El bebé del Jefe

• ¿Usted competiría con el trabajo? •

En la oficina, las cosas iban fluyendo en la normalidad que acaparaba el día.

Si bien, Maeve había salido para responder la llamada de su jefe, volver a la sala le parecía algo innecesario, sin gracia y realmente cansado, aunque la llenó de inmediato la resignación.

La verdad era, que le habría gustado estar en el puesto de su compañera y de algún modo, se arrepentía de haberlo dejado besarla y de besarlo por igual en la soledad de ambos en la oficina.

Tal vez, si no se hubiese acercado tanto, habría podido viajar como siempre a su lado; a ella no le molestaba en lo absoluto hacer su trabajo, era como una forma de aprender cada día algo nuevo, aunque en días claros solo era cumplir con una rutina que había aceptado desde hacía unos años.

Algo que agradecía hasta ese momento y lo seguiría haciendo, era el entrenamiento que la secretaria del antiguo dueño de la compañía le dio.

Pudo haberse quedado con lo que aprendió ahí, con ella, antes de que se fuera de forma definitiva, no obstante, la mujer había aprovechado para dejarle su número de teléfono, así la podría llamar si necesitaba de algo.

Y lo hizo; ambas se encontraban después del trabajo en su casa o en un cibercafé, para poder trabajar mejor, porque si bien trabajó como tutora en la Universidad donde estudió y como recepcionista en el edificio donde vivió unos años en una habitación no tan cómoda como quería, sus conocimientos no eran tan amplios como para tener el puesto que logró al lado de Farouh.

Haber cambiado un poco algunas cosas cosas la llegada del hijo de ese hombre, abrió la oportunidad para que su experiencia tomara impulso y otros que dejaron sus puestos, fueran cubiertos por gente más joven.

Parte de eso, estaba en la política de cambio de mando que leyó en algún punto para orientarse, por lo que entendió la llegada de esas vacantes que fueron llenas pronto y con las que se relacionó desde el primer momento, mientras también tomaba esas clases con la anterior secretaria.

Hacer eso era un desestresante; los dos se llevaban bien y la mujer había optado por poner un negocio donde vendía las cosas que hacía a mano con esas agujas grandes y a veces, más pequeñas.

Era su escape y lo que deseó por años, y cuando pudo costearlo, no dudó en poner sus diseños a disposición, lo que se fueron llevando en cuanto arribó su trabajo en las redes.

Su jefe anterior también la promocionó; el padre de Farouh era un hombre con mucha influencia en los altos centros del país; su trabajo había trascendido, por lo que no le faltaba gracia ni oportunidad a la hora de hacer algo o impulsarlo y a ella, le encantaba ver los ojos brillosos de los demás al llevarse lo que había hecho y lo que hacía cuando era todo por encargo especial.

Maeve suspiró, mirando desde de la oficina lo que pasaba en esa sala a la que no quería regresar; si bien estaba al mando y era la número dos de su jefe, no tenía muchas ganas de sostener más trabajo del que podía llevar, lo que habría sido distinto si tan solo se la hubiese llevado de viaje.

Con respecto a todo eso, entendía la razón de ese cambio, lo que no le pareció fue la forma en que lo hizo, no obstante, comprendía al cien por ciento la poca relación que quería que ambos tuvieran en los medios, lo que tampoco le gustaba desde el momento en que vio esa foto en su carro.

No supo bien cómo lidiar con eso en cuanto las notas aparecieron, sin embargo, lo dejó pasar, ignorando lo poco relevante que era y lo circunstancial, además de lo invasivo que fue para los dos.

Porque a pesar de haber estado sintiendo algo por él, nunca se había atrevido a mirarlo de modo distinto, ni a tratarlo como si los dos pudieran tener algo en un mundo paralelo; siempre había optado por el respeto y el buen trato entre ambos, aunque no sabía si fue eso lo que lo llevó a besarla o sólo aceptar la química del instante que hablaba más que ellos esa noche.

—¿Maeve?—Levantó la cabeza, guardando el teléfono que revisaba en el bolsillo de su falda, para ver a la joven de cafetería quien le pasaba la bandeja con los pozuelo.

En la siguiente, estaban los frascos de azúcar, té y café, que había preparado, aparte de un recipiente con galletas, ya que ninguno había elegido la opción del almuerzo.

Con una sonrisa media, ambas avanzaron al último piso, bajo las vibraciones del teléfono que ignoró al cruzar la puerta del despacho.

En la sala, cada uno recibió su utensilio bien colocado por la maestría de la joven, dejando en los platillos de los presentes lo que empezaron a comer, sin apartar la vista de los papeles.

Despedida de la joven, cerró tras de sí, bajo la dirección del señor Fowles quien le abrió una de las sillas al lado de uno de los empleados de la compañía, desistiendo del lugar para ir a la cabecera de la mesa, donde estuvo minutos atrás.

Tal vez, el hombre había pensado que ese espacio era más cómodo para ella, por si debía volver a salir, aparte de estar en confianza con sus conocidos, no obstante, Maeve había elegido volver a ese lugar, como le era debido, sin importar que estuviera rodeada de algunos tiburones, unos nuevos que Fowles había contratado en su área de diseño hotelero, el proyecto con el que habían empezado la semana.

—Bien, gracias por los aperitivos; ¿continuamos?—Emitió el hombre en su extremo contrario al tenerla de frente en esa vista.




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