Por lo mismo, se forjó en el camino del respeto y en la misma línea de todos esos años, continuando ahí hasta que pudo notar que la vio.
Y aún con eso, no se sentía capaz de avasallar su vida, sin importar que se hubieran besado en esas pocas ocasiones; entendía que era demasiado peso para él, su situación y también para ella, porque era su empleada y sobre todo, se sentía cada vez peor por lo que le ocurrió en ese lapsus.
Se dejó caer en el suelo, culpable, estirando las piernas para la recuperación de sus fuerzas, rodeada del nudo en su garganta en lo que se iba sintiendo mejor.
¿Acaso había sido un castigo suyo o de lo ocurrido, el estar cargando con sus labores? No se sentía merecedora de nada de eso, tampoco quería seguir; por primera vez, en mucho tiempo, no quería estar ahí, sino con él, y de algún modo, abrazada alrededor de su pecho en un puerto de ese país de América del Sur.
No deseaba tener todo ese trabajo; ni siquiera le hizo gracia que un hombre de tal índole, se le insinuara para tener un acostón con ella.
Tal vez, muchos habían pasado por ahí con alguna intención parecida, no obstante, no habían recibido, quizás la luz verde por la presencia del hombre con el que trabajaba.
Ellos eran bastante respetuosos en cuanto al nivel de trabajo de ambos, por lo que no era necesario involucrar nada más ahí; eso no pasó con Fowles. Él se había atrevido a presentar sus opciones, que no le gustaron para nada y de igual forma, tanteó el terreno para hacerlo.
En cierta parte, se cuestionaba si lo habría hecho con Farouh ahí, porque ambos eran hombres de mucho respeto, por lo que también pensaba que quizás, le pidió permiso cuando lo vio salir a hacer esa llamada antes de empezar la reunión, pensando en esa expresión que ya no se le hacía tensa al verla.
Aun así, se preguntaba si todo hubiera sido diferente, si no hubiese dicho que no, ni puesto excusas, a alguno de los que intentó pedirle una cita, porque eso era a lo que aspiraba, no a algo distinto, ni a ser la mujer de una noche.
Quizás no era lo más moderno, pero ya había atravesado el sentimiento de ser utilizada y no era algo que quería volver a experimentar, mucho menos si se trataba de alguna figura de poder como las que la rodeaban.
Era por eso que sentía, que a pesar de los besos entre ambos, debía de echar diez pasos atrás con Farouh; él no estaba listo, ella tampoco iba a vivir por siempre en el anonimato, ni deseaba aparecer en todos los titulares del mundo o de la ciudad, como consecuencia de lo que tuvieran.
Era contradictorio, sin embargo, lo que tenía más claro era que, en definitiva, no deseaba nada con Fowles.
Él no era de su agrado, en cuanto a físico se refería, o a edad; no es que fuera la más joven en el mundo, ni la más atractiva del planeta, tampoco, pero no encajaba de ninguna forma con su rango, eso, si era sincera.
Suspiró, llevando sus manos al rostro, no queriendo levantarse, a pesar de su descanso.
—¿Maeve?—Tenía frente a ella algunas carpetas sencillas, dejándolas a un lado cuando el llamado de fuera le hizo saber que no había eliminado del todo el sonido, aunque no se desanimó al escuchar quien era.
Abrió, solo movida un poco, aún en el suelo para que él empujara hacia dentro.
—¿Maeve?—Ella lo vio observar alrededor desde el borde. Pronto giró, en medio de la risa, por verlo inspeccionar así—. ¿Qué haces ahí, enana?—Jacobs entró al fin, sonriendo al cargar esas dos bolsas en la mano donde vio el entramado de una tienda china, lo que le dejaba saber que había llevado comida, pero no de la que le gustaba.
Le estiró la mano, puesta de pie en el impulso al tener su antebrazo, agradecida de su fuerza en cuanto se enderezó al tomar lo que le dio.
—No voy a decir nada, aún si sabes que no como nada de eso—le dio la vuelta al escritorio, notando su sonrisa divertida al verla sentarse en esa silla.
Se había sentado ahí..., nunca, por lo que se trataba de la primera vez que ponía su trasero en el mismo lado que su jefe, lo que hizo que su rostro se llenara de vergüenza.
Su amigo la vio, tratando de comprender porqué parecía un tomate, comiendo ya de su ramén, con suma soltura.
—¿Y esa cara?—Jaló el asiento para descansar frente a ella, cruzando la pierna como una mujer, a modo de burla al ir mascando.